S. y yo hablamos de nuestros bebés. Su hija tiene un par de meses más que mi hijo. Actualmente, 15 y 13.
Sorprendido, hará un mes me cuenta: «Tío, es impresionante, las mujeres tienen una carga genética desde pequeñitas: Entramos en una tienda de ropa y la enana, que ni habla y apenas anda, se engancha en un perchero y empieza a pasar vestidos ¡y les busca las etiquetas y las mira y remira! Joer, lo llevan ya grabado desde que nacen.»
La otra noche, en casa, abría un botellín de Cruzcampo. Mi hijo, sentado en su trona, me señala y llama a su manera: «Aaaaah. Aaaaah. Aaaaah». Me acerco a él, que abre la boca y se lanza al cuello… del botellín. Me río. Dejo el botellín y lo cojo en brazos. Cuando lo pongo en el suelo -al niño, no al botellín- llega su madre. Le agarra la falda, se la levanta y mira por debajo.
Coñe, con las cargas genéticas.
4 Comments
¡¡JUASSSSSSS!!
Y lo de ver la pelota y darle patadas 🙂
Eso también. Para el resto, os aseguro que es así:
Cuando mis hijas aprendían a andar, si pasaban junto a una pelota el impulso era -si no la ignoraban- tirarse al suelo y cogerlas con las manos o con la boca. Este prenda la primera vez que vio una delante de su pie, se puso a darle patadas.
Bibiana me quita la custodia a la de ya.
La carga genética es hereditaria… de tal palo tal astilla.
Jajajaja
Un abrazo Gonzalo
Un conocido de origen irlandés, el día en que su hijo cumplió un año, le dió su tierno infante un traguito de cerveza Guiness. La madre, de origen español, le dió una bronca de antología a la vista (y oído) de todos los presentes en el bar que asistiéron atónitos a la escena.
El niño comenzó a llorar, la madre tomó en brazos al niño, pidiendole perdón por el susto que le había dado con la discusión.
El niño se giró hacia su padre y alargó los brazos hacia el botellín. Le había gustado la cerveza. El niño no paró de llorar durante la siguiente hora.
El padre no pudo reprimir una sonrisa de satisfacción.
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