Vamos tirando

Gonzalete cumple hoy dos años. Mi santa me dice que creía que por ello le iba a dedicar una entrada. Yo, que tenía preparado dedicársela pero independientemente de la efeméride, me veo en la obligación de dejar al menos constancia.

De Gonzalete anuncié aquí su asomar al mundo y los difíciles primeros días y luego recuerdo haberlo citado y «utilizado» en alguna entrada. Las niñas también me han dado pie a alguna reflexión (ayer, sin ir más lejos, la última), pero no recuerdo haberles dedicado entradas en cada cumpleaños. Sí le dediqué a la mayor en ocasión mucho más importante, pero no por cumpleaños.

Evidentemente son fechas a recordar. Referencias para la comparación. Repasar fotos y vídeos «mira, con 4 años»; «Mira, aquí era como ahora su hermano»; «Fíjate en las dos fotos, lo que se le nota el año»… Esas fotos ante las velas ardientes, primero con la mirada asombrada, queriendo meter el dedo en la tarta, junto a padres y abuelos… luego con esas sonrisas pícaras con los primos… luego con sus disfraces (de princesa, ¿eh?) rodeadas de amiguitas… y cuánto pesan esas fotos, cuando los regalos que se reciben no son peluches o puzles sino pulseras o pendientes y no hay merienda ni piñata sino almuerzo y cine…

Pero quizá haya ocasiones más importantes a recordar. Ese echar a andar, esas primeras parrafadas, esa primera despedida de los amigos a los que no sabe cuándo volverá a ver, esas preguntas comprometidas, ese darse cuenta de que esto ha dejado de ser juego continuo y empiezan rutinas y obligaciones…

Eso es realmente lo que irá marcando sus edades, su crecimiento, su aprendizaje… Y en nosotros, esa mezcla tan extraña que nos llevará del orgullo de padres al lamento por los años huidos, con prisa y sin remedio. Y pensaremos que ya van siendo grandes y podemos ir asomando la cabeza, y saliendo de tantas y tantas cosas, que vamos cumpliendo etapas, creyendo que ya nos vamos estabilizando… para constatar, año a año, que sí, que los niños van siendo más grandes, y por tanto nuestros problemas y preocupaciones, también.

Gonzalete cumple dos años. Y no tiene nada que ver con ninguna de sus hermanas a la misma edad. Celebraremos el aniversario, tendrá su tarta y regalos, y quedarán las fotos para comparar, o mejor para constatar el paso del tiempo.

Y pasará, y vendrá otro, otro y otro cumpleaños. Y dejaremos cosas para mañana, porque quedarán por delante tantos cumpleaños… Cumpleaños en los que pensaremos que estamos a tiempo de todo hasta que contemos un día las velas de la tarta y pensemos, de repente «¡ay, cuántas! ¿y ahora… a quién le hago pedorretas en la tripa, a quién cuento cuentos, a quién monto a caballito, a quién arropo, a quién le presento unas bases desde las que ver la vida con firmeza, a quién consuelo ante las primeras decepciones de la vida, a quién le explico, a quién le ofrezco…?»

Y entonces, sólo entonces, nos daremos cuenta de las ocasiones perdidas y de lo inútil que resulta todo aquello que quisimos atender sin falta, dejando para más adelante lo que ya no tiene remedio.

Quizá sea bueno pensarlo ahora y tenerlo en cuenta la próxima vez que a la llamada de un hijo piense en contestar un «bueeeeeeno, ya lo haremos, que ahora no me apetece».

Los cumpleaños, esa cuantificación de la manera en que nuestros pequeños enanos van escurriéndose entre nuestros dedos convirtiéndose en… nuestros grandes enanos.

Felicidades.

Ah, y la entrada que tenía para hoy, claro, la dejamos para la próxima.