Intento salir de Triana, pensando todavía en la discusión que acabo de tener con un agente de la Policía Local y mi obligación como padre de explicar a mis hijas, que entraron en el colegio dejándome enfrascado en ella, la visión exacta de lo sucedido para que entiendan que ese agente representa la autoridad y que la actitud de su padre no era de desprecio a la misma. De aquí me sale la entrada de hoy, iba pensando.
Pero un autobús se para en medio de los dos carriles de la Ronda de Triana y no me deja pasar, y le sigo durante tres manzanas. Toda la trasera del vehículo es un anuncio publicitario: Un bebé, recostado sobre su madre, nos mira con la dulzura y sonrisa propia de un bebé de anuncio. En grandes letras, se nos invita a cumplir nuestro sueño. Por el anagrama de una esquina entiendo que se trata de un anuncio de algún centro de fecundación artificial.
He visto anuncios similares en otras ocasiones y no sé por qué no he traído aquí la tristeza que me causan. Me decidí a hacerlo con este y me encuentro el trabajo prácticamente hecho, ya que intentando encontrar la imagen o la web a la que dirigían he salido ganando encontrando la reflexión que mi paisano Isaac hace sobre el mismo tema en Infocatólica.com. A ella les remito suscribiéndola en su totalidad. También a los no creyentes, pues creo que no sólo a nosotros nos debe afectar la total cosificación y mercadeo de toda nuestra vida, empezando -literalmente- por la concepción de la misma.
¿Son los hijos un sueño realizable de manera comercial? ¿Entenderemos algún día que no son un derecho sino un don? Dejando aparte los casos de infertilidad que tanta tristeza lleva a tantas casas… ¿son también un bien adquirible en el mercado o un derecho de aquellas personas que prefirieron «realizarse profesionalmente» y ahora, cuando la biología se muestra inexorable, siempre nos quedarán unos miles de euros para «comprar» un heredero?
Esto es sólo el extremo, la punta del chiringuito. El resultado de una manera de vivir, aceptada por la masa, en la que los hijos son unos «bienes» debidamente valorados en el inventario, supeditados a otras prioridades personales o profesionales y que dependen, fundamentalmente, de criterios económicos.
5 Comments
Pues la cosa es así, por desgracia.
Se empieza la vida sexual muy prematuramente. No vaya a ser que me quede embarazada y empiezo a tomar la píldora con 16 años. Tengo que terminar de estudiar. Tengo que viajar, vivir mundo, conocer varias parejas para poder comparar y decidir con qué tipo me quedo. El trabajo es lo primero, ya que tengo que realizarme como mujer y tengo que demostrar que valgo mucho más que cualquiera. Encuentro pareja estable y ahora me dedico a disfrutar de la vida. Cuando ya tengo los 40 cumplidos y le veo las orejas al lobo, quiero ser madre. Después de llevar 20 años con hormonas hay que ver qué put… que no me quedo embarazada. Pues nada a fecundarme.
Luego están también las parejas del mismo sexo, que por mucho empeño que pongan, lo natural es lo natural y de donde no hay no se puede sacar.
Y las que deciden ser madres solteras…
En fin, que qué pena en qué mundo se van a criar mis hijos…
Muchas gracias por el enlace.
Saludos.
Pues gracias a Dios (Con mayúscula), si suscribes el anterior artículo en su totalidad, seguimos sin estar de acuerdo en muchas cosas, y no creo que sea malo.
Porque cuando a las excepciones se les da orden de categoría el resultado final es una falacia.
Y esas técnicas sirven, efectivamente, para que muchas parejas hayan podido tener esos hijos que la naturaleza les negó.
No sé muy bien qué hay de malo en que otras personas se beneficien de las mismas, si lo que quieren es traer niños al mundo, educarlos y quererlos. A no ser que pensemos, como de hecho se piensa, que los niños son una bendición divina. Y es que Dios hay veces que tambien toma vacaciones
Kikás, para darte una respuesta completa podríamos estar aquí horas.
Habría que diferenciar tres aspectos.
El primero es la consideración moral que me (o nos, a los católicos) el desligar la reproducción de la unión física de los padres.
El segundo es lo que conlleva la reproducción in vitro, que es el exterminio de embriones -preembriones lo llaman los modernos ya que no están implantados, pero es lo mismo- «sobrantes» o su congelación como si fueran sobras para las croquetas. Aquí ya no estamos hablando de que para un católico o para un agnóstico sea más o menos lícito un acto íntimo, sino de lo que se hace con cientos de miles de vidas humanas -perdona, Bibiana- que se congelan, tiran a la basura o se usan para enriquecimiento de los Bernats Sorias de turno.
El tercero es la reflexión final que yo hacía, que no es tanto una valoración del acto en sí como de la sociedad en la que todo es vendible y «tarificable», todo lo que como tú dices la naturaleza les negó puede conseguirse acudiendo al mercado. A ti te parecerá normal, pero a mí me entristece profundamente una sociedad así. Porque además mucho me temo que no estoy creando reglas de las excepciones y que el ejemplo que yo ponía o los que pone Pitufa representan un porcentaje altísimo de los casos.
No tengo datos ciertos, con lo que me dejo llevar por impresiones de gente que conozco. Supongo que tu entorno delimita tus percepciones y la gente que conozco que ha recibdo estos tratamientos, hoy son felicísimos padres agradecidos a la ciencia (Y supongo que, si creyentes, a Dios que ha permitido a la ciencia evolucionar)
De todos modos, la excepción confirma la regla no la establece, y, aunque esta sociedad que algunos están construyendo para que el rebaño se la coma sin más, nos diga que todo se puede comprar, no creo que, en este caso, sea lo que predomine
Por supuesto, es una reflexión de lo más personal y su base científica es residir en mi cerebro…si eso es base alguna
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