Se van, ya se van. Ya están en el avión, tú mismo los has subido. Y se van. Y tú te quedas allí, masticando arena, deseando no haber venido nunca y estar ahora en tu casa, con los tuyos… a ni sabes cuántos miles de kilómetros… Pero no. Te toca quedarte aquí, escupiendo barro y con el pinchazo en el estómago de que a lo peor tú vuelves como ellos, en una caja y tapado por la bandera.
¿Sabes? Es mejor para ti que no estés aquí. Mejor que, al menos por ahora, por unos días, te cales el pañuelo sobre la cara y las gafas para protegerte y sigas mirando al horizonte infinito de arena y piedras. Allí no tendrás que oír a tanto miserable hijo de perra culpar a unos u otros de la sangre de tus compañeros, según le interese a su causa particular. Y sobre todo, porque allí no tienes que ver a tanto lobotomizado protestando porque le han cortado Gran Hermano, pongamos por caso, para hablarles de tus compañeros. Esos necios que eructarán, se rascarán sus partes y dirán que a ver qué coño hacíais vosotros allí, mili caca, caspa progre revenida de años.
Y vosotros, allí, os miraréis unos a los ojos de otros y sabréis, sin decir nada, que la próxima bomba os la pueden colar a cualquiera de los que, otra vez, masticáis arena y escupís barro, pero que quien decidió que fuerais carne de cañón sin dejaros usar vuestras armas como necesitáis y merecéis, esos no se llevarán ni un rasguño, y si se le araña el Audi, encima se lo pagaremos todos.
Vosotros, allí, como vuestros antecesores durante siglos, ahogaréis la nostalgia de la casa y la familia, apretareis los dientes, asiréis una bandera y abrazaréis el emblema con la espada y la Cruz de Santiago sabiendo que estáis allí cumpliendo vuestro deber y seguiréis con la cabeza bien alta, meando sangre, mandados por quien no merece ni chupar vuestra bota. Y sabéis que que así seguiréis el tiempo que haga falta, sin flaquear, sin mostrar una queja ni una debilidad, mientras aquí, a miles de kilómetros, vuestros niños se hacen grandes y centenares de miles de vuestros compatriotas os ignoran e incluso desprecian.
Como siempre, hermanos, como siempre. De vuestro honor se apropiarán otros. No lo dudéis. Y también como siempre saldrán los cobardes a criticaros… desde su moqueta y su baño caliente. Pero sabed que al menos algunos siempre os reconoceremos y agradeceremos vuestra entrega, vuestro sacrificio, y sobre todo vuestro ejemplo.
Cuando la pena nos alcanza,
del compañero perdido.
Cuando el adiós dolorido,
busca en la fe su esperanza.
En tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
Rubén Alonso Ríos, Juan Andrés Súarez García: Descansad en paz y que Dios proteja a vuestros camaradas.
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