A veces me he puesto, de manera casi inconsciente, a dividir mi vida en partes iguales y compararlas. Y me acabo de dar cuenta de que llevo en este valle de lágrimas una vida que puedo separar en tres tercios de catorce años.
Tras el primero de esos tercios yo era supongo que tan tonto como cualquier otro chaval de esos catorce años. Pensando que ya sabes de qué va esto, incluso sosteniendo que tienes más o menos pensado qué harás de mayor (de más mayor, claro, porque con catorce ya lo eres, ja). Te haces la idea de quienes estarán ahí mañana, igual que hoy. Y algunos incluso se atrevían a confiar en que aquella muchacha sería la que estaría a su lado para siempre.
Pero llega el segundo tercio. Y lo completas. Y compruebas que aquellos amigos que lo serían para siempre, de algunos tienes dificultades hasta para recordar el nombre o son sólo una leve imagen borrosa de una cara que no sabemos situar. Y qué decir de aquellas muchachas a las que susurramos amor eterno, que tuvieron la sensatez de rechazar nuestra oferta y partir sin despedirse… Sí, eso eran cosas de chiquillos. Ahora ya, un hombre hecho y derecho, terminando el segundo tercio, ahora sí, con todo claro y requeteclaro, con tanto vivido siendo ya un adulto. Y otra vez: Ja.
Y así me ven, cumplido este tercero y descubriendo que los dos primeros son ya cosa lejana que tan solo (y nada menos) fueron el cimiento de este tercio. Un aprendizaje. Apenas un esbozo, una toma de apuntes que, como todos los apuntes, a la hora aplicarlos descubres que la teoría está bien en los libros… pero que la vida real es eso. Real.
Y así acabo este tercio. Como lo empecé, hace hoy esos catorce años. Es verdad que habiendo aprendido mucho, habiendo crecido mucho, habiendo vivido mucho… Habiendo reído mucho, y también llorado, habiendo disfrutado mucho y también sufrido, habiendo fallado mucho y también, espero, acertado… Este tercio es en realidad más que los otros dos juntos. Mucho más. Y si hoy miro atrás creo que los dos primeros son sólo un amasijo de recuerdos y que este último es mi vida entera.
Así, hoy quisiera estar en el mismo sitio que hace exactamente catorce años. Y repetir las mismas palabras: «…en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida».
Los de estos catorce años… y de los muchos otros catorce que quedan. En lo bueno y en lo malo.
5 Comments
(y ustedes perdonen que me desnude así, en público)
Muacks
¡Ea! ¡Otra vez la lágrima!
Desnudarse en público es una costumbre de los bárbaros. Las suecas y todo eso. Lo más un topless, Gonzalo
¡Enhorabuena, los michelines ni se notan!
😉
Muchas felicidades. Yo también hice catorce en junio.
Catorce por tres…veinticinco. Na, hecho un chaval. (Para que luego digan que la Logse no sirve para nada, tengo una inteligencia emocional que mete miedo).
Enhorabuena, Gonzalo.
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