Hay gente que necesita dedicarse a labores que a otros nos parecen poco honrosas para vivir. Quizá porque no sirven para otra cosa, quizá porque el mundo les fue arrinconando hasta verse como se ven ahora, ya sin fuerzas, sin ganas, sin currículum o sin ánimos para salir de ahí y buscarse la vida en otros menesteres. Y hay bocas que alimentar, en unos casos. Hay un tren de vida en el que se han enganchado y no son capaces de bajar, en otros. Y hay, claro que los hay, vicios inconfesables que hacen que algunos realmente disfruten con ese pseudotrabajo que a otros nos parece degradante. Y también hay, todos lo sabemos, gente que no quiere estar en ese mundo, dedicarse a eso, pero a quienes individuos sin escrúpulos los meten ahí contra su voluntad y ya no pueden salir.
Esa es otra pata del problema, los que se aprovechan de las situaciones de esos desgraciados, y los obligan a la explotación pública, y se enriquecen a su costa pretendiendo estar por encima de esas miserias, cuando en realidad son sus mayores beneficiarios y por tanto interesados en que todo continúe, en que nadie salga del círculo vicioso, que nadie rehaga su vida.
Y luego están los que permiten a estas gentes que vivan de eso. En muchos casos es gente que en público dirá que hay que ver, mira que tener que ganarse la vida así, pobre gente… pero luego, a escondidas, acude a sus servicios, y sacia sus instintos, disfrutando con la desgracia, con el morbo, con la suciedad ajena. Y así alimenta la rueda que hace que esa gente siga dedicándose a eso, y que los que no tenemos ni queremos tener nada que ver con ese mundo acabemos salpicados, porque no hay nada que escape a él. Y esa gente, esos que aparentan ser ciudadanos ejemplares, son los que, aunque disimulen, aunque lo nieguen a veces, aunque en el fondo se avergüencen, vuelven una y otra vez a caer y a entrar en el juego, y a inyectar dinero en la rueda haciendo que gire, gire y gire sin parar, siendo por ello los mayores culpables de que esta porquería siga existiendo, porque sin ellos, no habría negocio y sin negocio no habría esta mafia.
– Oiga… ¿Pero qué le ha dado a usted para dedicar este artículo a la profesión más antigua del mundo, empatada con los peleteros?
– No, hombre, no. Estoy hablando de consumir viciosamente las miserias ajenas para disfrutar con ellas, y de escudarse en que ellos pasaban por allí y que no tienen nada que ver con esa rueda de corrupción y basura que crece y crece arrastrando a la degradación más absoluta a la mayoría de los que la forman.
– ¿Y dice usted que con eso no habla de la venta del propio cuerpo?
– ¿Cómo que no? Claro, de eso hablo.
– ¿Pero no dice usted que no se refiere a gente que se expone al uso público, o de gente que obliga a otra gente que otros dispongan de ella?
– Que sí, que sí, que es eso, ya coge usted la idea…
– Entonces no me contradiga, usted habla de la prostitución…
– ¿Cómo? Pues… no se me había ocurrido… Yo hablaba de eso que llaman la prensa y los programas del corazón… pero ahora que lo dice…
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