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La vieja mula

El viejo chucho se revolcaba en el seco suelo intentando quitarse algunas pulgas. Ella le miraba con sus ojos cansados y tristes, desde la estaca en la que permanecía atada. El chucho quedó inmóvil, con las patas hacia arriba.

Tras un silencio incómodo, se revolvió, colocó sus cuatro patas sobre el suelo, sacudió su polvoriento pelo y burlonamente le espetó: «Tienes un aspecto infame. Cada día estás más vieja y cascada. Ya casi no nos vales para nada. Cualquier día el amo te despeñará o abandonará en el desierto. O quizá nos deje, por fín, probar esa carne escasa y seca que tienes.»

Mientras decía esto último, un brillo oscuro asomaba a sus ojos mientras asomaba uno de sus colmillos, por el que caían unas gotas de apestosas babas. Otros perros acompañaron la siniestra sonrisa mientras ladraban y gruñían formando un grupo en torno al que parecía su líder.

Apenas el perro había empezado a hablar, la vieja mula había bajado la cabeza y mantenía la mirada fija en el suelo. El chucho calló al fin cuando las puertas de la taberna se abrieron y por ellas salió, tambaleándose, un tipo sucio y con la mirada extraviada, al que seguía otro con evidente enfado que, mano en alto, amenazaba al primero: «Y no vuelvas por aquí si no puedes pagar el vino que te bebes, o me cobraré con los dedos de tus manos».

El chucho, de un respingo, se puso en pie y meneaba el rabo ante la llegada de su amo, que sin embargo le apartó con malos modos. Anduvo hacia la mula, agarró la soga con la que la mantenía atada y, escupiendo su rabia, intentó subirse a sus lomos. Tan bebido iba que cayó aparatosamente por el otro lado del animal que, inmóvil, intuía ya lo que le esperaba.

El borracho, tras varios intentos, consiguió levantarse y, maldiciendo a la mula a la que injustamente hacía responsable de su golpe, la azotaba repetidamente en los cuartos traseros con una vara de olivo que usaba a modo de fusta. «Maldita mula vieja, no sólo quieres acabar con mi negocio, sino que encima quieres acabar conmigo. Si no saco nada por tu pellejo, mañana te comerán los buitres en medio del desierto».

El malvado amo trabajaba desde niño porteando cosas de aquí para allá, comerciando con algunas cosas entre los pueblos de Judea. No hace tanto tiempo tenía una pequeña caravana, con tres o cuatro mulas y un puñado de camellos que le permitían al menos no pasar hambre ni que le faltaran nunca unas monedas en su bolsa. Pero mientras que la necesidad hace virtud, la falta de ella se convierte en descuido y desorden, y las tabernas y el juego fueron ocupando cada vez más tiempo, y los negocios los iba aparcando por otra partida, y alguna noche de juerga hubo de pagarla con aquella mercancía, con algún camello…

Ahora se veía pobre, sin más negocio que algún encargo de poca monta, asuntos turbios, escondiéndose de la guardia, andando en las sombras y por caminos ocultos… Y con sólo un animal viejo, cansado y mal alimentado con el que pretender llevar una carga con la que no puede. Y con ese animal las pagaba, como hacen los que no tienen el valor de reconocer sus culpas y enmendarlas. Así llevaba meses, aguantando varazos, patadas, golpes y amenazas.

Pero ¿qué podía hacer ella? Tan sólo era una vieja y débil mula, y a veces pensaba incluso que si cruel amo pudiera tener un asomo de razón, pues la labor de una mula no es otra que cargar y ella no cumplía.

Salieron de la aldea mediada la tarde, con los lomos cargados de fardos que se le clavaban y le hacían temblar las patas del peso. Caía la noche cuando el amo detuvo el paso, la descargó y preparó un fuego. Allí pasarían la noche, en un cerro con algunas rocas que hacían la vez de refugio contra el frío relente  de la noche. Con los lomos todavía doloridos, buscó algunos brotes que pastar antes de dormitar un rato. Del sueño le arrancó el ruido seco de un golpe. Sobresaltada, miró alrededor y no vio nada ni a nadie. Un grito de auxilio de su amo le hizo subir hacia una cercana cresta de piedras. Bordeó con dificultad algunos peñascos y allí pudo ver lo ocurrido. Un brusco escalón de unas cuantas brazas, unas piedras removidas que evidentemente habían cedido, y su amo abajo, aislado, sin posibilidad de salir de aquel agujero.

Por su cabeza pasó un torrente de pensamientos. Aquel monstruo que le pegaba y le amenazaba estaba ahí, indefenso y acorralado, y a su espalda un camino que llevaba, en media jornada, hasta una aldea próspera con un riachuelo y pasto fresco. Un poco más allá, sobre otra piedra cercana, los perros ladraban buscando sin éxito cómo llegar hasta su amo. La vieja mula volvió a mirar hacia abajo. El amo maldecía su suerte y a aquellas piedras, blasfemaba y gritaba. Entonces la mula volvió apenas unos pasos atrás y con sus viejos y gastados dientes agarró la soga que colgaba de su cuello. Volvió a asomarse al agujero y la lanzó hacia abajo, hacia su amo. Éste la agarró con fuerza mientras la mula retrocedía, izando al hombre. Cuando llegó arriba y pisó suelo seguro volvió a gritar y a blasfemar un rato, hasta que finalmente cogió la soga y tiró de la mula hacia el lugar donde había hecho el fuego, para intentar dormir un rato. Pero la mula no se movió. Tiró y tiró, hasta que, extrañado, se acercó al animal que acababa de salvarlo de una muerte segura. Lo examinó, volvió a maldecir y gritar, le quitó la soga y bajó, dejándole allí sola.

La vieja mula se había lastimado una pata por el esfuerzo de tirar del amo pisando entre las piedras, y ahora no podía apenas andar. Allí pasó la noche, inmóvil y dolorida, pensando que por lo que había hecho, su amo volvería por la mañana a curarle. Pero mientras subía el sol, pudo ver cómo iniciaba camino alejándose, portando en sus espaldas la pequeña parte de la carga con la que pudo. Sus gritos y maldiciones se oían al alejarse.

El animal comprobó cual era el pago a su acción: Allí quedaría hasta morir de hambre o atacada por alguna alimaña. Brillaba alto el sol y el dolor era insoportable para el animal. Entonces su olfato le alertó de que tenía compañía, y además compañía conocida.

– ¿No te fuiste con el amo? -preguntó.

– El amo no me echará en falta unas horas -contestó el antipático chucho- y no iba a dejar pasar la ocasión de hincarte el diente, vieja. Vieja y tonta. Lo tuviste en tu mano, pudiste marchar… y ahora mira cómo vas a acabar. No te preocupes, todavía te queda un rato. No pienso darme prisa.

Y de entre sus colmillos sucios salía su apestoso aliento mientras se acercaba a su presa. La mula cerró los ojos y esperó la dentellada. Se sintió caer al suelo, y luego… nada. Nada en absoluto, tampoco el dolor de la pata herida. Volvió a abrir los ojos, y se vio en el mismo lugar, pero junto a ella yacía el perro, muerto. Efectivamente, no le dolía la pata, y se sentía mejor y con más fuerzas que nunca. Inició el camino de bajada con la intención de volver a la aldea de la que saliera el día anterior, pero algo le hizo tomar otra dirección.

Así anduvo durante días y noches, sin hambre, sed ni cansancio, hasta que al fin supo que había llegado a su destino. Un hombre joven, extremadamente hermoso, estaba sentado a la vera del camino, a pocas leguas de la entrada de una ciudad. Al verle, le sonrió, se levantó y le acarició la testuz. Nunca le había visto antes, pero por alguna razón supo que era la causa de que ahora ella estuviera allí. Finalmente, el joven le dijo «veo que has elegido bien, y por eso estás aquí. Esto, querida amiga, es Nazaret. Aquí empieza tu mayor aventura». Y dicho esto, desapareció. En el mismo momento, una pareja apareció por un recodo del camino. El hombre era hermoso y fuerte, y mientras con una mano sujetaba su cayado, con la otra ayudaba a su esposa encinta. Ella era no sólo la mujer más hermosa que jamás había visto ni imaginado, sino que además sus ojos derrochaban amor, confianza, esperanza y fortaleza. Llegaron a su altura y le acariciaron las manos mas suaves que jamás le tocaron.

-¿Ves José? Te dije que no tendríamos que andar hasta Belén. Está justo donde Gabriel me dijo. Y mírala, es joven y fuerte. Vamos, ayúdame a subir.

5 Comments

  1. Gonzalo wrote:

    FELIZ NAVIDAD A TODOS.

    GLORIA A DIOS EN EL CIELO, Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD.

    viernes, diciembre 24, 2010 at 2:20 | Permalink
  2. Orisson wrote:

    ¿Haciendo competencia y superándome de nuevo? Pues me alegro, malaje.

    Feliz Navidad igualmente, y santo y pobre año nuevo.

    Un saludo

    viernes, diciembre 24, 2010 at 12:40 | Permalink
  3. Kikas wrote:

    La mujer además de hermosa era muy, muy inteligente
    A ver si Leyre te va a cerrar el blog por machista
    Lo del hombre fuerte, fuerte y hermoso, nada tiene que ver con la discriminación y la igualdad entre ¿sexos? ¿géneros?
    Feliz Navidad a ti tambien, Gonzalo

    viernes, diciembre 24, 2010 at 17:31 | Permalink
  4. Gonzalo wrote:

    Orisson, es que vas provocando… 😛 Pero no, este año ganas tú.

    Kikas, tú ve rellenando el informe y el día que se presenten en mi casa aportas las acusaciones…

    🙂

    viernes, diciembre 24, 2010 at 18:37 | Permalink
  5. Kikas wrote:

    Yo es por avisar…que febrero y el senado están cerca…y cuando a estos demócratas de toda la vida les dejas tomar decisiones con un mero trámite administrativo, comenzamos con la creación intelectual de Ramoncín y acabamos con lo que les de la gana, como este blog…sin ir más lejos
    No sé si me estoy desviando un poco del tema…

    sábado, diciembre 25, 2010 at 12:25 | Permalink

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  1. Bitacoras.com on viernes, diciembre 24, 2010 at 2:21

    Información Bitacoras.com…

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