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Los monos

Veía hace unos días un documental sobre monos. Una de las cosas que contaban era cómo había que reeducar a las crías que habían vivido en cautividad para que pudieran ser liberadas en un entorno salvaje.

Me quedé mirando aquellos monos sin prestar atención a la voz del narrador. Pensaba en cómo un mono salvaje, al ser capturado, sentiría como entorno hostil el recinto en el que se le alojara. Cómo el cuidador que le alimenta sería para él un enemigo y cómo el personal de la reserva debería tener ciertos cuidados para evitar ataques de los animales. Sin embargo, monos de esa misma especie, edad y envergadura que hubieran sido criados en cautividad verían esos barrotes como su propio hogar, y al personal allí empleado como su fuente de alimento, como -digamos- sus amigos.

Un pensamiento aparentemente insustancial, pero que empezó a sacudirme cada vez con más fuerza. Apoyado en la fregona -estaba recogiendo la cocina- y con la vista clavada en aquellos saltarines, me sorprendí exclamando en voz alta: «Somos monos. No. Peor que los monos».

Sí. Peor. Porque se supone que nosotros deberíamos tener la capacidad de darnos cuenta. Ellos están con sus plátanos o lo que sea que les dan a través de los barrotes, y con un espacio relativamente amplio en el que vivir a su antojo, y al no tener mayores necesidades se encuentran a gusto en lo que ellos creen que es libertad. En cambio, nosotros somos muchos más tontos que los monos. Porque siendo capaces de protestar porque no nos gusta comer siempre plátanos ni tener que vivir en la rutina que los cuidadores nos imponen y estando hartos de tener que ceñirnos a nuestra jaula, menos amplia que la de los monos y que durante unas semanas al año nos cambian, no somos capaces de ver que ni los barrotes, ni los cuidadores ni la jaula se corresponden con la verdadera libertad. Pero tenemos tanto miedo al campo abierto que, tras un breve refunfuño, correremos al montón de plátanos y al columpio a seguir… haciendo el mono.

Y en la noche clara, a lo lejos, oiremos los gritos del bosque, los que nos llaman a la verdadera libertad, y seremos tan necios de pensar que nuestros vecinos nos molestan con sus ruidos. Y nos acurrucaremos en nuestro nido esperando que el próximo día nuestro cuidador vuelva a traernos plátanos. Y así hasta que reventemos.

2 Comments

  1. Que alguien me abra la puerta de mi jaula, que no me gusta destruir mobiliario público.

    Lo malo de leerte es la mala leche que se me está poniendo.;-)

    ¿Que quieres? ¿Sacarnos de la caverna?

    Maldita sea tu estampa.

    lunes, agosto 17, 2009 at 3:36 | Permalink
  2. Gonzalo wrote:

    Sí, Fuego Negro, eso me gustaría, que saliéramos todos de la caverna. Desgraciadamente es una quimera… mientras en las jaulas haya plátanos y monas…

    Saludos.

    lunes, agosto 17, 2009 at 9:12 | Permalink

One Trackback/Pingback

  1. Bitacoras.com on martes, agosto 11, 2009 at 15:25

    Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Veía hace unos días un documental sobre monos. Una de las cosas que contaban era cómo había que reeducar a las crías que habían vivido en cautividad para que pudieran ser liberadas en un entorno salvaje. Me quedé mirando…

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