El andar por redes sociales (en mi caso fundamentalmente google + y algo twitter) hace que uno entre en discusiones con más frecuencia pero también con menos profundidad y dedicación de lo debido, haciendo además que este rincón quede medio abandonado.
Toda mi vida uno de los temas recurrentes (a mi pesar, ojalá no hiciera falta, como no suele hacer falta discutir de la esclavitud) es el del aborto. Y evidentemente en las últimas fechas, pues todo lo que giraba en torno a la abortada ley de Alberto Ruiz Gallardón.
Creo que entre comentarios, tuits y publicaciones en el plus he dicho casi todo lo que había que decir del asunto, pero me gustaría intentar compilarlo todo por un lado para dejarlo claro y por otro para tenerlo como enlace permanente y no tener que repetirlo cíclicamente, como suele ocurrir.
En primer lugar, antes incluso de referirme a la ley en sí, o mejor habrá que decir al proyecto, me gustaría hacerlo a las circunstancias que acompañaron a su nacimiento:
Desde muchos medios de esos que se llaman conservadores y sobre todo desde muchas organizaciones de esas que llaman provida se había mentido a la población para orientar su voto hacia los peperos bajo el argumento de que para la defensa de la vida era la «única opción viable». Y se venía insistiendo desde el 20 de noviembre de 2011 (fecha en la que el recuento de los papelitos depositados en las cajitas decidió que el Partido Popular y el Sr. Rajoy podían formar gobierno y legislar con mayoría absoluta) en que un compromiso de los populares era «derogar el aborto». Lo cual era una falsedad palmaria, ya que semejante cosa jamás fue defendida por los chicos de la gaviota, y que en todo caso una supuesta derogación de la llamada Ley Aído no significaría más que su sustitución por otra ley cuya bondad o maldad estaba por ver. Pero para ellos, voceros de Don Mariano, lo que contaba era el gancho.
Ciertamente, durante la campaña de 2011, los peperos hablaron de la llamada Ley Aído, y lo hicieron sobre dos aspectos concretos: Por un lado, manifestando su oposición a que menores de edad pudieran realizar un aborto sin el permiso ni conocimiento de los padres (lo cual luego matizaban, porque claro, si hay una situación de presión habría que tenerla en cuenta) y por otro lado asegurando que incluirían medidas de «protección a la maternidad y a la mujer embarazada», cualquier cosa que esto signifique.
Y nada más. Jamás, nunca, en ningún documento, intervención o declaración ningún pepero relevante insinuó ni mucho menos se comprometió a absolutamente nada más en esta materia. Ni para defender la vida ni para eliminar, ojo, la impuesta inculcación de «educación sexual» desde la perspectiva abortera en los colegios. Es decir, JAMÁS dijo que fuera a acabar ni a limitar de forma alguna el aborto. Recalco esto porque es importante tener en cuenta la actitud en ese momento de los hoy sorprendidos (y me refiero a organizaciones y medios concretos) para analizarlo más adelante.
Andando meses y años de legislatura empieza el runrún sobre lo que ya no es la «derogación» sino la «reforma» de la ley del aborto, lo cual responde más a la realidad. Pasan meses y años, pero el asunto «no toca» porque lo importante es lo importante para Don Mariano, y reformas y amnistias fiscales son más necesarias que el que diariamente se exterminen trescientas vidas humanas. Oiga, que somos demócratas, liberales y occidentales, no me compare. Y los mismos medios y organizaciones que aseguraron que no quedaba más remedio que votar al PP porque eran los únicos que harían algo, empiezan a verse en ridículo y, con cariño y modales muy distintos a los utilizados con el gobierno anterior, comienzan a recordar el tema eso sí muy de vez en cuando.
Es cuando el Sr. Gallardón anuncia un proyecto de ley para las próximas fechas que acaba tardando varios meses en llegar al Consejo de Ministros, en donde es aprobado. La ley, desde el principio, era lo que cualquier persona con dos dedos de frente podía esperar del Partido Popular: Una ley abortista, recuperando de la legislación del 85 (aquella a la que el padre de Gallardón se opuso y AP, aún con Fraga al frente, aceptó una vez aprobada) la despenalización por supuestos en lugar de los plazos de aborto libre de la ley Aído.
Como principal bandera de enganche para los providas en nómina, un anuncio: Desaparecería el supuesto de malformaciones del feto. Los altavoces a sueldo rápidamente se ponen a trabajar: Con el pepé se acaba el aborto eugenésico. Sólo por eso ya merece la pena. Etcétera. Solo que ese etcétera, como siempre que se trata de los partidos del régimen, es falso. No se acaba con el aborto eugenésico, simplemente el supuesto para abortar libremente no es que el niño tenga una malformación, sino que esto suponga una presión psíquica para la madre. La izquierda juega sus bazas y entra en escena: ¡El pepé quiere obligar a las madres a «cargar» con monstruos deformes! Vomitivo discurso que evidentemente cala no sólo en la chusma de a pie, sino también en la chusma gobernante, que empieza a recular y ya se plantea ver qué deformaciones contemplamos y cuales -si es que alguna- no.
La ley termina de tomar forma. Las correas de transmisión siguen actuando y repiten una y otra vez: El aborto ya no es un derecho de la mujer. Los de enfrente braman ¡eso es inaceptable! ¡coartan la libertad de las mujeres! y tal y tal y tal. Y en esos tal y tal se apoyan los palmeros lacayos para lanzar su «¿Véis cómo se enfadan? ¡Eso es porque la ley es pistonuda!» El resto de la ley, simple y llana regulación del aborto, ya no por plazos sino por supuestos, aunque estos también tienen su limitación en el tiempo. Concretamente, 22 semanas. Así, comparando el efecto práctico entre ley Aído y ley Gallardón, ¿que diferencias prácticas y reales encontramos? Pues básicamente, y con los circunloquios en los que algunos quieran esconderlo, el hecho es el siguiente:
-Con la ley Aído existe el aborto libre como derecho (de iure) hasta la semana 14 de gestación.
-Con la ley Gallardón existe el aborto libre alegando presión psicológica (de facto) hasta la semana 22 de gestación.
No fueron pocos los que señalaron (ni los que nos hicimos eco) desde el principio la maldad intrínseca de esta nueva ley, o proyecto, dejando al descubierto su carácter de coladero, a imagen de la ley del 85 que tantas veces y con tanto ahínco Aznar y Rajoy defendieron. Sin embargo, las organizaciones que se denominan provida (Hazte Oír, Derecho a Vivir, Foro de la Familia) y los medios sostenidos por los obispos españoles (COPE, 13 TV) y afines (ABC, La Razón) manifiestan su contento con esta ley que, si no consideran perfecta, sí dicen que supone un cambio de rumbo desconocido hasta ahora en Europa.
Insólito.
O mejor, dicho, vergonzoso. El si estas organizaciones o medios actuaron así por bastardo interés político o por supina estupidez lo dejo a su criterio. Y si quieren ampliar el juicio a sus dueños, ustedes mismos.
Desde hace meses se venía especulando con la posible retirada de la ley y que ésta conllevaría la salida de Gallardón del gobierno. Finalmente hace unos días todo esto sucede. Y no son (somos) pocos los que creen (creemos) que la ley del Aborto tiene poco que ver, y que no ha sido más que la herramienta con la que cercenar la cabeza de Gallardón, y que influyen en ello más las cuentas pendientes dentro del partido (y que chorrean de sus problemas contables y legales, así como de las puñaladas traperas entre sus dirigentes) que otros criterios. Pero eso es otro asunto.
Dice Rajoy que la ley es aparcada porque no tenía consenso y es absurdo defenderla si el próximo gobierno la va a derogar. Esto es interesante. O lo sería. Primero porque sí encaja con lo que Rajoy decía antes de las elecciones de 2011, cuando supeditaba su posición (favorable) sobre el aborto al consenso. Por otra parte, deja entrever que no confía mucho en sus posibilidades electorales, cuando supone que «el próximo gobierno» no será suyo. Pero bueno, decía que sería interesante, pero tampoco podemos tomar muy en serio esta frase viniendo de quien ha aprobado sucesivas reformas (laboral, fiscal, judicial o la LOMCE) sin importarle que el principal partido de la oposición haya manifestado en todas ellas que serían derogadas cuando cambiara el gobierno. Credibilidad cero, como todo en Rajoy y su partido.
El caso es que la ley se retira, Marianico sale con sus cosas y se produce, a mi juicio, un espectáculo estremecedor. Y es el de multitud de personas, organizaciones y medios que públicamente pidieron como medida para luchar contra el aborto el votar a un partido que igual de públicamente se ha manifestado siempre, o al menos desde 1986 como favorable al aborto y a una legislación que, de facto, establece el aborto libre en España desde hace 29 años, se manifiestan escandalizados por que ese mismo partido deje el aborto tal y como está en lugar de dejarlo casi tal y como está, con matices teóricos.
En medio de los lamentos en nombre de una supuesta defensa de la vida por la retirada de esta ley, quiero dejar clara mi postura, basada en todo lo anteriormente dicho, y que he repetido en donde he podido:
La retirada de la ley Gallardón es una MAGNÍFICA NOTICIA desde el punto de vista de la defensa de la vida y la lucha contra el aborto.
Y me explico: El que una ley abortista, en la práctica de aborto libre, con el único «avance» de que no se reconozca el aborto explícitamente como derecho de la mujer (aunque sí implícitamente ya que algo recogido en la legalidad como matar a tu hijo por estrés psicológico es un derecho legal, diga Marianico, Nachete o sus señoras madres lo que digan) hubiese sido aprobada con el aplauso no sólo de las organizaciones que han demostrado no ser más que pantallas del régimen (HO, DaV, FF) sino de los medios no ya de la derecha sino de la propia organización de los obispos católicos españoles e incluso -lo más doloroso- de no pocos pastores consagraría -aún más- el aborto como algo aceptado y aceptable por las mismas capas sociales con las que algunos compartimos, hace ya treinta años, movilizaciones de oposición a cualquier tipo de aborto, y heriría -aún más- casi de muerte a cualquier movimiento realmente pro vida -esto es, que defienda la vida humana, sea en la circunstancia y opinión que sea, convenga o no- que pudiera existir en España en los próximos 30 ó 40 años.
Bien, haciendo un esfuerzo no entraré en el caso general de esa reacción de supuesta sorpresa por la actitud del gobierno. Pero no puedo dejar de hacerlo con respecto a sus cabecillas. Concretamente de Ignacio Arsuaga, de Gádor Joya o de Benigno Blanco, o de los responsables de COPE, ABC, 13TV o La Razón. Y de ellos sólo puedo decir una cosa: Nunca, jamás, bajo ningún concepto, ningún defensor (real) de la vida puede permitir que ninguno de ellos vuelva en ningún caso a tomar una pancarta o un micrófono en este asunto. Porque ellos son los que no solamente han impulsado y apoyado el abortado proyecto de aborto libre de facto hasta la semana 22, sino que han sido los que con diabólica furia y odio se han cuidado muy mucho de que nadie, fuera de sus compañeros de viaje, de la chusma del régimen, pudiera llamar a la defensa de la vida. Todo había de pasar por ellos, y todo para que ninguna propuesta de defensa inequívoca de la vida humana pudiera hacer sombra a sus pactos y componendas con la abortista ley pepera. A todos ellos yo los acuso de ser colaboradores necesarios en un gigantesco proyecto de consolidación de la cultura de la muerte y de la desarticulación para los restos del movimiento provida. Siendo generoso, podemos conceder que esa colaboración no haya sido dolosa y a precio pactado con el régimen. Puede ser. Pero entonces la otra opción nos obliga a señalar que su estrategia ha sido absolutamente equívoca, torpe, desastrosa. Si hay dolo, jamás debe permitirse que aparezcan tras una pancarta en defensa de la vida. Si ha habido torpeza, sólo cabe el reconocimiento de la misma y su humildad presentando sus disculpas y retirándose definitivamente. En cualquier caso, no volváis. Nunca.
Después de la retirada del proyecto y de las reacciones, también salen a la actualidad las palabras de algunos de nuestros obispos. No voy a entrar en analizarlas en profundidad, sólo en recomendar su atenta lectura. Podemos discutir si son tardías y si son completas. Bueno, no será ahora. Pero sí voy a subrayar tres de esas frases:
– Mons. Iceta: «En el Congreso hoy ningún partido defiende la vida humana desde su inicio».
– Mons. Reig Pla: «los partidos políticos mayoritarios se han constituido en verdaderas estructuras de pecado».
– Mons. Munilla: «un católico fiel a la Iglesia no puede votar a los partidos presentes en el Congreso de Diputados».
Con todo reconocimiento, obediencia y cariño a nuestros obispos, sólo diré: Ninguna de las estructuras de pecado presentes en el Congreso de los Diputados hoy han cambiado sus postulados en lo más mínimo ni ayer, ni el mes pasado, ni antes de las últimas elecciones ni hace décadas. Y tampoco hemos cambiado de postura los que hace esos días, meses, años y décadas venimos diciendo, en la más absoluta soledad, exactamente eso: que son estructuras de pecado invotables. Esperamos que ahora alguien nos escuche si no con más atención, quizá con menos desprecio.
Y ojo, voy a terminar con lo que es mi convencimiento del próximo capítulo que queda por escribir en esta historia. Ante la estúpida sorpresa de algún periodista lacayo del pepé, no han faltado miembros (y miembras) de esa estructura de pecado que han querido calmar estas sorpresas diciendo que aunque la ley gallardoniana no salga cumplirán su compromiso con respecto al aborto. Y posiblemente no mienten. Ellos se comprometieron a eliminar la posibilidad de que una menor de edad aborte libremente sin informar a sus padres. A nada más, ya lo hemos dicho.
Y tengo por seguro que de aquí a las próximas elecciones el gobierno hará algún movimiento en ese (y únicamente en ese) sentido. Entonces no duden que los lacayos mediáticos y «sociedadcivileros» que anteayer clamaban amenazando con retirar su voto, saldrán a decir «bueno, no es todo pero es algo, señal inequívoca de que nuestra presión es el buen camino y el único aceptable. Votadles, hijos míos, que nosotros ¡y sólo nosotros! seguiremos cuidando de que vayan avanzando en el buen camino».
Estén atentos, porque ese día llegará. Y la única esperanza de los cientos de miles de niños abortados y por abortar es que ese día no les dejemos ni acabar la frase y los lancemos a lo más hondo del pozo, sacudiéndoles duro y en la cabeza. Porque ellos son quienes más han hecho por la consolidación del aborto en España.
Ellos. Con diferencia.
8 Comments
Brillante artículo. Tiene usted toda la razón.
Muchas gracias, J
Tiene usted razón, Gonzalo. Aunque nunca toque.
Gracias Candelilla
😉
Muy buenas Gonzalo. El problema es que en nuestra sociedad, por desgracia, las posiciones de (verdadera) defensa de la vida son muy minoritarias, y no hay partido político con expectativas de gobierno que se atreva a defender la vida de forma inequívoca. En ese contexto, derogar la ley Aído era un mal menor, y era una obligación moral y hasta jurídica desde el primer día en que este gobierno subió al poder. ¿por qué? porque la recurrió al constitucional. mantener una ley que te parece inconstitucional (y por tanto contraria a una ley superior) tiene un nombre, se llama prevaricar. No es a mí al que me parece inconstitucional (a mí me parece inmoral y hasta inhumana) sino a ellos mismos, que la recurrieron. Ah, que lo hicieron por un puñado de votos … bueno, pues quien se quiso dejar engañar, allá él.
Por demás, completamente de acuerdo en que en el tema Gallardón el aborto era lo de menos, le tendieron una trampa (jugando con una cosa tan seria) y también muy de acuerdo en que el PP es invotable para un Cristiano (mucho menos para un Católico), pero no sólo de ahora y no sólo por el tema aborto. Ya hace mucho que nos dejaron solos a nuestra suerte.
Un abrazo.
Qué alegría leerte, Rafa.
Lo de derogar la Ley Aído es, como decía, un mal o un bien en función de lo que pongas en su lugar.
El mal menor es aceptable cuando no hay otra opción. Es decir, yo como diputado tengo que elegir entre dos leyes y elijo la menos mala. Pero como gobierno podían elaborar una ley buena, y si pueden optar por el bien posible no es lícito el mal menor.
Eso concediendo que la ley en cuestión fuera un mal menor, con lo que no estoy de acuerdo como ya he dicho.
Encantado de verte por aquí. Un fuerte abrazo.
Suscribo su artículo de la A a la Z. Las organizaciones que se han manifestado se conforman con que se mate un «poquito»
Gracias M. Pilar.
Así es, tristemente.
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