Hace unos días salió a la venta el libro «Queipo de Llano: Memorias de la Guerra Civil» escrito por Jorge Fernández-Coppel y que no es otra cosa que la transcripción de las memorias autografiadas del General Gonzalo Queipo de Llano y Sierra.
No hay en el libro interpretaciones, juicios ni hipótesis. Sólo la palabra desnuda de Queipo y su detallada descripción de los acontecimientos de los que fue protagonista principal y decisivo.
Desde que apareciera el libro, enanos varios de la historia, voceros de plurales, prysas y sexta-públicos no paran de ladrar protestando no sólo el que el libro aparezca, sino que una editorial lo haya publicado o que en algún medio se hable de él.
No argumentan, no discuten, no oponen sus razones a la palabra de Queipo. Ellos no saben hacer eso. Nunca lo hacen. Ellos ladran. Ladran porque no pueden consentir que se le de voz, o en este caso letra, a quien ellos, sumos sacerdotes del progreso que concede o niega carnés de moderno, progresista y democrático, han condenado sin pararse a oír o leer lo que el condenado tiene que decir.
El Quijote era el libro preferido del General Queipo de Llano. La frase que dá título a este artículo no aparece en ese libro, pero sí se le atribuye por ser usada en una versión cinematográfica. Así que nada más apropiado para referirme a los espumarajos de tanto imbécil ignorante incapaz de ver la Historia si no se ajusta a su fantasía, incapaz de entender que lo ocurrido en un contexto no puede juzgarse según otro: Ladran, General, luego cabalgamos.
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