El Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Huelva, Jerez y Sevilla (Cajasol), resultado de sucesivas funsiones, anuncia en su publicidad que está celebrando su 175 aniversario, por la fecha de la fundación de la más antigua de las que iniciaron los primeros procesos de fusión, la Caja de Jerez. Se trata, además, de la referencia más antigua de todas las cajas españolas.
Tomando esas referencias de fechas, y descartando los últimos 25 años -por hacer el número redondo, y luego explicaré por qué-, tenemos siglo y medio de funcionamiento de las Cajas de Ahorro y los Montes de Piedad. Unas instituciones que surgieron impulsadas por un ánimo social de acercar el crédito al pueblo, de democratizar, en suma, las herramientas financieras.
Durante ese siglo y medio, han existido pequeñas cajas, muchas de ámbito meramente local en ciudades pequeñas, que han superado competencias de potentes bancos, crisis e incluso guerras, y se han mantenido prestando su servicio social y desarrollando su negocio. Han sobrevivido y progresado contando billetes a mano y llevando la contabilidad a mano en libros de papel.
Decía que iba a descontar los últimos 25 años. Debería hacerlo con algunos más, pero por redondear. Hemos quedado en que durante siglo y medio las cajas han funcionado razonablemente bien, han acercado los productos financieros a la gente que confiaba en ellas antes que en los grandes banqueros y han desarrollado una importante tarea de obra social y cultural.
Pero hete aquí que en esos últimos 25 (30, 35, 40…) años se han visto obligadas a irse fusionando para «ganar competitividad», «asegurar su peso financiero», «consolidar su posición financiera» y otros muchos absurdos y vacíos motivos que nos han contado.
El caso es que en la época en que las transacciones financieras se realizan a la velocidad de la luz (o al menos del adsl y del proceso informático) y en la que los libros se cuadran pulsando dos teclas, y los operarios de ventanilla de caja cuentan los billetes metiéndolos en una ranura, en cuestión de segundos y sin errores, esto se ha puesto difícil de la leche.
Y llega el Banco de España y dice a las cajas que para que una entidad sea solvente tiene que tener unos volúmenes de negocios muy altos. Ojo al dato. No que el balance de pérdidas y ganancias, la cuenta de resultados, sea positiva. No. Sino que el volumen de negocio sea muy alto. Así, para el Banco de España es más solvente una caja que obtiene un 2% de beneficios con un volumen de negocio 10 que una con un 20% con un volumen de negocio 7. Y las cajas empiezan a olvidarse de la libreta, el préstamo y la hipoteca y empiezan a copiar productos financieros hasta entonces exclusivos de los bancos. Y llegan las cuentas de alta rentabilidad, luego los fondos de inversión, después los depósitos estructurados… y en suma todos los flamantes inventos de la ingeniería financiera cuyos resultados son los que todos conocemos.
Mientras tanto, sus cúpulas directivas se deciden en comités regionales de los partidos políticos, en sedes sindicales y en trapicheos políticos. Y a la vez, van apareciendo suculentos créditos a los partidos políticos que han diseñado esas cúpulas directivas, o a los medios afines. Aparecen financiaciones suicidas a proyectos políticos y brutales inyecciones de financiación a los proyectos urbanísticos de los ayuntamientos que han terminado como han terminado, con los ayuntamientos en absoluta quiebra y decenas o cientos de miles de viviendas engordando de manera falsa y artificial el activo de las entidades.
Llegados a esta situación, el Banco de España toca a rebato y pone miles de millones de euros de dinero público -ese que alguna carga pública decía que no es de nadie pero que es de usted y mío- para que las cajas salten a una cama redonda en la que cada una se empareje con quien pueda y el último que se quede con la fea. Las cúpulas directivas saltan al olor del dinero fresco robado al contribuyente y se desnudan y emparejan rápidamente.
Ahora se anuncian dos novedades legales principales -con el aplauso de los dos grandes partidos- respecto a las cajas: Se limitarán los cargos políticos y se permitirá la entrada de capital privado.
La primera pudiera parecer una buena noticia. Pero cuando una casta entera ha arruinado un sector clave en nuestro sistema financiero, se ha servido de él, ha mangoneado a manos llenas y encima tapa sus agujeros con dinero nuevamente robado al contribuyente… ¿es una buena noticia que se vaya a «limitar» el número de sus representantes?¿No se va a investigar, a depurar responsabilidades, a mandar a la cárcel de una puñetera vez a los políticos verdaderamente ladrones, que son los que se sirven de esas instituciones, mucho más que los choricetes que se recalifican cuatro fincas? Claro que no. Porque eso lo tendrían que hacer los mismos que se benefician de esos robos, que son los partidos políticos y sindicatos mayoritarios.
La segunda supone la definitiva desaparición de las Cajas de Ahorro, que hasta ahora, al ser organismos de iniciativa pública y/o social, no buscaban el beneficio sino el servicio y la obra social. Al menos en teoría, ya me entienden. A partir de ahora, parece lógico que el que meta sus millones en tal caja, quiera un beneficio a cambio.
Vale, acepto que en la práctica las Cajas no funcionaban con tales y cada vez eran más bancos. Pero cuando algo se tuerce lo que hay que hacer es enderezarlo, no aceptar y fomentar que se siga torciendo.
El caso es, y vuelvo al inicio, que las pequeñas, pequeñísimas entidades que sobrevivieron prestando un importantísimo servicio social durante siglo y medio no han sido capaces de aguantar apenas 25 años la devastadora mano del régimen.
Y ante la demostración de que lo modesto, sencillo y social, si no se le mete la mano en la caja y no se juega al monopoly funciona, lo que se hace es terminar de rematarlo para convertirlo en entidades financieras «normalizadas». Con sus despidos, con sus exigencias de beneficios a toda costa, su total desprecio hacia lo «social» y con su ingeniería financiera.
Lo modenno, vamos. Lo progresista. Acorde con los tiempos.
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