Vamos tirando

Ayer lo intentaron, y se quedaron en los destrozos. Hace unos minutos parece que lo han conseguido. Han arrancado su presa favorita. Han conseguido, como tantas otras veces, desgarrar las verdes guerreras que tanto odian. Como entonces, como desde el principio. Guerreras verdes teñidas de rojo, vidas jóvenes entregadas en el altar del servicio. Familias destrozadas, porque su entrega, su vida, su ideal de servicio les llevó al punto de mira.

Al menos hoy las víctimas son reconocidas y homenajeadas con dignidad. De boquilla, posiblemente, por los responsables políticos. Pero al menos ya no tienen que salir de las iglesias por las puertas traseras. Hizo falta que empezaran a caer ellos, los políticos, para que hicieran algo. Y se avanzó. Luego vinieron los cobardes, los traidores, los iluminados, y se volvió a perder tanto, tanto de lo avanzado. Y ahora se llenan la boca, otra vez, de enérgicas condenas y ponen su pose de tipos duros y tipas compungidas pero con determinación para decir lo que antes negaron. Mientras tanto, como entonces, como antes, como siempre, las verdes guerreras serán quienes paguen el peaje de los asesinos nacionalistas.

«La unidad de los demócratas»… «contra quienes practican la intolerancia»… «la fortaleza de nuestra democracia»… bla, bla, bla. Es España quien recibe las balas y la metralla de quienes la odian. Y es España quien debe agarrar por el cuello a esos hijos de Sabino de Arana y quien aplastarlos contra unas rejas que jamás deberían perder la vista ni quienes pusieron la bomba, ni quienes apretaron el botón, ni quienes le facilitaron de alguna manera su «acción»… ni quienes alentaron, justificaron o siquiera dulcificaron a los asesinos nacionalistas, enemigos de España. No de tal partido, no de tal Constitución, no de tal sistema. De España. Y de sus servidores, con sus verdes guerreras, su ideal de servicio y su heroísmo.

Descansen en paz. Y que se les brinde el mejor homenaje: La justicia implacable sobre los asesinos.