Hace ya varias semanas, un querido amigo me mandó un correo electrónico con un enlace a un precioso video colgado en youtube. Me emocioné viendo a ese hombre entonar un canto a la vida y a la alegría de vivir, aún en las peores circunstancias. Y junto a esa emoción me asomó un feliz recuerdo que mantengo latente desde hace hoy 10 años.
Por un artículo que tenía (y tengo) colgado en la web sobre el aborto, me llamaron de Telecinco para participar en un debate al respecto. Aquello me descolocó, por supuesto, y estuve tentado de no aceptar la invitación porque me aterraba la idea de aparecer en directo ante las cámaras. Sin embargo, acepté.
Justamente hoy, decía, se cumplen 10 años de aquello. Y desde entonces agradezco el momento en el que me decidí a acudir. Pero no por el debate en sí, sino porque con la excusa del mismo tuve la suerte de tratar durante apenas unas horas, 4 ó 5, con un personaje maravilloso.
Nos encontramos en la puerta del hotel en que un coche de la productora nos recogió, y desde el primer momento impactaba la sonrisa de aquel hombre menudo y barbudo del que sobresalía una inmensa amabilidad y al que los ojos le brillaban llenos de vitalidad. Durante el par de horas que pasamos hasta que entramos en directo se dedicó a charlar amigablemente y a intentar quitarme los nervios, pues él sí tenía experiencia en debates televisivos. Era evidente que tanto en formación, preparación, experiencia y capacidad me aventajaba inmensamente. Cualquier cosa que se planteara era capaz de documentarla, argumentarla, explicarla y presentarla con una capacidad didáctica enorme. Entonces me contó que era profesor, y no me cupo duda de que sería de los que cualquier alumno desea tener. Con el tiempo me dí cuenta de que yo le planteaba cosas y entraba en discusiones -amables, pero discusiones- desde una postura que no se mantenía y que él era capaz de «tumbarme» sin esfuerzo; sin embargo, en todo momento me dejó hablar y me iba exponiendo los argumentos para que yo mismo fuera capaz de llegar a mis propias conclusiones. En resumen, un magnífico profesor y comunicador.
Llegó la hora del directo y debo reconocer que en algunos momentos, sobre todo al principio, yo me vi muy superado por la situación. Pero él mantenía siempre la posición con una increíble capacidad de argumentar con una contundencia extrema sin perder en ningún momento ni la sonrisa ni el trato exquisitamente amable con quienes nos debatían, que ciertamente utilizaban unos modos muy distintos.
Terminado nuestro turno en directo, y ya fuera de cámaras, su actitud seguía siendo de una impactante amabilidad con todos, haciendo incluso que nuestros «oponentes», una vez terminada su actuación y sin tener que someterse a la férrea disciplina del manual del perfecto progre, preguntaran y reconocieran que su posición no era tan convencida y que nuestras palabras (o al menos las suyas) en realidad sí les hacían plantearse profundamente el asunto.
El debate fue dejando paso a la conversación personal, y algo me sacudió por dentro. Nuestro «oponente» principal ya conocía a mi «compañero», y poniéndose más serio, le preguntó: «Bueno Javier, y tú ¿cómo estás de lo tuyo?»
Javier siguió sin perder la sonrisa y el tono y poniéndole la mano en el hombro le dijo «Ahora estoy mejor, no tengo dolores, pero es cuestión de unos meses».
Aquel hombre era Javier Mahillo. Me contó entonces que hacía tiempo que le habían descubierto un tumor totalmente incurable e inoperable en la columna vertebral. Le quedaban unos meses de vida que había decidido pasar dando la cara por sus convicciones y atendiendo lo mejor posible a su esposa y sus cuatro hijos. Yo me quedé totalmente en blanco. ¿Qué le dices a alguien que te cuenta con una sonrisa que se está muriendo y que deja mujer y tres hijos, y acaba intentando animarte al verte la cara? Me limité a escuchar con admiración cada una de sus palabras, su entereza, y también su franqueza.
Nos despedimos, prometiéndole yo que le mandaría algún correo electrónico. Algo que nunca hice, en parte porque ¿qué podía yo, pobre de mí, contarle a aquel hombre? Me dediqué a buscar información sobre él en internet, y encontré referencias de sus libros de ayuda y sobre todo de su «Vivir con cáncer» en el que animaba a otros enfermos a encarar con entereza la enfermedad.
Bastantes meses después, en una de las búsquedas que hacía regularmente para ver si sabía algo nuevo de él, encontré dos cosas: La noticia de su muerte y su última entrevista. Con cualquiera de las dos me costó el mismo trabajo retener las lágrimas. Pero al final lo hice. Y lo hice confortado por la absoluta confianza en que aquel hombre que transmitía tanto afecto, tanta seguridad, tanta fe, y paradójicamente tanta fuerza vital, sin duda se encontraba ya descansando de sus muchas tribulaciones en la Paz Eterna. Que Dios le tiene ya disfrutando de su Reino mientras desde el Cielo sigue alumbrando con su enorme sonrisa a su familia.
Javier, fue un placer conocerte y tratarte. Fueron unas horas, pero transmitiste más que mucha gente en varios años. Que Dios bendiga y proteja a tu familia y a ti te premie manteniendo tu sonrisa por toda la Eternidad.
Enlaces:
Libros de Javier Mahillo: [1]
Entrevistas y testimonios: [1] – [2] – [3]
Noticias sobre su muerte: [1] – [2]
Vídeos: [1]
One Comment
¡10 años ya!
Muacks
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