Sonrío maliciosamente al leer al Señor Embajador cuando dice que no sabe «lo que ha pasado en Noruega, pero estoy convencido de que lo que ha pasado no se parece mucho a lo que los medios dicen que ha pasado.»
Maliciosamente, digo, porque no puedo dejar de pensar en que hace apenas unas semanas concluía yo que en el norte de Europa empezaban a sonar voces que en voz más alta que nunca discutían sobre las bondades de la situación social y del camino de la construcción europea.
Y, pobre de mí, pensé que ya estaban tardando en sacar a un loco que hiciera el papel de espantajo a sacudir como peligros del nacionalismo y el euroescepticismo.
Palabrita. Lo pensé. Hace pocas semanas.
También me ha sacado otra sonrisa igual de maliciosa la insistencia de la prensa española de que el detenido por la locura ocurrida en Noruega es «alto, rubio y de ojos azules».
Cielos.
En Noruega. Alto, rubio y de ojos azules. No puede estar más claro.
¿Verdad?
Descansen en paz todas las víctimas.
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Edito: Muy interesante entrada a la que llego desde un comentario en la ya enlazada del Embajador
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Gracias por el enlace Gonzalo.
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