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Un par de huevos

Mira qué… a mi edad, encontrarme en este fregao… Pues nada… ahí estaba yo, sin saber muy bien lo que tenía que hacer… qué coño, ni muy bien ni muy mal… sin tener ni repajolera idea de qué hacer. Me tocan en el hombro y me sobresalto. ¿Va usted a…? Me dice. No, no, pase, pase, yo…Y vuelvo a mirar a un lado y a otro. Cuando llegué, hace 3 minutos, apenas había nadie. Ahora la gente se agolpa y la situación se me hace todavía más incómoda. Además tienen una soltura impresionante. Tanta que no me permite fijarme en cómo lo hacen para imitarles, porque no soy capaz de seguirles.

Entonces pienso que no elegí un buen día para mi primera vez. Pero hago memoria y me autocorrijo. No es la primera vez. Lo que pasa es que desde las 4 ó 5 únicas experiencias previas han pasado más de 20 años. Y no es lo mismo. Por mi madre que no es lo mismo. Ni de coña. Me vuelvo hacia atrás… otra vez. Me acerco a las niñas, mis dos hijas y una amiga, y les pregunto «Entonces era…» Me responden las tres a la vez en medio segundo, lo que hace que no me entere de nada. Y si pido que me lo repitan voy a parecer tonto. No, mejor dicho, voy a despejar todas las dudas. Me vuelvo entonces al único varón que nos acompaña. Es un par de años mayor y no tiene el pavo de las otras tres, además de que ha permanecido a mi lado, como quien acompaña a un viejo desvalido para que no se lo lleve puesto un autobús. O quizá porque le parezco menos insoportable que tres niñas haciendo el tonto. Le pregunto a él y me contesta. Lo suyo lo he entendido un poco mejor… pero sigo teniendo mis dudas. ¿Y yo? Cagüén… ¿Para mí, qué?

Después de mirar un rato los tableros, al frente a los lados, voy haciéndome una composición de lugar. Para empezar ya sé que las fotos no debo mirarlas, porque son muy grandes y muy bonitas pero no te dicen qué coño es eso ni con qué está hecho. Para seguir, frente a mí tengo la lista de cosas que hay pero tengo que ver a los lados cómo demonios se combinan unas con otras para pedirlas. Para terminar, ni así me queda claro qué cosas se pueden combinar con cuales.

Me toca. Ojú. A ver qué le digo. Intentaré que el dependiente vaya marcándome el paso. Leches. Me ha tocado el novato. Tiene menos idea que yo. Todo lo que le ido me lo hace repetir. Japi mil. ¿Con qué? ¿Cómo que con qué? Ah, con nuguets. Con náguets. Con como se llame. Y las patatas grandes. No, no el cartucho grande: Las que están cortadas grandes. A ver el letrero… sí, deluxe. ¿Deláx? No, de-lu-xe, coño, esas de ahí de la foto. Eso, deláx. Ea, pues deláx. ¿De postre, caballero? ¿Qué postre? Los japi mil, que con qué postre los quiere. Ah, que llevan postre, ¿qué postre? Joder, el cartel. ¿Qué es eso de un trozo de manzana y nocilla ¿Pero aquí qué coño se come? Niñas, que qué queréis de postre. Niñas. Niñaaas. Ponga usted lo que le apetezca. ¿Y tú, chaval? Ah, que los nuestros no llevan postre. Que no son japimil sino macmenús. Vale. El del chaval, un cuarto de libra. Yo que sé con qué. Chaval, que con qué. Con queso. Y yo… ¿eso de verdad es pollo? Pues póngalo. O ponga lo que sea, pero a mí con cerveza. Aunque sea Mahou. Encima. ¿No la hay más grande? Ah, que entonces no es este menú sino otra cosa. Deja, deja la cerveza esa, total. Si es Mahou. Venga, sí. Creo que nada más.

En esto el dependiente se va. A por la comida, claro. Trae un cartucho de patatas. Se vuelve a ir. Le quitan el sitio en la cola. No hay más patatas. Se pone a sacar las freidoras. En lo que vuelve a colocarlas y pierde otro ratito le han vuelto a dejar sin patatas. Desde la distancia le veo y oigo decir, con voz casi de miedo ante sus 5 compañeros que se mueven a velocidad espectacular un tímido «yo… yo… yo estaba antes… aquí… estaba cogiendo patatas… que me faltan…» Ni le miran. Me trae los refrescos. Uno a uno. Nos hemos juntado dos buenos.

Por mi lado han pasado 4 familias enteras en el mientras tanto. Y se han ido con sus japimils, con sus macmenús, con sus muñequitos y con tós sus… avíos. Decididamente hace ventitantos años esto era más fácil. Tal que: Quiero una hamburguesa, con queso y cebolla, pero sin tomate. Punto. Ya estaba la comida pedida. Anda, si ahora no tienen tomate de verdad… ni cebolla… ¿o sí? Mejor no me fijo.

Y después, las veces que me he acercado por uno de estos ha sido para traer a las niñas invitadas a un cumpleaños…  Ya saben, esa celebración tan inteligente en la que les enchufan a los niños una hamburguesa o unas cosas fritas a las 5 de la tarde mientras los padres jalean a la Xunta para que quite la custodia de un niño a su familia porque está gordo.

Anda, ya tengo las bandejas con mis cosas.  Arreando. Nos sentamos. Mi hija de 7 años, mientras se pringa de sucedáneo de tomate con derivados varios del petróleo, me dice, con cara de ilusión: Papi, cuando sea mi cumple venimos aquí a comer, ¿vale?

Yo me llevo el vaso a la boca, intento encontrarle la gracia que le encuentran los madrileños a la Mahou sin conseguirlo y pienso «Niña, donde no pongan un buen par de huevos fritos con chorizo y vino, va a ir tu padre por los…»

16 Comments

  1. Kikas wrote:

    Dos apuntes;
    Uno que llegó a Madrid hace más de 25 años recuerda que el primer año la Mahou le sabía mal. En cuanto ese aprendiz de hombre le pilló el tranquillo, no hay cerveza semejante. Ni cruzcampos ni leches, con perdón.
    Segundo, si es cierto que te ha pasado eso hay que reconocer que todas las coces que te de tu señora son pocas, porque quiere decir que el resto de las veces sin exclusión, la movida se la ha comido, y nunca mejor dicho, ella.
    Un tirón de orejas por insolidario.
    Y si no es cierto, otro tirón de orejas por mentiroso
    Ale, hoy me he levantado calentito

    martes, noviembre 17, 2009 at 23:48 | Permalink
  2. Gonzalo wrote:

    Eso no me lo dices en la cara.

    Lo de que la Mahou es lo mejor, digo.

    En cuanto a lo otro, espero gustoso a que mi santa venga a defenderme. Lo que pasa no es que la movida se la haya comido mi mujer, es que era la primera «movida» con las niñas que acababa en un macdonalds. Ellas sólo habían ido, como comentaba, a cumpleaños de otros, en los que un dependiente ejerciendo funciones de animador infantil les va preguntando a ellos con qué quieren el japi mil.

    Yo siempre me he negado a ir a esos sitios, y menos en meriendas de cumpleaños, dónde ves a niños de 5 años recien comidos clavándose una hamburguesa o unas varitas de merluza fritas a las 5 de la tarde. Pero cuando las invitan, pues me la he envainado.

    El sábado me pillaron en un renuncio y caí. Y comentándolo con mi santa se reía porque ella las llevó el año pasado un día de colegio al salir del mismo y dice que le pasó más o menos lo mismo, con la ventaja de que había poca gente y el dependiente era un antiguo compañero suyo de colegio.

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 0:52 | Permalink
  3. Ya sé que suena terrible lo que voy a decir: me gustaría poderme tomar una media de jamón y queso, unas gambas con gabardina y unos mejillones al vapor, acompañados aunque sea de Cruzcampo (yo también prefiero la Mahou en botellín, bebida a morro como cuando era estudiante en Madrid) en un sitio donde mis hijas puedan jugar en el suelo sin que al volver a casa tenga que sacarles las cáscaras de las gambas de la ropa interior (tienen afición a meterse cosas dentro de la camiseta).

    Comida española y tan limpio como un McDonalds. ¿Es mucho pedir? ¿Es que cuesta tanto dejar la broza en un plato encima del mostrador en lugar de tirarlo al suelo? ¿Y tomar una copita sin tener que meter directamente la ropa en la lavadora al llegar a casa por los malos olores?

    Creo que con esto de vivir en Bélgica me estoy volviendo europeo.

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 0:56 | Permalink
  4. Gonzalo wrote:

    O dicho como se diría en un bar español… te estás amariconando, tío.

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 0:59 | Permalink
  5. Gonzalo wrote:

    Fuera coñas: Hay sitios donde comer de verdad sin pringarte. Aunque para gustos… siempre recuerdo a mi compañero de colegio Salvi, que decía que una comida empezaba a estar rica cuando la gota de pringue llegaba al codo…

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 1:01 | Permalink
  6. Kikas wrote:

    Bueno, pues uno que es vasco, y en cuestiones culinarias, además ejerce, ha de decir lo siguiente.
    Que tengo un hijo alérgico a las proteinas de la leche. Que gracias a su madre, ahí si que no ayudé nada, y despues de bucear mucho en la gueb y de que nos mareasen en La Paz pinchándole al niño hasta los 5 años sin que esos ronchones disminuyeran un ápice, por virtud de un tratamiento experimental ha logrado tolerarlas.
    Y que mientras esa intolerancia existió, en viajes y demás, el sitio idoneo para comer con el niño era uno de esos que cuentas, con la comida de plástico. Pero es que ellos saben exactamente qué plástico te estás comiendo y, créeme, ayuda mucho
    Y ahora reto a quien quiera a probar que tiene mejores hábitos culinarios que yo, a ver si hay….(¿No pedí ya perdón aquí en alguna ocasión por hablar como en mi pueblo a las mulas?)

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 1:32 | Permalink
  7. Kikas wrote:

    ¡Ah! Fuego ignífugo, y sí, te estás amariconando.
    Pero es que en Bélgica bastante tienen con pensar en cómo se piden las gambas con gabardina en Flandes o en Valonia en su respectivo idioma y que no se equivoquen que se quedan sin aperitivo. ¡Como para tirar las cáscaras al suelo!

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 1:36 | Permalink
  8. Gonzalo wrote:

    Mi hija de 7 años, Kikas, no puede tomar huevo. Cuando la meten en un masdónal sólo puede tomar hamburguesa, dado que los náguets, las varitas y demás son rebozadas con huevo.

    En un bar normal y corriente puedes pedirle un montadito de lomo, un pinchito, un aliño… Otra cosa es que sea más caprichosa que la leche para comer y como dice su madre, entre lo que no puede y lo que no quiere es un coñazo, pero más posibilidades tienes seguro.

    En cuanto al comentario de Fuego y la limpieza, relato exactamente lo que ví el sábado: Nos sentamos en una mesa vacía porque cuando llegamos había poca gente. Estaba límpia. No habíamos terminado de levantarnos y ya teníamos una familia de pie para coger nuestra mesa. Y en las mesas de alrededor, algo parecido. Y así iban pasando las familias enteras sentándose en mesas con churretes de ketchup y con toda la pringue que dejaran los ocupantes anteriores, sea ketchup, estornudos del niño o las babas del padre.

    Las mesas reciben un pañito cuando pase toda la bulla o cuando directamente hablen una lengua muerta y alguien chille.

    Si eso es más limpio que un bar medio español…

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 10:22 | Permalink
  9. Los flamencos, dado su carácter ahorrador, no dejan caer al suelo nada que hayan pagado. En todo caso, las servilletas que son gratis. En eso, en lo de la defensa del idioma y en su empeño en reformular la historia se parecen a otros que yo me sé.

    Por otro lado, en Bélgica no te dan en ningún establecimiento nada que no hayas pagado, así que de perder el aperitivo, nada de nada. Y poca gamba y mucho mejillón, cuya cáscara es, desafortunadamente, dura de roer. Pero contrariamente a lo que ocurre en España, no la dejan caer al suelo, que acaba el suelo que parece una escena de «Marisqueitor 3», lleno de cadáveres medio machacados, sino que la depositan convenientemente en otra cacerola que el camarero te coloca al lado para asegurarse de que tengas fácil el ser civilizado.

    Porque esa es otra. Poner papeleras en los establecimientos de restauración y en la calle no vuelve un pueblo civilizado (decía Jardiel Poncela que las papeleras son objetos que la gente usa para tirar papeles alrededor), pero al menos ayuda a que los pocos seres civilizados de ese pueblo salvaje lo tengan más fácil. Y los turistas también:
    – ¿Donde pongo cáscara?
    – Al suelo, mujer, al suelo.
    – ¿Al suelo? Eso no, que es susio?

    Eso decía mi suegra depositando las cáscaras encima del mostrador para ver a continuación con horror que el camarero pasaba la bayeta, arrojando las cáscaras a sus pies.

    Pongamos que hay un diez por ciento de seres civilizados, pues habrá un diez por ciento menos de basura tirada por la calle.

    Por último, Kikás. ¿Qué pasa? ¿No tenemos bastante con discutir en nuestros propios diarios que tenemos que venir a discutir a diarios ajenos?

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 10:55 | Permalink
  10. Gonzalo wrote:

    Fuego, el problema no es el macdonals o de las tascas, sino los clientes. En los macdonals de aquí la gente tira cosas al suelo y los trabajadores, de vez en cuando, sacan una escoba y la pasan, igual que en una tasca. Teóricamente los clientes depositan sus restos en las papeleras y dejan allí las bandejas… o no. Y lo que no se recoja, y vuelvo al goterón de ketchup o al estornudo del niño, seguirá allí esperando el Juicio Final durante horas…

    Es un problema, como dices, de educación, no de tipo de establecimiento o de comida.

    Aprovechando el terreno neutral…

    ¿Porqué todo el mundo pone Kikás, con tilde, menos él que pone Kikas?

    Digo, por saber a que atenerme.

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 12:21 | Permalink
  11. Pitufa wrote:

    ¡¡Juaaaaaasssssss!!! Me sigo partiendo.
    Es cierto, que la 1ª vez las llevé yo el año pasado y menos mal que estaba mi compañero en el mostrador. El resto de las veces han sido cumpleaños.
    ¿y el «casú»? por lo menos eso sabes lo que lleva, jeje.

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 16:13 | Permalink
  12. Yo creo que la culpa es de Google, que no permite poner acentos en los pseudónimos. Es Kikás, o por lo menos así lo he llamado yo desde el 11 de septiembre de 1985, que fue cuando lo conocí.

    Va para veinticinco años, que se dice pronto.

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 20:36 | Permalink
  13. Javier wrote:

    Te cambio tu comida por mi cena: tortilla de patata y morcilla, ¿qué me dices?

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 20:42 | Permalink
  14. Kikas wrote:

    Enseñar al que no sabe decían;
    Estimado Gonzalo (Cada día mas, por cierto. Estimado me refiero, que Gonzalo eres igual que todos los días)
    No pongo tilde por economía del idioma y porque los nombres propios yo estudié en el pleistoceno que podias obviar las tildes sin cometer falta ortográfica. No sé si esto al morir Franco cambió.

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 21:17 | Permalink
  15. Gonzalo wrote:

    Javier, eso es una provocación que me eximiría ante cualquier tribunal…

    A ver, Fuego y Kikaskás, perdón por mi error. No quiero saber si lleva tilde sino si es aguda o llana. Coñe.

    miércoles, noviembre 18, 2009 at 23:09 | Permalink
  16. Kikás siempre es agudo, en todas sus observaciones.

    Si fuera palabra llana no llevaría tilde por terminar en la letra «s».

    lunes, noviembre 23, 2009 at 23:55 | Permalink

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  1. Bitacoras.com on martes, noviembre 17, 2009 at 18:45

    Información Bitacoras.com…

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  2. Vamos tirando › Un par de huevos « Postres Blog on martes, noviembre 17, 2009 at 19:22

    […] Ah, que los nuestros no llevan postre . Que no son japimil sino macmenús. Vale. El del chaval, un cuarto de libra. Yo que sé con qué. Chaval, que con qué. Con queso. Y yo… ¿eso de verdad es pollo? Pues póngalo. O ponga lo que sea, … See more here:  Vamos tirando › Un par de huevos […]

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