Hará 25 años o más. Una de mis hermanas se aplicaba cera en las piernas para depilarse. Cera de la de antes, que había que calentar, y mucho, mucho, mucho en una especie de caldera, extender con una espátula y luego… ejecutar.
Debido a la torpeza de mis alrededor de 14 ó 15 años, cometí doble imprudencia. Primero, por meterme con ella. Segundo, por hacerlo llevando pantalón corto. Zas. Chorreón de cera, desde justo debajo de la rodilla hasta el tobillo. Lo peor de que tu propia hermana te haga semejante faena es que como no le puedes mentar a la familia, no te puedes expresar como merece la ocasión.
Lógicamente, tuve que esperar a que aquello se enfriara y entonces intentar quitármelo. Digo intentar porque al segundo amago de tirón yo casi que prefería ir a amputarme la pierna y esperar que creciera otra a volver a tirar de allí. Así que mi querida hermana puso de su parte y quedó con una lengua de cera llena de pelos en la mano y yo con una pantorrilla pelada, al rojo vivo, y mentando a mi propia familia a gritos.
Nunca antes, y menos todavía después de aquello, había entendido cómo las mujeres pasaban de buen grado por eso sin un pelotón de fusilamiento obligándoles a ello, y tuve claro que, de haber nacido mujer, me hubiera tenido que exiliar a Alemania para exhibir, contenta, trencitas en piernas y axilas. Por no hablar de las ingles.
Sé, qué remedio, que los tiempos adelantan que es una barbaridad, y ya no tienen que escaldarse y los métodos son mucho más llevaderos, pero jamás he cambiado mi convencimiento de que de ser mujer, trencitas en las piernas.
Hace unos días me dejaron en el coche un folleto publicitario. Se trataba de una franquicia de un centro de depilación que por lo que veo que se extiende debe ser uno de los negocios más boyantes en estos duros tiempos. Su publicidad, al contrario de en años pasados, se dirige tanto a hombres como a mujeres. Incluso más a los hombres. Con letras enormes me querían convencer de lo irresistible de la oferta de lanzamiento. 30 euros por pierna. O por las dos piernas, no recuerdo. Incluso creo que en algún rincón del folleto hablaba de precio por miembro. Entiendo que se refiere a brazos y piernas, pero ya no quise ni seguir leyendo buscando las especificaciones, ni mucho menos imaginando. Brrrrr.
Lo que no encontré es si me lo pagan en efectivo o en algún tipo de vale. Pero vamos, me parece muy poco. Ni así voy yo a un sitio de esos. Que mi hermana todavía no me los ha pagado.
Que Don Alfredo Landa nos guarde.
7 Comments
Vista tu juventud y lozanía, estoy seguro que esa agresión todavía no ha prescrito
¿Por qué no denuncias a tu hermana a Bibi?
Sí, para que en el juicio se pida la reconstrucción de los hechos.
Quita, quita.
¡jajajaja! Los temas que se te ocurren.
Por cierto, a alguien le leí una vez (hombre), que no entendía cómo una mujer puede echarse cera ardiendo en el cuerpo, arrancar de raíz el pelo y no chillar y luego chilla cuando ve una cucaracha o una araña 😉
¿Una mujer chillando por esas cosas? Mmmmm… no se me ocurre ningún ejemplo…
Ejem…
😛
Siempre se ha dicho que para presumir hay que sufrir.
Un abrazo
Uy, uy, uy, Javier… que eso ha sonao a justificación…
Un macho hispánico como tú…
Los establecimientos de ese tipo se han convertido en una plaga. Además la carta de precios que exhiben en el exterior es más amplia que la de cualquier restaurante. Cada vez que me encuentro un panfleto o cartel de esos descubro nuevas partes del cuerpo humano. Sin duda que junto con las funerarias el sector este parece que no decae.
Un saludo!
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