Hace unos días resultaba muerto un joven en un «macrobotellón» «celebrado» en Sevilla. En tertulia de café yo concluía que el problema está en que ante tan trágica noticia nos lleváramos las manos en la cabeza, pero antes de ella nadie moviera un dedo. Pensaba y pienso escribir al respecto, pero hoy lo que traigo es una carta al director que publicaba ayer Diario de Sevilla, firmada por Rafael Javier del Castillo, de Sevilla. Dibuja con bastante fidelidad un panorama por el que nadie parece alarmarse, salvo cuando llega el certero navajazo.
Cómo van y cómo vienen del «botellón».
Viernes, 16:30. Subo al autobús con destino a Sevilla desde una localidad aljarafeña. El lleno es absoluto debido a la gran cantidad de jóvenes que van hacia un macrobotellón de la fiesta de la borrachera. Lo primero que me llama la atención es la gran cantidad de botellas de alcohol que portan. En una de las paradas suben al autobús cuatro mocosos encrestados, uno de ellos se cuelga de los asideros del vehículo y comienza a balancearse espasmódicamente cual mono en un trapecio, y chilla: «Esta noche vamos a canear a unos cuantos pijos». La llamada a la guerra santa del anormal provoca el regocijo y la chufla de sus compinches. Al llegar a Sevilla, y al final del puente del Patrocinio, multitud de jóvenes atraviesan la calzada desde Triana a la Cartuja, ignorando la prohibición de los semáforos, poniendo en riesgo su integridad física y comprometiendo a los desbordados conductores (amén de los grandes atascos de tráfico).
Vuelta tras el trabajo. El autobús de las diez de la noche hace su aparición a las once en el interior de la estación de Plaza de Armas. Observo estupefacto el estado de algunos jóvenes (chicas en su mayoría) que llevan cogorzas de órdago. Una vez acomodados en el vehículo, la ingesta excesiva del alcohol y otras sustancias comienza a pasar factura.
«¡Quilla, que te voy a potar!» chilla una. Otra berrea en la parte posterior cual ramera portuaria: «Quiero un tío bueno para f…!» (sin ningún tipo de pudor ni consideración al resto de los pasajeros).
La degradación moral de parte de la juventud tiene su origen en la falta de aplicación de la ley por parte de las autoridades gubernamentales, autonómicas y locales; la dejadez de unos padres desentendidos en la educación de sus hijos y una educación para la ciudadanía que omite en sus folletines el principal valor: el amor al prójimo.
Rafael Javier del Castillo (Sevilla).
Este es el panorama. Yo pasé el viernes del apuñalamiento, no más tarde de las 19:00, por la avenida que separa Triana de La Isla de la Cartuja. Los botelloneros estaban llegando, y allí ya se intuía que raro sería que no pasara algo. Pero las discusiones se limitan a si deben juntarse ahí o en otro sitio en el que moleste menos el ruido, o lo que cuesta recoger al día siguiente la basura. Cuando llegan apuñalamientos y violaciones, todavía alguno se extraña.
8 Comments
En otros lugares se concentran para luchar por la libertad y aquí se concentran para luchar por la mayor borrachera.
No podemos coartar su libertad de expresión, perdón… de «tajarse»
¡Qué futuro!
Unos meses de mili les haría falta
La próxima vez que pidan un tio bueno les facilitas mis datos, Gonzalo
(Solo si tienen más de 18 años, por supuesto)
Kikás, creo que todavía te afecta el picante y el efecto de las camareras de tu comida mexicana.
Pitu, te iba a decir que más que el comer… pero tengo dudas de si los instructores del CIR / CIM merecen semejante castigo…
Javier, sutiles diferencias entre las inquietudes de aquí y de allá…
Ayer a eso de la diez y media de la noche, tenía una conversación telefónica con mi hermana, quien me decía que está sufriendo de mucha tensión nerviosa. Le pregunto por qué tiene tanto estrés y no le da a tiempo a responder cuando tiene que vocear a sus hijos para que se vayan a la cama «de una puñetera vez». El mayor de sus hijos tiene ocho años, el menor tres. Los tres están despiertos a las diez y media de la noche y no se quieren ir a acostar. Mañana, en la clase, darán cabezazos encima del pupitre. Yo les digo que mis hijas están en la cama desde las 7 y media de la tarde. Si su madre se retrasa un poco, pueden irse a las ocho, para que su madre les de un beso de buenas noches. Pero no más tarde, si su madre llega más tarde de esa hora ya les verá por la mañana. Cuando se despierten a las siete de la mañana, sin que nadie tenga que despertarles y sin remolonear, habrán dormido entre 11 y 12 horas y estarán alegres y en forma. No necesito despertador, me despiertan mis hijas saltando en mi cama.
Mi hermana dice que eso en España es imposible, que eso en España no lo hace nadie. Que si ella lo hiciera, sus hijos serían unos bichos raros sin relación social y que quiere que sus hijos sean normales, niños como los de los demás.
Como los de los demás. Vaya. Recuerdo que hace dos veranos, volvía a mi casa en el centro del pueblo a eso de las 12 de la noche. Quise entrar al aparcamiento de mi propia casa. Al intentarlo, mas o menos treinta personas se pusieron en pie en la terraza cercana, como movidos por un resorte, y salieron corriendo en mi dirección. Muchos me reprendieron, algunos me insultaron y yo sin entender nada. Por fin uno me gritó:
– ¿usted no se da cuenta de que aquí están jugando nuestros hijos?.
– ¿Sus hijos? (Miré hacia la calleja y ví unos cuarenta niños de menos de siete años) ¿Y que hacen todos estos niños jugando en la calle a las 12 de la noche?
Me miró como si fuese un marciano, tan sorprendido que ni me contestó.
Poco después, yo salí a tomar una copa a esa misma terraza. A eso de las tres de la mañana aún habían niños entre las mesas suplicándo a sus padres que les llevaran a dormir. Los padres, con cara de fastidio, se despedían de sus amigos a quienes envidiaban ya que, por no tener hijos, se podían quedar hasta el amanecer (o más tarde) y se marchaban, en dirección al aparcamiento con un niño en brazos y el otro llorando o dándose puñetazos en los ojos, arrastrando los pies.
Estos son los padres «normales» que tienen niños «normales». A todos estos padres «normales» les deberían retirar la custodia de sus hijos «normales» para evitar que los maltraten de esa forma tan «normal».
Luego son los mismos padres que, dentro de diez años, se preguntarán, si es que les queda algo de raciocinio, por qué sus hijos se emborrachan en los botellones hasta altas horas de la madrugada. En realidad, no hacen otra cosa que seguir el ejemplo de sus padres. La diferencia es que en el botellón, el alcohol es más barato que en la terraza. Y es que si con siete años está en la cama a las ocho de la tarde, tienes margen para negociar después cuando tiene diecisiete. Pero si a los siete años está contigo en la terraza hasta las tres de la mañana, viendo como te trasiegas un cubata tras otro, ¿puedes realmente esperar que cuando tenga quince años regrese sobrio antes de las doce de la noche?
No respondan, caramba, que es una pregunta retórica….
A ver, a ver, a ver… o como escriben los de la generación mejor preparada de nuestra historia… haber, haber; que una cosa es una cosa y seis, media docena.
Estoy plenamente de acuerdo contigo en eso que me cuentas de los niños a las tres de la mañana dando cabezazos mientras los padres se hinchan a copas… pero de eso a meter a los niños a las siete de la mañana en la cama hay un término medio.
Entiendo también que hayas sido abducido por la mentalidad de esos países bárbaros del norte y que todavía estés pensando en invierno… pero recuerda que yo soy sevillano, y tú sabes perfectamente que en un día como hoy, no hay que irse a mediados de julio, a las siete de la tarde hace una solana considerable. A esa hora llegaba hoy yo a casa y me he puesto con mis hijos a jugar en el jardín, que es lo que apetece. En verano ya ni te cuento, es que a esa hora aquí tienes que estar metido en la piscina o debajo de un aspersor.
En verano no te digo yo que a las 12, pero a las 11 no me parece nada raro estar toda la familia en planta, con 34 grados en la calle, tomando un helado en el porche. No sueltos por la calle, eso es otra cosa.
Y levantarse a las 7 en sábado, domingo o vacaciones no es nada sano, además de una ordinariez.
Gonzalo…no sé donde vamos a llegar con la educación de tus hijos….
Con lo bonito que es que te inviten a dormir en casa de Fuego Fatuo en Flandes, y a la mañana siguiente te dé un infarto a las 6 de la mañana durante el desayuno, viendo niñas dando vueltas a la mesa de la cocina que parecen los idios rodeando el campamento de los colonos en Fort Apache, mientras no sabes si mirar la tostada o a la niña que no deja de dar vueltas…
A las seis de la mañana una persona decente debe estar acostada… o acostada.
Por lo menos en los países civilizados.
😛
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