Vamos tirando

Hace unos años hacía furor en la teletienda nuestra de cada día un Wok chino. Vamos, un perol. Pero llamándolo Wok se vendía mucho mejor. La voz del vendedor, esos sujetos a los que después de grabar un anuncio deberían pasarles un control antidopaje, nos invitaba a maravillarnos con lo bien que se asaba la carne, la verdura y lo que hiciera falta en él. Su gran secreto -revelado por los requetesabios cocineros chinos- era que estaba hecho… de hierro.

De unas semanas para acá, aparece con cierta asiduidad un anuncio en la tele nuestra de cada día en el que una señora o señorita, que habla como si los espectadores tuviéramos sus mismas limitaciones psico-intelectuales, nos presenta una plancha eléctrica de asar totalmente revolucionaria, ya que ahora, según la moza, es ¡¡¡ecológica!! Pero no, no porque su enchufe en lugar de electricidad consuma karma ambiental o miel de flores, sino porque su superficie es… ¡de piedra!

Un servidor, que ha tenido la suerte de comer bien antes de que todos nos volviéramos gilipollas, y que guarda un grato recuerdo de su infancia, sabe que antes del teflón, de las microondas y de toda esa mierda tan modennna que sufrimos en nuestras cocinas, los peroles eran de hierro y la carne se hacía a la piedra.

Así que viendo el patio, me apuesto la yema del izquierdo a que no ha de tardar mucho el anuncio de la gran revolución de la cocina ecológica y moderna al tiempo: Desde nuestra televisión, un famosete nos proclamará, con tono mesiánico, que ya está aquí la gran revolución, fruto del estudio de  nuestros avanzadísimos laboratorios: La brasa de encina para asar carne de cerdo ibérico y los sarmientos para las chuletillas de cordero.

Y la chusma el público, enfervorizado, coreará con un enorme ¡¡¡OOOOOOOOOOOOOHHHHHHH!!!

Hasta que salga por la tele, guardaremos el secreto.