Las sombras se alargaron, como el abrazo de los niños despidiéndose entre el llanto inocente de su amistad desgarrada por el fin del veraneo.
El viento se enfrió, como el corazón de los jóvenes que se despedían con un último beso mintiéndose que su amor duraría todo el invierno.
Las tardes siguieron acortándose, como la memoria de aquellos que se intercambian direcciones y teléfonos asegurándose noticias mutuas y prontas que no llegarán hasta que vuelvan a compartir arena en la misma playa.
El despertador volverá a recibir sus golpes de cada mañana, y el volante recuperará las maldiciones y las uñas clavadas en la desesperación de cada atasco.
Y todos volvimos.
Bien hallados.
5 Comments
¿Y por qué dices que hemos vuelto todos?
😉
Pues bienvenido seas. ¡Sus y aellos!
¡Bienvenidos!
Kikás, volvimos todos los citados en la entrada… y nosotros.
Séneka, Pepa… ¡Bienhallados!
¡Ah! y yo no…
Cria cuervos…
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