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Entre todos, cerramos Padura.

Este fin de semana pasado me he enterado de que la histórica papelería sevillana Padura está de liquidación por cierre. [1] [2]

Cada vez que veo un viejo negocio familiar echando el candado, aunque nunca hubiera sido cliente suyo (en este caso ¿qué sevillano no ha comprado alguna vez en Padura?) o no conociera a los dueños (y en este caso, aunque sólo fuera por la tragedia y el terror, todos conocemos a la familia Padura), siempre tengo dos sentimientos enfrentados: Por un lado, siento tristeza por una nueva batalla ganada por las grandes superficies, sin alma, ni calor, ni “buenos días, ¿qué desea?”. Por el otro, me avergüenza la parte de culpa que tengo.

Les pongo unos ejemplos.

Recuerdo hace unos años como después de patearme todas las secciones de libros de texto de los cortingleses, carrefures, hipercores y demás, acabé acudiendo a la librería familiar que el querido Antonio de la Rosa tenía en la calle Fernando IV de los remedios y que ya no existe desde su jubilación. Ana, su mujer, me atendió tan amable y cariñosa como siempre. Le expliqué lo que me sucedía y me dijo “Gonzalo, hijo ¿y por qué no empezaste por aquí?”, tras lo que me entregó dos de los tres libros que me faltaban y me aseguró que en unos días tendría el otro. Lo tuvo, me hizo un descuentillo y a mi hija, que venía conmigo, le dio unos caramelos.

Hace unos meses estaba loco recorriéndome todas las estanterías del ese gigante del bricolaje que tiene el triangulito verde ¿saben? Pues no había manera de encontrar lo que yo buscaba para practicar el chapú que se me había ocurrido hacer en casa. Entonces me pasé por la ferretería de la esquina, se lo comenté al dueño que tras 15 segundos en la trastienda me vino, sonriente, con la solución a mis males.

“Lo que no hay en el Leroy no lo tiene nadie”, me decían hace sólo unos días. “Y además, lo más barato”. Bueno, pues esto lo tenía, y ya de paso pregunté por una pintura especial que había visto en el Leroy a 45 euros y me la llevé a 27.

Además, la librería de Antonio y la ferretería de Agustín emplean y alimentan cada una a una familia completa para toda su vida. En la sección de libros de una gran superficie o en la de pinturas del Leroy posiblemente encuentren ustedes a jóvenes con contratos de 6 meses que, en el mejor de los casos, sueñan con dentro de unos pocos ascensos y si pasan las cribas en las que sus compañeros se irán al paro para no tener que hacerlos fijos, llegar a mileuristas.

Hace unos días, y después de que por tercer año consecutivo me encuentre con problemas para completar los libros de texto de las niñas (desde que Antonio se jubiló me arrastré a la mala vida en cuanto a libros se refiere) y tras caer otra vez como un perfecto imbécil en los cuentos del “máximo descuento permitido por la ley” o “precio mínimo garantizado” que los gigantes de siempre nos cuentan, tomé una decisión: Nunca más. En el peor de los casos me tendré que gastar unos 10 ó 15 euros más (lo que en un gasto de más de cien sólo una vez al año es bastante asumible), pero sé que tendré al dependiente de la pequeñísima librería-papelería de al lado del colegio pendiente de mis libros y de los de unas pocas, muy pocas, familias más. Y sabrá que parte de los ingresos de su casa en septiembre están en esos libros. Verán ustedes como tiene mucho más interés y es infinitamente más amable que los que por 600 euros y el paro a tres meses vista pelean cada día con cientos de padres, que además vienen ya con el mosqueo de la cola y con la cartera echando humo porque por el camino hasta el correspondiente mostrador se han dejado medio sueldo en antojitos. Y además, en la tiendita, me darán los «buenos días» y el «vaya usté con Dió» con una sonrisa. Que eso en las grandes superficies te lo cobran aparte.

Anímense y la próxima vez que recuerden que están buscando un libro, una pieza de algo, una herramienta, unos calcetines o unos tomates que sepan a tomate, en lugar de coger el coche para ir al hiper, párense y miren alrededor. Seguro que encuentran alguna pequeña tienda esperándoles. Así, entre todos, igual ayudamos un poco a que otros no tengan que dejarnos, como Padura, un poquito más solos.

One Comment

  1. Juanubis wrote:

    Pues llevas toda la razón. Yo mismo experimenté la situación de tener un pequeño negocio como autónomo y estar lampando y soñando por unos tiempos en el que estaba de asalariado con sueldo que no fallaba a final de mes.

    martes, septiembre 30, 2008 at 11:14 | Permalink

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