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Al médico

Entraban en el hospital a primera hora de una gris y antipática mañana.

Ella caminaba despacio, trabajosamente, adaptándose a su paso. Le llevaba de la mano, con paciencia. Él alternaba sus pequeños y cortos pasos con parones, volviéndose a observar cada cosa que llamaba su atención. A cada uno de esos parones, ella acompañaba con un suave tirón de su brazo y un dulce «veeenga, que ya llegaaaamos» que hacían que él volviera a dar uno, dos, tres pasos antes de pararse de nuevo.

En la cara de ella se reflejaban a la vez el cansancio de una mala noche, la impaciencia por el andar cansino y una dosis enorme de ternura.

En una de las etapas ella se dedicó, con cuidado, a remeterle la ropa, escondiendo el filo de los pañales que hasta entonces asomaba por la cintura. Sacó un pañuelo y le limpió la cara y le sonó la nariz. Se detuvo ahí, a unos centímetros de su cara, observándole. Tras unos segundos besó su frente y le dijo «venga, que ya estamos». Él contestó algo ininteligible para mí, palabras torpemente pronunciadas e inconexas, que dibujaron una sonrisa en la cara de ella, acostumbrada a su lenguaje particular.

Yo llegaba ya a la puerta de salida, pero me entretuve disimulando para observar la escena. Había en ella tanto cariño, tanta paciencia, tanta entrega que quise disfrutar de lo que rebosaba.

Se perdieron por el pasillo y los perdí de vista. Los imaginé llegando a la sala de espera, sentándose a aguardar que saliera el médico, mientras ella le entretendría contándole historias, abrochándole la ropa, atándole los cordones de los zapatos…

Allí le preguntarían y ella explicaría lo que le había pasado durante la noche, los dolores, la fiebre, la tos… como seguramente él, su padre, hace muchos años hizo con ella más de una vez.

2 Comments

  1. Es cierto. Son escenas de amor impagables en los tiempos que corren. Se ven cada día en hospitales y en algunas residencias de ancianos, o incluso en centros de día o por las calles.
    Ternura y compasión.
    Pero en lo más profundo de mi alma detesto ese progreso que nos permite vivir hasta edades a las que, nos guste o no, lo natural sería no llegar. Los modernos te contestan con la eutanasia, por que no tienen fe ni esperanza.
    Yo personalmente sólo le pido a Dios morir después de mi esposa, a la que no me perdonaría dejar sola en este mundo, y como último regalo de aquel que me regaló la existencia, Dios Nuestro Señor, una muerte honorable, en combate,frente al enemigo, ya sea un combate de guerrero o el pacífico combate de los mártires.
    Pero no en una cama de hospital, con pañales, sondas y tubos.

    lunes, febrero 17, 2014 at 12:56 | Permalink
  2. jaime salado wrote:

    Preciosa tu entrada y comparto el comentario de Alphonse. Enriquecedores ambos

    martes, febrero 18, 2014 at 23:30 | Permalink

One Trackback/Pingback

  1. Bitacoras.com on viernes, febrero 14, 2014 at 13:16

    Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Entraban en el hospital a primera hora de una gris y antipática mañana. Ella caminaba despacio, trabajosamente, adaptándose a su paso. Le llevaba de la mano, con paciencia. Él alternaba sus pequeños y cortos pasos con paro…

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