Llevo tiempo diciendo que la televisión, tal y como hasta ahora la conocemos, está muriendo. Mucho tiempo. Pero eso sí, lo digo a poca gente, más que nada porque me miran como si estuviera anunciando que el cielo se volverá verde fosforito.
Ahora empiezan a aparecer noticias sobre posibles fusiones entre los grupos audiovisuales existentes. Los ingresos publicitarios caen en picado. La televisión por satélite de pago está totalmente fracasada y en ruina.
La TDT que prometía un nuevo escaparate de posibilidades para elegir ha llenado nuestros televisores de teletiendas y concursos para retrasados, o ha sido utilizada por las cadenas para repetir hasta el infinito y más allá series y programas vistos mil veces.
Hay excepciones, evidentemente, y no hablo de todas y cada una de las cadenas las 24 horas del día. Pero el caso es que con un sintonizador que dice que tengo ventitantos canales, la mayoría de las pocas veces que me siento a ver qué ponen, doy la vuelta entera a las sintonías y no hay NADA que merezca la pena prestarle un mínimo de atención.
Veo poca televisión, decía: Algún programa de humor de TVE (la genial Muchachada Nuí o La Hora de José Mota), algún documental de La 2 (sonará a tópico pero me gustan) o de Canal Sur 2, últimamente he descubierto Desafío Extremo en Cuatro, y durante la cena y por inercia, Informativos (normalmente A3, pese a su asfixiante sección de «El Caso»), el tiempo de TVE y El Gato al Agua, de Intereconomía TV. Y todo ello, por supuesto, esporádicamente y no a diario.
El fútbol: después de dejar de renovar mi abono en el estadio, entre otras razones por la económica, no entendería pagar por verlo por PPV bastante más del doble de lo que me costaba un abono, así que o no lo veo o me busco la vida para verlo de otra forma.
La tele local… algo veo, algún informativo que me encuentre, pero poco o casi nada. Sólo un programa local intentaba ver cada semana y se cargaron Localia, así que…
Al final, cada vez más nos encontramos con pausas publicitarias que son más largas que las propias programaciones, programas de relleno, refritos, cutrerío, sucesos, corazón y chismorreo. Y qué quieren que les diga, para tener que estar buscando entre tanta basura una puñetera serie o un programa de media hora, me cojo el ordenador, me busco exactamente qué quiero ver en el momento en que lo quiero ver, y lo veo. Y si para ello me meten un anuncio al principio del vídeo a ver, pues me lo trago gustoso.
Así que mientras las cadenas de TV no ofrezcan un mínimo de calidad, lo normal será acudir a la búsqueda de algo digno de verse a otros medios. Cuando se pueda encender la televisión sin dar 3 vueltas seguidas al teclado de los canales sin encontrar nada, o teniendo que estar pendiente porque en medio de una película infantil meten anuncios absolutamente incalificables, podremos volver a plantearnos la TV como opción de ocio al llegar a casa. Si mientras tanto, las cadenas mueren en el intento y desaparecen, los únicos culpables no serán los que hemos visto la peli, la serie o el partido por internet, sino los que tuvieron en sus manos un potentísimo medio de información y entretenimiento y lo convirtieron en un coñazo insoportable.
One Comment
¡Ay! ¿Por qué será que estoy tan de acuerdo contigo? ;o)
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