Todo es nuevo para ti. Recorres cada rincón que aparece ante tus pequeños ojillos. Te paseo, en brazos, por cada rincón del majestuoso templo.
Catedral de Sevilla. La que se hizo para que tomáramos por locos a los que la pensaron y ejecutaron. En estos días, destino de todas y cada una de las Cofradías de Nazarenos que a ella realizan Estación de Penitencia. Hay un murmullo contenido, de nazarenos cansados descansando del aturdimiento de la multitud de la Carrera Oficial, de los pocos -pero más ruidosos de lo que debiéramos- espectadores que seguimos los desfiles procesionales bajo las increíbles nervaduras de las colosales bóvedas, del personal sanitario que va y viene pendientes de todo…
Muchas cosas para poder fijar tu atención en una sola, ¿verdad, hijo? De más allá de nuestra vista nos llegan los ecos de una banda tocando el Himno Nacional, y tras él, el racheo de cuarenta y tantos pares de pies y la voz del capataz poniendo ojos a todos ellos. El murmullo crece con el ruido de la gente levantándose y de repente se apaga, respetuoso, conforme se acerca el paso.
Tú sigues cambiando la mirada de aquí para allá, entre luces, rincones en semipenumbra por el que asoman desconocidas figuras y niños correteando desoyendo las llamadas al orden de sus padres. Eres tan pequeño que no voy a intentar guiar tu mirada ni explicarte lo que sucede ante ella. Sí le hago comentarios a tus hermanas, fíjate en este detalle, ojo a la mirada del Señor, rezadle ahora que lo veis tan cerca…
Y tú, mirando aquí y allá, jugueteando con las pelusas de mi chaleco, buscando mi medalla de la Virgen Milagrosa para intentar morderla con esos poquillos dientes que tienes… hasta que, de repente, abriendo mucho los ojos, soltando mi medalla y mis pelusas, fijas la vista allá, en los ojos del Nazareno, y sin dejar de hacerlo hasta que desaparece, van asomando sonrisas a tu cara, y en medio de una de ellas haces un chasquido parecido a un beso. Tu madre y tu tía se ríen, tú dices adiós con la manita mirando al paso alejarse y mientras alguien comenta que hay que ver lo que te ha llamado la atención el paso, yo te miro y sé que has escuchado con atención a tu Ángel guardián y custodio presentándote a Nuestro Señor, al que sonríes y lanzas tus besos agradeciéndole su entrega por ti.
7 Comments
Precioso Gonzalo. Me imagino el olor de azahar e incienso y lo echo de menos. Un abrazo fuerte
Enhorabuena por esa nueva vida
No lo echo de menos, pero me da ternurita 😉
¡¡Aaysss!!
Yo también echo de menos los acordes de la Salve bajo mi balcón al paso de la Paz, en este caso no alegre pero sí sentío, cuando era vecino del Cristo de los Faroles.
Felicidades, Gonzalo.
¡Verdaderamente ha resucitado!
Se te ha ido la mano con el edulcorante.
No, Anna. Es azúcar natural, sin aditivos artificiales…
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