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La derrota o el inicio del camino

A pesar de los años sigo recordando la sensación. Después de atravesar España de norte a sur, el bajar del coche y sentir el calor pegajoso de Sevilla, el bochorno de la casa cerrada durante días mientras fuera ardía el sol de agosto, , la cama pegajosa, la desagradable sensación de abrir los ojos en la mañana y no oír ni el campanario, ni los cencerros, ni el río, ni el viento agitando las ramas de los árboles que parecían querer entrar por mi ventana… Y el calor, el pegajoso calor del agosto sevillano.

Nunca he olvidado esa sensación. Para mí simbolizaba la derrota. Después de semanas de plenitud, de monte, de abuelos, de primos, de baños en el río, de rodillas raspadas en las rocas de alguna cueva, después de tener la vida entera en mis manos, abrir los ojos esa mañana era la mayor derrota del año.

Pensaba en ello ayer, mientras tragaba kilómetros y cuánto más se escondía el sol, más subía el termómetro del coche. En el retrovisor, las niñas aparecían mucho más mayores y guapas que quince días atrás, cuando nerviosamente se embarcaban en un autobús que les llevaba, literalmente, a un mundo desconocido.

Desde que el verano pasado el querido Séneka me descubriera que lo que yo andaba buscando existe, había contando los días que quedaban para ello. Venciendo nervios y dudas de primerizos, dimos el paso, y durante quince días su madre ansiaba una nueva noticia y yo rogaba por que les estuviera siendo provechoso.

En el espejo las niñas seguían dormidas, exhaustas, agotadas. Su hermano intentaba llamarles la atención y seguir los juegos y cantos que tanto había echado de menos y con los que le acribillaron hasta que les venció el cansancio acumulado.

Y yo pensaba en la sensación de la derrota que les esperaba al llegar a casa y al amanecer de este día.

Resuenan ahora en mi cabeza las palabras de Míriam, la directora del campamento, en el acto de clausura. «El campamento no acaba aquí» -decía «sino que empieza ahora. Padres, por favor, de vosotros depende que esto siga, sirva de algo y dé fruto».

La disposición de otros padres de Sevilla para que los chavales mantengan el contacto y sobre todo el espíritu y la formación recibida no puede ser un brindis al sol, como esos que se lanzan en tantas situaciones, tantos «bueno, a ver si nos llamamos un día…» que se saben falsos desde antes de pronunciarlos.

No. Este no es el caso. Y por eso espero ciertamente que el calor pegajoso de hoy no signifique una derrota, sino el inicio de un camino.

Así sea.

4 Comments

  1. Javier wrote:

    Que el calor pegajoso de Sevilla no se coma las buenas intenciones que nacieron en un campamento en la naturaleza.

    Un abrazo

    martes, agosto 16, 2011 at 18:40 | Permalink
  2. Kikas wrote:

    A Ja este año le tocaron dos
    Uno de Rugby en la Ribeira Sacra
    Otro de Ajedrez en la Sierra de Bejar
    Y los papás encantados de que se vayan, jejeej
    Pero ya te lo he dicho muchas veces, es que yo soy un cacho de carne con ojos, sin ninguna sensibilidad
    (Por cierto, la gorra de mi hijo tambien era roja, pero no llevaba rabito, que parecen los cobradores de San Mamés);-)

    martes, agosto 16, 2011 at 19:30 | Permalink
  3. Seneka wrote:

    Me alegra mucho leer esto. Que sea el comienzo de algo grande … ¡ojalá!

    Abrazón

    lunes, septiembre 12, 2011 at 12:12 | Permalink
  4. Gonzalo wrote:

    …y será en gran parte culpa tuya, Seneka.

    martes, septiembre 13, 2011 at 9:51 | Permalink

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  1. Bitacoras.com on martes, agosto 16, 2011 at 17:21

    Información Bitacoras.com…

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