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Sociedad de la DESinformación

Hace un par de días me llegó un correo de una buena amiga, que a su vez me reenviaba una alerta sanitaria sobre unos medicamentos que entrañaban un grave peligro para quienes los consumieran.

El origen del mensaje venía firmado por personal de un Hospital Público con una afirmación tajante sobre la fiabilidad de los datos, precisamente por ser personal sanitario, y la maldad de la industria farmacéutica por pretender envenenar a la humanidad con su secretismo al respecto.

Igual que a mí, ese mensaje le llegó al menos a 6 personas más. El mensaje detallaba el estudio que afirmaba la toxicidad del componente, la autoridad que lo garantizaba, la lista de marcas comerciales de medicamentos que lo contenían… y la administración estatal de la que surgía esta información. Tate. Y la administración en cuestión a mí no me sonaba de nada. Así que me paré a contrastar los datos.

Y resulta que esa administración no existe en España y que el informe al que se hace referencia data del año 2000 y además se refiere a gente que se metía los antigripales por kilos como complementos a brutales regímenes de adelgazamiento. Y no sólo eso, sino que el componente que en esas condiciones podría resultar mínimamente tóxico, se había retirado de la circulación hace casi una década.

Bueno. Un bulo más, eso que en Internet se conoce como “hoax”. Nada nuevo.

¿Nada nuevo? ¿Seguro? De los 7 destinatarios que yo vi, más el remitente, sólo a mí, y por casualidad, se me ocurrió comprobar la información. Y, como en el 90% de las ocasiones en que he revisado una información de la que circula por ahí con afirmaciones tremendas (y en mayúsculas, eso no falla), encontré que no era cierto. Ahora bien, yo me tomé el tiempo no sólo de comprobarlo, sino de enviar un correo al remitente y a los otros 6 destinatarios desmintiendo la información y dando las referencias válidas en las que se aclaraba el caso. ¿Y si no lo hubiera hecho?

Esas 7 personas no sólo habrían tenido una información falsa, sino que probablemente la habrían difundido a otros tantos destinatarios, y éstos a otros, y así sucesivamente.

¿Qué importancia tiene un hecho como éste? Un hecho aislado como éste, poca. La situación, mucha. Se suele decir que hemos pasado de vivir en una Sociedad Industrial a hacerlo en la Sociedad de la Información. Disfrutamos, dicen, de todos los datos, de toda la información, de todo lo necesario para conocer con exhaustivo detalle todo lo que nos rodea. Todos hemos usado, o al menos oído, la expresión “pregúntale a San Google que lo sabe todo”. Y no es cierto. O al menos no del todo.

Tenemos un muy fácil acceso a la información. Es cierto. Pero tenemos un todavía más fácil acceso a la opinión, lo cual no tiene nada de malo. El problema es que tomamos la opinión por información, y además con una rotundidad sonrojante: Esto es así, lo he visto en Internet. Y punto pelota.

Hace unos días tenía una discusión totalmente banal con un compañero de trabajo sobre unos músicos. Él sostenía que eran familia y yo que no. Pasado un rato, me viene y me dice: “Mira, en este blog lo dice: Tino Casal era hermano de Luz Casal”. Yo le insisto en que no es cierto, y él me dice “pues mira, aquí lo dice, ahora demuéstrame tú que no lo son”. Y se quedó tan pancho.

El problema es que un altísimo porcentaje de la gente toma por ciertos aquellos datos que encuentran por la red, y además los toman por ciertos por el simple hecho de estar en Internet. No importa que estén en la web de la Enciclopedia Británica o en el blog de un adolescente. No importa que lo diga alguien sin identificar en un foro o que aparezca en un apartado de la web de la Real Academia Española. Y no importa que diga lo contrario una web oficial del Ministerio de Sanidad: Me lo ha mandado mi prima la enfermera por correo electrónico, así que es verdad.

Que se diga que dos músicos son hermanos o que tal combinación de alimentos engorda porque alguien lo defienda en un blog o un foro tiene una importancia relativa. Pero esa importancia se acrecienta cuando se va creando una costumbre de dar por ciertos datos disparatados sobre cualquier asunto. El máximo exponente: la llamada “enciclopedia libre”, Wikipedia. Un loable intento de hacer accesible toda la información posible pero que se encuentra con el problema de que está hecha por gente que no tiene autoridad para contrastar o afirmar unos datos que ahí se afirman contra toda sombra de sentido común. Y sucede lo que sucede: Que alterna artículos perfectamente válidos, documentados y serios con opiniones adornadas con cuatro anécdotas que se elevan a estudio histórico.

Hay más información que nunca al alcance de todos. Es cierto. Pero el mal uso de la misma la hace no fiable, y por tanto inservible. Esto hace que cada vez haya más gente sosteniendo auténticos disparates en los que creen a pies juntillas. La sociedad de la información deviene en la sociedad de los bulos, los equívocos y los disparates.

Aprendamos a diferenciar opinión de información, y no demos por bueno cualquier cosa que nos cuelen.

One Comment

  1. Gonzalo wrote:

    Como bien dices, «está incorporando progresivamente». Yo decía que los disparates de los que hablo se alternan con artículos muy serios y documentados. No estoy negando validez a toda la wikipedia, lo que pasa es que es un hecho que hay malos artículos y eso resta muchísima fiabilidad a la fuente.

    También es cierto que en muchos libros impresos se dicen disparates no contrastados, pero normalmente el que se compra un libro se interesa por lo que compra, y al final el problema es que cuando alguien tiene una duda, no coge un libro, sino que busca en google y se queda con lo primero que le salga, sea wikipedia, britannica o el blog de Gonzalito.

    Un abrazo.

    jueves, febrero 5, 2009 at 0:30 | Permalink