La noticia es de hace ya una semana, y ha sido comentada en varios sitios, pero no me resisto a traerla aquí. La cuestión es que la «Comisión de Igualdad del Congreso» (sea eso lo que sea) ha aprobado una proposición del Grupo Socialista para que el Gobierno «elabore e impulse protocolos de juegos no sexistas para que se implanten y desarrollen en los espacios de juego reglado y no reglado en los colegios públicos y concertados de Educación Primaria, en colaboración con las comunidades autónomas«.
Mi primera reacción al leer tal engendro fue sencillamente de pensar, una vez más, que cuando creemos que en este país no puede haber más gilipollas, descubrimos que cada día que amanece, un nuevo tonto aparece. Ha sido con el paso de los días que la cosa ha ido creando poso y ya no le veo la poca gracia que tenía en su día el reírnos de esta panda. Con el paso de los días uno ve la gravedad del asunto. Y la gravedad del asunto no es tanto que haya una clase política tan sectaria que vaya a regular por ley a lo que pueden y no pueden jugar nuestros hijos en función de su sexo -sí, las personas no tienen género, imbéciles, tienen sexo-, que ya tiene lo suyo. Lo más grave es que ¿saben? esta norma se implantará y nadie moverá un dedo.
Recuerdo cuando mi hija mayor tenía dos o tres años le encantaba coger la escoba de casa y barrer. O hacer como que barría, ya me entienden. El caso es que los Reyes le trajeron un carrito con una escoba, un recogedor, una fregona y un trapo, todo de juguete. Nuestra amiga M.M. nos dijo que le parecía fatal, y me preguntó sobre si hubiera hecho lo mismo en caso de ser un varón. Yo contesté que la cuestión no era esa, sino que la niña quería coger las escobas de verdad y para eso mejor que tuviera la suya de juguete.
Hoy miro a mis hijos. La mayor ya no quiere saber nada de la escoba, ni de juguete ni de verdad. Nunca le ha interesado jugar con muñecas, salvo casos muy puntuales. Su manera de disfrutar es corriendo, saltando, cantando… La mediana por el contrario es capaz de pasar horas y horas jugando con sus muñecas, levantando todo un mundo imaginario asombroso. También disfruta enormemente con sus cocinitas y sus cacharros. Y literalmente babea al ver un bebé y su sueño es ser profesora de guardería y tener varios niños. El pequeño tiene varias aficiones: Pellizcar a la mediana, morder a su madre, tirar cosas a la cabeza de la gente… Pero cuando se pone a explorar por la casa, hay dos cosas que le arrebatan. La primera es coger aquella escoba y aquél recogedor de juguete y «barrer» toda la casa. La segunda es encontrar los cacharritos de cocina de su hermana y sentarse a jugar con ellos, haciendo como que pasa comida de cazos a platos y con una cuchara darle de comer a los muñecos o a él mismo.
Y recuerdo aquella pregunta de M.M., y veo a Gonzalete dale que te pego, escoba en ristre y plato al hombro, disfrutando como un enano. Bien. Pues ahora que venga alguien a explicarme por qué coño le tengo yo que decir a mi hija mediana que sus hermanos juegan correctamente pero que ella deberá cambiar de aficiones en el colegio porque según el protocolo propuesto no se admitirá que se dedique a jugar con los muñecos.
¿Cabe en alguna cabeza humana mayor gilipollez? Supongo que esas mentes pensantes no aprueban que mi hija, con un muñeco, juegue a las mamás en el patio del recreo. Seguro que prefieren que sola o en compañía de otros -y otras, claro- jugase a los médicos.
Decía que esto se implantará y nadie moverá un dedo. Quizá no soy justo del todo. Sí, habrá quien mueva un dedo, se elevarán recursos, se acudirá al juzgado… Nada, inútil, pamplinas.
Yo no moveré un dedo, sino cinco. El día que un comisario, o alguien del colegio por orden de un comisario, le diga a nuestros hijos que a eso no pueden jugar, esto se arregla de una única manera: Moviendo, como decía, cinco dedos. En dirección a la cara del gilipollas en cuestión. Y tantas veces como sea necesario. Verán como así, sin tribunales superiores ni zarandajas, se le quitan las tonterías a alguno. Con el único lenguaje que acabarán entendiendo.
4 Comments
¡Pero qué radical que eres! 😛
Yo no usaría 5 dedos, yo usaría los 10 de las manos y los 10 de los pies (pero no a la vez)
El problema no es que en el Congreso no quepan más tontos, el problema es que entre los electores tampoco.
Ahí tienes a tu amiga (Que por qué no se meterá en los juegos de sus hijos y no de los tuyos)
Ojo, que esto es una marea…y nos acabará llevando…y algún profe te llamará al cole para indicarte que Gonzalete no juega a lo politicamente correcto…y tú no sabras si soplarle una galleta o callarte, que Gonzalete, al fin y al cabo, tiene que aprobar
Pues claro, Kikás. Al final, la chusma política que nos mangonea no es más que el reflejo cruel de la clase dominante: lo que tú muy acertadamente denominabas hace poco «la España de Belén Esteban». Y claro que es una marea. Un tsunami, más bien.
Particularmente en el ejemplo que pones no me veo… vamos, que yo creo que la galleta se la lleva, y si no aprueba el niño, total, para lo que le iba a servir…
Tu pronto te pierde, ya te lo dije alguna vez
😉
Eso sí, la tensión la liberas de coña, menos trabajo para los sicoanalistas
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