Algún carajote que viva con cargo a los presupuestos públicos dirá que en 48 horas viviremos la fiesta de la democracia en Europa. Es la gilipuertez que suelen soltar cada vez que hay que ir a meter un papelito en una caja: Que es la fiesta de la democracia.
En mi humilde opinión, la fiesta de la Democracia sería cuando los intereses de los ciudadanos fueran el objetivo principal a defender, cuando pudiéramos elegir libremente a nuestros representantes sin que fueran esclavos de la burocracia corrupta de los grandes partidos, o cuando los ciudadanos libres e iguales -y esa libertad e igualdad no existe sin igualdad de conciciones sociales, formativas y educativas- tuviéramos capacidad real de decidir sobre asuntos concretos que nos afectan directamente. Pero eso no existe. Por tanto, a mí personalmente que me borren porque no sólo no veo nada que festejar, sino que ni tan siquiera veo la supuesta democracia. No creo, por tanto, que meter un papelito en una caja cada cuatro años -cinco en el caso de las europeas- sea dar voz al pueblo, la expresión de la soberanía popular ni ninguna de esas fantasías rimbombantes al uso. Es echar un papelito en una caja para que manadas de corruptos hagan y deshagan sin transparencia y sin dar ni media explicación o pedir media opinión en 4 ó 5 años.
Por ello, me parece no sólo válido sino harto recomendable la opción de la abstención, entendida como una abstención militante, de rechazo activo a la chusma infecta que vive a nuestra costa con la excusa de representarnos. También hay quien defiende el rechazo a la miserable casta política que sufrimos desde el Voto en Blanco, y no faltan argumentos muy apreciables en su postura. Y una tercera opción es la del voto por principios. Es decir, abandonar el «votar con la nariz tapada», el «voto a estos que no me terminan de gustar porque los otros son peores». Si de verdad queremos dar nuestra opinión a través del voto, hagámoslo con todas sus consecuencias. Una respuesta a este argumento suele ser el «es que el voto a los partidos pequeños no sirve para nada, así que como mal menor voto al partido grande». Bueno. Pero luego no se quejen si esos partidos grandes siguen haciendo de las suyas o si sólo se mueven por intereses electorales y partidistas olvidándose de los verdaderos valores e intereses a defender.
Yo he elegido votar en conciencia. Y esto implica la aceptación del programa a votar y, sobre todo, el que ese programa a votar no vaya en contra de principios irrenunciables. No me importa que vayamos a ser 4, 400 o 4 millones los que les votemos. Los partidos grandes han demostrado que no están interesados en defender valores irrenunciables. Y para mí, como para mucha gente de toda condición, y específicamente -aunque ni mucho menos exclusivamente- para los católicos, hay al menos cuatro principios que bajo ningún concepto pueden ser negociables ni se pueden supeditar a otros. Estos principios son: La defensa incondicional de la vida, desde su concepción a la muerte natural; La defensa de la familia -entendida esta como la unión de dos personas de distinto sexo y sus hijos- como célula básica de la sociedad; La defensa de la libertad y el derecho de la familia sobre la educación de sus hijos; y la promoción del bien común (que no del mal menor) en todas sus formas. Con este punto de partida, podemos buscar entre todas las candidaturas presentadas a estas elecciones para comprobar que únicamente tres de ellas defienden expresamente esos principios: Alternativa Española (AES), Partido SAIN y Partido Familia y Vida (FyV).
Cualquiera de estas tres opciones será una opción que respete y defienda principios no negociables. Cualquier opción fuera de ellas, en el mejor de los casos no defiende activamente estos principios, y en el caso más común, empezando por los mayoritarios Partido Socialista y Partido Popular, son abiertamente contrarias a ellos y por tanto invotables. Ahora hagan ustedes examen de conciencia y elijan la opción que prefieran. Libremente. Pero con todas sus consecuencias. Pueden no votar, pueden votar en blanco, pueden votar según sus convicciones independientemente de cuántos lo hagamos así, o pueden votar lo mismo que otros cuantos millones porque ustedes prefieran eso a defender la vida, la familia, la educación y el bien común. Son ustedes libres. Sean ustedes responsables. Y acepten las consecuencias.
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Yo quise votar a Familia y Vida pero no me dejaron porque me acabo de empadronar y mi antiguo municipio esta a tomar por saco.
Así que, tal y como dices, acepto como válida moralmente mi abstención «obligatoria» jajajaja
Un saludo.
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[…] que respeten los principios no negociables (vida, educación, familia y bien común). Vamos, lo de siempre. Muy personalmente y con muchas cautelas entiendo en pueblos pequeños el llegar a votar a una […]
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