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18 de Julio

Vivimos tiempos de libertad y democracia en los que esto que voy a escribir a continuación puede ser denunciado. Eso sí, como son libres y democráticos los que me denuncien o persigan no me acusarán de delito de opinión, sino de delito de odio.

De cualquier forma, ante las brigadas de la corrección no haré más que evocar el inicio de los versos de Quevedo. Y no, no he de callar por más que aviséis o amenacéis. Y habréis de escuchar, o de leer, antes de denunciarme, algunas verdades sobre el 18 de Julio de 1936.

El Alzamiento Nacional del 18 de Julio de 1936 no fue un golpe fascista contra la democracia, la libertad y la legalidad republicana como pretende imponer desde tribunas políticas a golpe de ley. La deriva revolucionaria del régimen republicano puede constatarse no ya por los documentos soviéticos desclasificados hace años. No ya por los planes conocidos de las milicias marxistas. Puede constatarse por las propias declaraciones, abiertas y públicas, sin querer ocultar nada, de destacados miembros de los partidos del Frente Popular. De sus mítines electorales. De sus intervenciones en el Congreso. De sus publicaciones oficiales. Y, recordemos, un Frente Popular que ocupaba el gobierno después de haber falseado un proceso electoral absolutamente ilegal, como denunciaba el propio entonces Presidente de la República, luego derribado por ellos mismos, Niceto Alcalá Zamora.

No pretende ser ésta una entrada en la que entre en el análisis profundo de aquello, sólo pretendo dejar claro algún pequeño apunte de la fecha. Abierto totalmente a análisis posteriores y más profundos. Por ejemplo del fracaso del plan inicial de una acción rápida y la consiguiente guerra. O del fundamental papel que jugó el triunfo del Alzamiento en Sevilla en unas condiciones en las que absolutamente nadie podría haber apostado por ello; triunfo en el que influyen a partes iguales la decisión y astucia del General Queipo de Llano y la actuación de los dirigentes rojos, que se dividieron entre los que huyeron abandonando a sus “camaradas” y los que pudiendo sofocar la rebelión por su aplastante superioridad, prefirieron luchar por la libertad y la democracia saliendo a “cazar” curas, monjas, católicos, etc.

El hecho cierto es que la alternativa al Alzamiento Nacional del 18 de Julio de 1936 no era la legalidad republicana (cualquier cosa que eso signifique), la democracia y la vida en paz y libertad. Sin el Alzamiento Nacional, España hubiera sido la primera República Popular de órbita y obediencia soviética, del estilo a tantas otras que tras la II Guerra Mundial (Polonia, RDA, Checoslovaquia, Albania, Rumanía…) disfrutaron del mismo e idílico proyecto de libertad y democracia que los dirigentes de aquella II República en 1936 tenían reservado para España.

Y si queremos hablar de memoria, o empezamos por aquí o no hay nada que decir.

Por eso, y dejando abiertos asuntos debatibles sobre sucesos posteriores, yo seguiré celebrando la fecha del 18 de Julio como inicio de un movimiento salvador de España. Por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avisen o amenacen miedo aquellos que a golpe de decreto y boletín oficial pretendan escribir una historia que nunca existió, purgando al que no la acepte.

Dicho todo esto, mi recuerdo y homenaje debe abrazar también a miles y miles de españoles que lucharon con nobleza en el bando que hoy llaman “leal” y que entonces se autodenominaba “rojo”. Miles de españoles que empuñaron las armas en ese bando porque pensaban (equivocada pero sinceramente) que era lo mejor para España. O simplemente porque les tocó “caer” en zona roja. Como mi vergüenza y desprecio alcanza a aquellos, también miles, que se envolvieron en banderas victoriosas para jugar a caballo ganador sin más ideal ni anhelo que el de medrar, cometiendo crímenes que no sólo no se deben perdonar por esconderse detrás de esas banderas, sino que deben ser aún más deleznables por mancharlas con su infamia.

Para todos, nobles y ruines. Para vencedores y vencidos. Para acertados y equivocados. Para España y los españoles, nuestra oración y petición de perdón y descanso.

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