– A ver, señora, recapitulemos. Entonces dice usted que cuando llegó…
– Pues mire, yo estaba tan tranquila, a mis cosas, y en esto por el rabillo del ojo noté que algo no estaba bien. Y entonces miré, y allí estaba todo, como le he dicho.
– Ya, espere que miro mis notas… dice usted que había un soldado en el fondo del río, un carro de bueyes aplastando a una familia de conejos, un panadero subido en un árbol…
– Y el camión de bomberos, y el camión de bomberos, no se olvide de eso que yo es que me quedé asustada cuando lo vi, ahí volcado en medio del rebaño, de verdad, qué cosa más triste.
– Eh… sí, el camión de bomberos. ¿Nada más?
– Bueno, también lo de la gallina metida en la fuente, y lo de los puestos del mercado uno encima de otro y los mercaderes aparte, en corro.
– Ya. Y… ¿nada más?
– ¡Hombre! ¿Es que le parece a usted poco?
– ¿Por casualidad notó usted si había bastante serrín en el suelo, al lado de la escena?
– ¿Serrín? Huy, pues mire, ahora que lo dice, sí, que cuando me acerqué me di cuenta porque crujía al pisar del montón que había.
– Ya. Y todo esto habiendo un niño en la casa le llama a usted la atención, ¿no? Perdone que le pregunte… usted hasta ahora ha vivido unos advientos muy tristes… ¿verdad?
2 Comments
Tengo que contarlo… he sentido la necesidad de escribir esto justo al soltar la escoba y vaciar el recogedor…
No me extraña … jajajaja
Abrazote pa toa la familia
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