Vamos tirando

Me refiero, evidentemente, a los sufridos por el Gran Timonel Zampo ayer en el desfile de la Fiesta Nacional.

Lo primero que habría que decir es que no fueron durante el desfile, sino a la llegada y a su partida del escenario del desfile. Lo segundo, que los medios cuando menos podrían saber que era la Fiesta Nacional, y no el día de las Fuerzas Armadas… que con estos notarios de la actualidad ya me dirán que podemos esperar.

Se ha planteado en varios foros si era el lugar adecuado para expresar al Presidente el rechazo popular. Tal como lo ha contado alguno, diciendo que ha sido en el acto de homenaje a los Caídos, durante la interpretación del himno y demás, no sólo me parece que no es el lugar adecuado sino que sería totalmente despreciable la utilización de esos momentos para cualquier cosa que no sea participar con el máximo respeto de tales actos. Pero no es verdad: Como ya decía, los abucheos se produjeron a la llegada y a la salida del Presidente del escenario del acto. La presencia de los Reyes, la naturaleza del acto y todo lo que ustedes quieran podría amparar el rechazo manifestado por el alcalde de Madrid, pero no me parece demasiado sólido el argumento. Si Zampo únicamente se deja ver en público -fuera de actos llenados antes de celebrarse con adeptos enfervorecidos- en actos de este tipo, es en actos de este tipo cuando puede encararse con lo que él llama «la ciudadanía».

Esta consideración, que ha compartido más de una voz en los medios, deja además una puerta abierta a un análisis mucho más espinoso. El acto en el que José Luis Rodríguez Zapatero es abucheado es la celebración de la Fiesta Nacional de España. Es por tanto una exaltación, una celebración de nuestra Realidad Nacional, esta sí con mayúsculas y fuera de papanatismos y catetismos electoralistas. Y ese acto de afirmación nacional, de orgullo de participar de la Nación Española, se encuentra con un individuo en la tribuna de honor que dice que eso de que España sea una nación no es sino «un concepto discutido y discutible». Con un individuo que ha demostrado en repetidas ocasiones que no tiene ningún problema en ofrecer su mano, y quién sabe qué otra parte de su anatomía, a los enemigos declarados de esa Realidad Nacional. Y eso, en cualquier parte del mundo, puede ser interpretado como una provocación. Y la gente, cuando se le provoca, tiene la extraña costumbre de reaccionar.

Y con la reacción de la gente ante la provocación llego al tercer análisis de la cuestión, el que me parece, con mucho, el más desolador de todos. De entre los miles de asistentes al acto oficial de celebración de la Fiesta Nacional salen cientos, miles, decenas, qué mas dá cuantos, gritos de «Fuera, fuera» y de «Zapatero, dimisión». Pero no sale uno, ni uno solo, de apoyo al increpado. Ni un tímido aplauso. Ni un gesto de desacuerdo. Y eso a quien califica no es a quienes asisten al desfile. A quien califica es a los millones de fieles seguidores y defensores del Excelentísimo Señor Presidente del Gobierno de la Nación Española, Don José Luis Rodríguez Zapatero, entre los que parece no haber ni uno que considere el 12 de Octubre como un día festivo y sienta el impulso, ni siquiera la curiosidad, de acercarse a celebrarlo en el acto que preside su propio Gran Timonel. Esa es la tragedia.

Así que un concepto discutido y discutible. Entonces ¿qué estabas presidiendo ayer? ¿Y de qué te quejas ahora, pobre imbécil?