Ayer, haciendo deberes con Gonzalete (1º de primaria), me encontré con esta página de su libro:
En Navidad hará dos años que Rebeca, su amiguita del cole, se trasladó con su familia a vivir a Madrid. Entonces derramamos algunas lágrimas juntos. Quizá yo más que él. El verano siguiente se vieron apenas un par de horas, mientras tomamos un café con sus padres aprovechando la vuelta del campamento. Y ya no se han visto más.
No es que la siga recordando. Es que la tiene siempre presente en todo lo que hace, e incluso en sus planes de futuro. Y yo me quedo pensando, sin saber si me puede la ternura o la melancolía. Supongo que él todavía cree que posibilidades, incluso más de una, de vivir la vida que queremos. Y que lo que no sale según los planes ya se arreglará. Así que le sonrío y le beso. Y me arrimo, para contagiarme.
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