Vamos tirando

«Es que eso es de niñas pequeñas». La primera vez que me dijiste esa frase me dio por reírme. Eras una pequeñaja. Sí, tan viva y despierta como tú eres desde que naciste, pero en pequeñajo. Y querías demostrarme que ya eras capaz de hacer tantas cosas…

Luego llegó el tiempo en que me lo decías con tristeza, porque algo que te gustaba hacer tenías que ir dejándolo porque eran tus amigas del cole las que te lo decían y te avergonzabas.

Últimamente me lo dices al poner a tu hermana pequeña la música o los dibujos que te encantaban y por los que ahora protestas. Ya no quieres princesas… quieres series juveniles. Ya no quieres juegos cantados. Quieres estrellas del pop. Y ya no me río cuando te lo oigo. No me gusta oírlo. Pero me callo, y espero a la noche para vengarme.

Y en silencio, entre las sombras de tu habitación, te miro durante un rato, cojo tu mano y la beso, y veo que sigue siendo la mitad de la mía, y pienso «Pues claro que es de niñas pequeñas. De la niña pequeña que siempre serás para mí».

Te beso la frente, te arropo y me voy a mi cama a seguir envejeciendo.