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El viejo relojero

La relojería está detrás de casa de mis padres. La verdad es que sólo la visito cada vez que tengo que cambiar una pila de un reloj. El lunes fui otra vez. «A ver si con pilas nuevas andan estos dos».

Tiene el mismo aspecto desde hace décadas. Allí parece que el tiempo sólo pasa en las agujas de los relojes. Siempre con un aspecto impecable, siempre atento. Mientras hace su trabajo en una pequeña mesa, el viejo relojero no deja de hablar sobre la marca del reloj, sobre la fiabilidad de la máquina, sobre el modelo de pila que tiene que ponerle… Mientras me cuenta todo lo que sabe sobre cada detalle del trabajo que está realizando, yo giro una y otra vez sobre mí mismo, empapándome del ambiente de la pequeña tiendecita.

Recuerdo que la primera vez que la pisé, hará no mucho menos de 25 años, ya me pareció entrar en un lugar del pasado, en una tienda de aquellas que todos teníamos en el barrio y que una a una fueron desapareciendo con los tiempos modernos. La pared está salpicada de relojes, cada uno con una hora distinta, y cerrando los ojos quisiera uno dejarse acunar por los tic tac que lo llenan todo.

Entonces llega otro cliente y en lugar de relojes eléctricos sin alma como los míos, deposita en el mostrador un antiguo y precioso reloj de cuerda, de bolsillo, con su cadenita y todo. «Manolo, mira, el reloj del que te hablé». Al viejo relojero se le abren los ojos.

Sin dejar de dedicarme su mejor atención, me entrega mis relojes, mostrándome que ya están funcionando, me cobra, y me despide con su «muchas gracias, caballero, vaya usted con Dios» de siempre. Pero yo me hago el remolón, guardando la vuelta, comprobando el funcionamiento de los relojes… todo como excusa, para quedarme por allí mientras el relojero toma el reloj y empieza a hablar sobre los detalles exteriores del mismo, los años en los que se estilaban este o aquel adorno, etc.

Entraron los dos en el diminuto taller, y allí recuperé la imagen que siempre he tenido de él. Encorvado, con su lupa de relojero en el ojo y las pequeñas herramientas en sus nudosos dedos, que parecían rejuvenecer mientras inspeccionaba, diríase que diseccionaba aquella joya. Cada pieza, cada rueda, cada muelle, cada mínima parte de aquella maquinaria era su mundo, su verdadero mundo, y mientras explicaba la función de cada cosa al propietario, se le iba rejuveneciendo la voz, como quien describe los mejores momentos de su vida y deja escapar la emoción en cada palabra.

Allí los dejé. Al viejo relojero con su flaco cuerpo encorvado sobre la mesa del taller, las arrugas de su rostro envolviendo la lupa y sus manos, blanquecinas y nudosas, convirtiéndose en instrumental de alta precisión que acarician las tripas del centenario reloj. El viejo mostrador, de estropeado vidrio, bajo el que asoman los mismos despertadores que hace veinte años. Las feas pareces forradas imitando madera, de la que cuelgan decenas de cantarines relojes. Y a un hombre que se entrega apasionadamente a la profesión que alimenta su vida, con la garantía del éxito que otorga el cariño y la dedicación a lo que él sabe -y cómo- hacer.

Y allí dejé también al cliente, con la seguridad, desde la primera palabra del relojero, de que su viejo reloj, seguramente encontrado entre las olvidadas propiedades de un antepasado, está a punto de renacer.

Traspasando la puerta, la vida sigue a la carrera, sin dedicación ni cariño más que cada uno por su interés particular.

One Comment

  1. Yo tengo uno de esos relojes, heredado de mi suegro, que cuando atrasa, lo llevo a arreglar y entonces adelanta. Pero tengo mucho cariño a esa pieza de artesanía. Eso sí, nunca llego a tiempo a ningún sitio, o llego diez minutos antes, dependiendo del mes.

    Que le vamos a hacer.

    sábado, junio 5, 2010 at 4:56 | Permalink

One Trackback/Pingback

  1. Bitacoras.com on lunes, junio 7, 2010 at 0:52

    Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: La relojería está detrás de casa de mis padres. La verdad es que sólo la visito cada vez que tengo que cambiar una pila de un reloj. El lunes fui otra vez. “A ver si con pilas nuevas andan estos dos”. Tiene el mismo asp…

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