Se me han pegado las sábanas y salgo a toda prisa. Mientras cojo las llaves y demás oigo mucho revuelo de pájaros por las ventanas de atrás. ¡Me van a despertar al rebaño!
Salgo y me asomo, por curiosidad. En las cuerdas que a modo de vientos de una especie de toldo he puesto durante el fin de semana charlan animadamente no menos de 8 ó 9 golondrinas. Brillantes, preciosas, todas menos una siguen en su puesto cuando me acerco.
Mientas las veo, en mi hombro derecho, como esos angelitos de los dibujos animados, me susurra la vocecita de mi poco exitosa musa lírica: «Si una golondrina no hace verano, aquí vienen en grupo para confirmarnos que sí, que el verano ha llegado al jardín…»
En mi cabeza empieza a componerse un canto bucólico, cortado repentinamente cuando desde el hombro izquierdo, la voz ronca de mi antimusa, del duende de lo mundano y prosaico, me increpa acompañando un par de collejas: «Tontolculo, que son más de las 9 de la mañana y hasta con el niki blanco que llevas hace un calor de cojones, qué pajarraco ni qué leches te hace falta para ver que es verano».
Las golondrinas salen volando. Y yo al coche, que llego tarde.
Joé qué caló.
3 Comments
Que´jodienda eso de llevar un poeta encerrado en el corazón de un informático ¿no?.
jejejeje
Ya te digo… nunca encuentro rimas que vayan bien con «commit» o «move»
😀 😀 😀
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