Menuda, te veo al salir por la mañana con tu paso firme. Asoma sólo tu pelo negro y tus negrísimos ojos por encima del cuello alto con que te escondes de este frío al que sigues sin acostumbrarte. Asomas la cara para dibujarnos una sonrisa y sacas la mano del bolsillo calentito para decirnos adiós.
Vienes de tu casa… o mejor, de la casa en la que vives, dónde tienes cama y comida y en la que limpias, cocinas y cuidas a «tu» niña. Te diriges a otra, ahí al lado, en la que limpiaras, cocinarás y cuidarás a «tu otra» niña a cambio de un sueldo que se irá, entero, al otro lado del mar para conseguir que tu madre tenga un techo, tu hija embarazada una cama, tus nietos -de los cuales a muchos no has podido conocer- algún que otro juguete, tu hijo atención médica…
Y luego buscarás alguna otra casa donde pasar alguna tarde, algún sábado, trabajando más todavía para conseguir, al menos, tener unos poquitos euros para ti, que te permitan comprar una tarjeta con la que hablar unos minutos con tu casa, para oír siquiera el llanto de unos bebés que no tienen el abrazo de su abuela, porque su abuela dedica todo el esfuerzo de que es capaz su menudo cuerpo a que esos llantos puedan sonar entre cuatro paredes o sobre una cuna. Esfuerzo completo para, como ahora, estallar de felicidad tras privarte de todo durante meses exclamando ¡ya van a tener un suelo en la casa!
Te devolvemos el saludo con la mano y la sonrisa amplia. No nos paramos, que vamos con prisa. Aunque a las niñas les fastidia, porque quieren pararse y saludarte, para que tú, como siempre, les colmes de besos y de cariño. Y algún día, como quien pide un soberano esfuerzo, te me acercas y me dices, tímida… «Gonzalo, ¿podrías hacerme un favor? ¿Puedes llevarme a misa?»
Y admirando tu esfuerzo, pidiendo a Dios que te bendiga, esperando que puedas un día cercano reunirte con los tuyos pero temiendo de manera egoísta que entonces perdamos tu grata compañía, pienso con tristeza en esos que, desde la comodidad, el refugio y el amparo de quien no siente más necesidades que el elegir las pulgadas de la nueva tele o el destino de las próximas vacaciones, al ver tus rasgos, esos rasgos que no son otros que los de tantos millones de hermanos de aquel lado del mar, sin conocerte, te despreciarán y te culparán, canallas, de sus propios miedos y fracasos.
9 Comments
¡Chapó, Gonzalo!
Que pronto se nos ha olvidado que hace no tanto nosotros éramos los que atorábamos estaciones de tren de media Europa con nuestras maletas de cartón atadas con cuerdas.
¡Qué malo es ser Nuevo Rico!¡Qué malo es olvidarte de donde vienes!
Se me han saltado las lágrimas.
Me está enganchando a su bitácora.
No sabía que era usted tan buen escritor.
Si supiera que no la va a liar le dejaba una ventanita en esta, su humilde casa, al ciberespacio sevillano… pero no es plan que me cierren el Portal, ¿sabe usted?
Sabes que cíclicamente le pegaré un viaje a Alfredito y al tío de la Pipa… es cuestión de tiempo…
Muy bueno, Gonzalo.
Y, además, no puedo sentirme más identificado con lo que escribes. Un abrazo.
Uy Uy Uy … el momento actual no está para tibiezas. No creo que «la chusma gobernante» cierre ningún portal. Parece que la misma (la chusma) nos despierta ciertas actitudes propias de cuando se sufre una dictadura (y me refiero a la de Cuba o Venezuela, por ejemplo).
Hay que denunciar y Gonzalo lo hace muy bien. Para denuncia y ejercicio del pataleo mirar el artículo de Perez Reverte sobre Gibraltar y el asunto de los guardias civiles. No creo que a este escritor le cierren el portal.
Lo adjunto:
GIBRALTAR INGLÉS
Los guardias civiles son inocentes como criaturas. Tanto golpe de tricornio y bigotazo clásico, y luego salen pardillos vestidos de verde. A quién se le ocurre pedir instrucciones concretas al Gobierno español sobre cómo actuar en aguas próximas a Gibraltar, donde la Marina Real británica lleva tiempo acosándolos cuando sus Heineken se acercan a menos de tres millas del pedrusco, pese a que la colonia no tiene aguas jurisdiccionales. Cada vez que una lancha picolina anda por allí persiguiendo a narcotraficantes y demás gentuza, los de la Navy salen en plan flamenco a decirle que o ahueca el ala o se monta un desparrame, mientras la embajada británica denuncia «inaceptable violación de soberanía». Para más choteo, la marina de Su Graciosa usa boyas con la bandera española en sus prácticas de tiro, a fin de motivarse. Cada vez, nuestros sufridos guardias, «para evitar males mayores y siguiendo instrucciones», no tienen otra que dar media vuelta y enseñar la popa. Y claro. Como el papel es poco gallardo, algunas asociaciones profesionales de Picolandia piden que esas instrucciones se den de forma clara, para saber a qué atenerse. Porque hasta ahora, la única recibida de sus mandos es la de «seguir patrullando por las mismas aguas, pero evitar conflictos mayores». O sea, largarse de allí cada vez que los ingleses lo exijan. Que es cuando a éstos les sale del pitorro.
La verdad. No he hablado últimamente con el ministro Moratinos, ni con el ministro Pérez Rubalcaba. Ni últimamente, ni en mi puta vida. Pero eso no es obstáculo, u óbice, para que desde esta página me sienta cualificado –como cualquiera de ustedes– para despejar la incógnita que atormenta a nuestros picolinos náuticos. ¿Cuándo el ministerio español de Exteriores va a dar un puñetazo en la mesa?, preguntan. Y la respuesta es elemental, querido Watson. Nunca. Suponer a un ministro español dando puñetazos en una mesa inglesa, o somalí, requiere imaginación excesiva. Las instrucciones a la Guardia Civil puedo darlas yo mismo: obedecer toda intimación británica y no buscarle problemas al Gobierno, a riesgo de que los guardias chulitos acaben destinados forzosos en Bermeo, o por allí. Porque si insisten, y los detienen los ingleses, y se les ocurre resistirse a la detención, para qué le voy a contar, cabo Sánchez. Sujétese la teresiana. La instrucción, que ya regía en pleno esplendor cuando gobernaba el Pepé –a ése también se la endiñaban bien–, vale para todo incidente imaginable: desde ametrallamiento de bandera, a copita y puro de la Navy con las zódiacs de los narcos, pasando por submarinos nucleares con tubo de escape chungo y paradas navales con banda de música y majorettes. Por el mismo precio también incluye la opción de desembarco de los Royal Marines de maniobras en las playas de La Línea, como ocurrió hace unos años, y la sodomización sistemática de los agentes del servicio marítimo de la Guardia Civil o de Vigilancia Aduanera a quienes la marina inglesa, al mirarlos con prismáticos, encuentre atractivos. Todo sea por evitar conflictos mayores.
Y ahora, una vez claras las instrucciones –luego no digan que no son concretas–, una sugerencia: podríamos dejarnos ya de mascaradas. De teatro estúpido que ofende la inteligencia del personal, guardias civiles incluidos. Gibraltar no va a ser devuelto a España jamás, y ninguno de los gobiernos pasados, presentes ni futuros de este país miserable, con el Estado sometido a demolición sistemática y los ciudadanos en absoluta indefensión, está capacitado para sostener reivindicación ninguna, ni en Gibraltar ni en Móstoles. Y no es ya que los gibraltareños abominen de ser españoles. En esta España incierta y analfabeta, desgobernada desde hace siglos por sinvergüenzas que han hecho de ella su puerco negocio, lo que desearíamos algunos es ser gibraltareños, o franceses, o ingleses. Lo que sea, con tal de escapar de esta trampa. Huir de tanta impotencia, tanta ineptitud, tanta demagogia, tanto oportunismo y tanta mierda. Largarnos a cualquier sitio normal, donde no se te caiga la cara de vergüenza cuando ves el telediario. Lejos de esta sociedad apática, acrítica, suicida, históricamente enferma.
Podrían dejarse de cuentos chinos. Reconocer que España es el payaso de Europa, y que Gibraltar pertenece a quienes desde hace tres siglos lo defienden con eficacia, en buena parte porque nadie ha sabido disputárselo. Y porque la Costa del Sol, donde los gibraltareños y sus compadres británicos tienen las casas, el dinero y los negocios, se nutre de la colonia; y sin ésta esa tierra sería un escenario más, como tantos, de paro y miseria. Así que declaremos Gibraltar inglés de una maldita vez. Acabemos con este sainete imbécil, asumiendo los hechos. La Historia demuestra que la razón es de quien tiene el coraje de sostenerla. Nunca de las ratas cobardes, escondidas en su albañal mientras otros tiran de la cadena.
—
Ole, ole y ole.
Con un par de …
No le tengan en cuenta sus cosas a Juanubis… Se le pasa la hora de la pastilla y…
Lo de «cerrar el portal» que dice Santi es cosa entre él y yo, que no me dejará contar. Y lo de Gibraltar era un par de entradas mas p’atrás, agüelo.
😛
¡Cuanto ingrato hay por el mundo! … y eso que hay una comparación implicita con Arturo Perez Reverte.
Ojos que no ven, corazón que no siente.
ufffff me has emocionado Gon!!creo saber de quién hablas y desde luego se merece ya un poquito de descanso y disfrutar de los suyos por los que tánto lucha…
un besico gordo
3 Trackbacks/Pingbacks
Información Bitacoras.com…
Valora en Bitacoras.com: Menuda, te veo al salir por la mañana con tu paso firme. Asoma sólo tu pelo negro y tus negrísimos ojos por encima del cuello alto con que te escondes de este frío al que sigues sin acostumbrarte. Asomas la cara para dibuja…
[…] día una de mis hijas me preguntó que si una amiga nuestra “era una criada”. Le contestamos explicándole que es una persona exactamente igual que […]
[…] La semana pasada el mejor estrés test lo realizó nuestra amiga y vecina. Charla que te charla con mi santa se ponen mutuamente al día de todo lo que no se han contado en […]
Post a Comment