De lo ocurrido con los «Roms» (gitanos rumanos) en Francia en las últimas semanas, me quedo con las reacciones de la gente y los medios, y cómo se pronuncian siempre en función de quién haga algo, y no de qué sea lo que se hace. Intento encontrar el equilibrio para terminar de formar una opinión.
Ayer tarde entraba en un pequeño -muy pequeño- comercio sito en el pueblo en el que vivo. Encuentro la puerta cerrada y la pequeña ventanilla abierta para despachar por ella, como últimamente suele ocurrir en horas en las que no hay mucho tránsito de gente. Recuerdo lo raro que se me hizo, hará uno o dos años, cuando instalaron el sistema en un local que hasta entonces era como una casa abierta a todo el que pasaba, en la que se montaban no pocas tertulias.
La encargada -que no dueña- hace punto al fondo del local. Yo me agacho para ponerme a la altura del ventanuco y doy las buenas tardes. Ella me ve, me sonríe, coge las llaves, abre la puerta y la vuelve a cerrar tras de mí. Se mete en el mostrador tras el que lleva muchísimos de sus cincuenta y bastantes años. Me pregunta por la familia mientras me atiende, me cuenta alguna cosa algún achaque, sobre sus nietos, sobre cómo era antes el pueblo, recuerda en voz alta su infancia y juventud dentro de una familia humilde del pueblo… Más o menos lo de casi siempre que soy el único cliente en el local que frecuento semanalmente desde hace 10 años.
Llegan dos señoras y una niña, también clientas habituales, que intentan abrir la puerta y no pueden. Damos por terminada mi compra y la charla, y me despide mientras coge sus llaves y hace por salir del mostrador para abrir la puerta para que yo salga y ellas entren cuando en esto se suman otros clientes en el zaguán.
Tres varones de ventitantos años facilmente reconocibles como gitanos rumanos. La encargada suelta un «ay, coño» mientras se queda a medio camino de donde estaba, como sin saber qué hacer. Fingiendo normalidad y sin levantar la voz más de lo necesario, me dice «Gonzalo, pasa al fondo y espera un poquito, hazme el favor». Por el ventanuco atiende primero a la cliente conocida y luego a los recién llegados. Termina la venta y, ahora sí, toma las llaves y sale del mostrador. Yo no hago ningún comentario. Ella me mira y, con gesto a medio camino entre la tristeza y el enfado, relata: «Cada vez que vienen, uno se pone a pedirme cosas, rectificando y cambiando constantemente, y los otros se ponen a moverse por aquí, sin estarse quietos ni un momento y queriendo entrar hasta la cocina. Siempre igual. Nunca vienen de uno en uno y de frente. Siempre enredando. Están aquí por la aceituna. A ver si terminan ya y se van a su país, coño.»
Me encarga dar recuerdos en casa y vuelve a cerrar la puerta tras mi salida. Yo me alejo sabiendo que acabo de tocar la España real. No digo buena o mala. Real.
One Comment
Es politicamente incorrecto sí.
Tambien el decir que los bienpensantes, políticos, periodistas, y formadores de opinión viven en ghetos para ricos, y que como no va con ellos puden sentar cátedra.
El día que alguien les pega un tirón porque salen de su burbuja exigen seguridad ciudadana.
Y nada digo de los millones que aquí han venido a ganarse el pan honradamente como nosotros salimos, no hace tanto.
(Mariana, en casa te echamos todos mucho de menos. Espero que te vaya muy bien con tu bebé en Rumanía)
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