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El muñeco

¿Cuántos habrán pasado por las mañanas de tantos seis de enero en mi salón, o en los salones de los abuelos? La verdad es que no lo recuerdo. Ni tiene demasiada importancia. Éste sí. Este sí la tiene. Además es curioso: No hace nada. Quiero decir que no hace sus cosas, ni habla, ni toma biberón, ni mama como el que le han dejado en el zapato a su hermana. Sólo mira, desde sus ojillos entreabiertos de recién nacido. Y muestra un cuidadosísimo aspecto de bebé real, incluido el ombligo del que aún pende un trocito de falso cordón con su pinza y todo.

Un día, al salir del cole, lo vio en un escaparate.

– Mira, mamá, es precioso, es como el hermano cuando nació. Me encanta. Lo quiero. Se lo voy a pedir a los Reyes.

Un antojo pasajero, supusimos. Al contrario de su hermana, que adora jugar con muñecas, ella no ha sido nunca muy aficionada.

Llegó el día de escribir la carta y lo pidió, decidida, con todos los detalles necesarios: «El muñeco del cordón que me recuerda a mi hermano». Suficiente para Sus Majestades. Llegó la mañana del 6 de enero. Envoltorios que se arrancan, con nervios, abriendo mucho los ojos para descubrir qué tesoro se esconde tras el papel. Libros, juguetes, juegos… todo es bien recibido. Llegan los tíos. Más regalos dejados en casa de su madrina, más alegría. Casa de unos abuelos, gritos y risas. Última parada, los otros abuelos. Una caja que se abre y…

– ¡¡¡Mamá, papá, el muñeco del cordón, el muñeco del cordón!!!

Lo abraza, lo besa, lo acuna, lo mima, lo arropa…

Al día siguiente, debido a la soplapollez de quien corresponda en la Consejería de Educación, al cole. Con toda la intención, le pregunto al salir.

– ¿Os habéis contado qué han traído los Reyes?

Con su apariencia ausente, a salpicones, desliza cosas sueltas. Casi me toca a mí juntar las piezas para saber qué han traído a cada uno. No me termina de quedar claro.

– ¿A alguna otra niña le han traído una muñeca?

Lo piensa un rato. Seguramente ella no entiende la importancia que le doy a la pregunta. Sólo se encoge de hombros.

– Creo que no.

– Entonces, ¿qué les han traído?

Me habla de móviles, de ropas…. ¡¡¡de bolsos!!! Y mientras me lamento por las prisas de algunos niños por dejar de serlo, y de algunos pajes reales por colaborar en tan absurda carrera, empiezo a preguntarme si la comparación habrá tenido algún efecto en ella. Dándole vueltas estaba cuando me viene, desde el fondo del pasillo, con «su recién nacido».

– Mira, papi, me he inventado una nana, y se ha quedado dormidito.

Me la canta bajito, como para no despertarle, y luego se lo lleva, con exquisito cuidado, a acostarle. Cuando se ha ido, comparo estos diez años con los de los móviles y los bolsos. Y después de volver a lamentarme por esas niñas y esos padres, agradezco inmensamente la prórroga que el muñeco parece regalarnos.

2 Comments

  1. Seneka wrote:

    ¿Una prórroga?
    ¿No serán las flores que anuncian una buena cosecha al labriego fiel? Yo espero que sea así.

    viernes, enero 8, 2010 at 9:05 | Permalink
  2. Gonzalo wrote:

    Yo también, Seneka. Pero viendo el panorama doy gracias por cualquier atisbo de diferencia.

    Y yo haré lo que sea mi parte, pero luego habrá que confiar en que su impermeable sea de calidad y la lluvia fina no le cale, al menos antes de tiempo.

    viernes, enero 8, 2010 at 11:55 | Permalink

One Trackback/Pingback

  1. Bitacoras.com on viernes, enero 8, 2010 at 2:23

    Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: ¿Cuántos habrán pasado por las mañanas de tantos seis de enero en mi salón, o en los salones de los abuelos? La verdad es que no lo recuerdo. Ni tiene demasiada importancia. Éste sí. Este sí la tiene. Además es curioso…

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