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Consideraciones sobre la Ley Antitabaco (y III)

Hay que ir terminando, que el tema no es ni de lejos tan importante como para darle tanta bola. Pero no quiero abandonarlo sin dedicarle lo suyo a la Pajín. Esta tipa -que merecerá nuevas entradas merced a su nuevo proyecto totalitario– animaba con fruición a que los ciudadanos -siempre ciudadanos, nunca personas- «informaran a las autoridades» ante cualquier incumplimiento de la Ley Antitabaco. Es decir, animaba a la delación, siempre por el bien de la convivencia democrática y el Estado de Derecho.

La mayoría de las críticas a la Excelentísima Señora Menestra se centran en ese ansia por convertir a la gente en comisarios de sus desmanes. Evidentemente tiene un componente innegable, inherente a la totalidad de la Ley, de maniobra de despiste: Preocupémonos de enfrentar a la tropa, no vaya a ser que se unan y se enfrenten a los sátrapas y se les acabe la mamandurria. Que para eso nos ponemos todos tan serios y rutilantes, para mantener a la chusma distraída.

Todo eso es cierto, y es motivo de justa crítica a la Ley Antitabaco en general y a la Pajín en particular, pero es todavía más sangrante cuando lo observamos de manera comparada.

Esta pájara, su antecesora en el cargo y su hoy Secretaria de Estado de Igual-da, son las que ante las denuncias de infracciones graves y flagrantes cometidas por centros exterminadores en los que se asesinaban niños a 3.000 euritos el homicidio decidieron que había que cambiar la ley porque no se podía vivir con una inseguridad jurídica tal, que uno viniera, te denunciara por hacer algo ilegal y el pobrecito asesino tuviera que sufrir una sanción. Acabar con la inseguridad jurídica, dijeron. Ante la denuncia de un homicidio, cambio de ley para proteger al homicida. Ante un pitillito pasando frente a un colegio, ánimos a la denuncia y a la sanción del despistado fumador.

¿Mezclo churras y merinas? No, simplemente expongo el cambiante criterio y celo en el cumplimiento de la ley de las mismas hijas de puta Excelentísimas Señoras Ministras y Secretaria de Estado ante el derecho a matar a un inocente o la inaceptable infracción de echar un pitillito.

Pero comparemos más cosas. De aquellos dispuestos a secundar el llamamiento de la denuncia anónima ante el agente comprado a tal efecto por el poder, ¿cuántos de ellos han obrado igual ante otras infracciones?

Vamos a ver si terminamos de resultar antipáticos: En este país de listillos y vividores que disfrutamos, ¿quién no conoce a alguien que haya, digamos, cambiado algunos detalles en un parte al seguro para que le cubriera una garantía exenta? ¿Quién no sabe de algún vecino que cambió una etiqueta de precios en un comercio y se llevó por 2 lo que valía 10? ¿Quién jamás oyó hablar de quien contó la vuelta recibida del cajero del súper, comprobó que le había devuelto un billete de más, y guardó y calló? ¿Quién no ha coincidido con alguien que completaba su sueldo con un sobre sobre el que no declaraba nada a «esa que somos todos»? Y por supuesto, nadie, en toda nuestra vida, ha sabido de un pariente que, ante el presupuesto de la reforma, haya dicho «¿y si lo hacemos sin iva?». Y si algún día un amigo nuestro cogiera el coche después de haber bebido siquiera un chato de vino, llamaríamos inmediatamente a la Guardia Civil indicándoles del cruce en el que pueden emboscarlo. ¿A que sí?

Sea usted consecuente, amiga Leire… y vaya más allá: Cree una ventanilla de delaciones ciudadanas en las que se pueda acusar no de echar o permitir echar un pitillo en un sitio que usted llama público, sino para cualquiera de las situaciones descritas en el párrafo anterior, o cualesquiera otras que al delator compulsivo se le ocurran.

A mí se me ocurren más. Particularmente, dos: Primera, una ventanilla en la que delatar al delator, es decir, un lugar dónde informar al denunciado sobre la identidad de aquel que en lugar de decir las cosas a la cara y buscar entendimiento optó por rellenar un impreso gracias al cual un negocio privado está en la ruina y las cinco familias que dependían de él, en la puta calle.

Y segunda, un lugar en el que denunciar a quien sin preparación ninguna dilapida el dinero que me roban vía impuestos en hacer el gilipollas y encima hacerse la digna.

Añadido final: Cuando no hay educación, pasan estas cosas. Cuando alguien es tan imbécil que se empeña en tocarte los mondongos fumándote en la cara donde el no fumador no tiene elección, o cuando alguien es tan imbécil como para tocar los mondongos a un fumador que echa su pitillito sin molestar a nadie, pues viene alguien más imbécil que los dos a tocarnos los mondongos a todos, para que nadie se quede sin su parte.

4 Comments

  1. Kikas wrote:

    Y es que estos olvidaron cuando sus papis les hablaban de Mayo del 68 (Ese en el que todos dicen que estuvieron y no fue ni Dios de los que lo dicen)
    ¡Menuda panda de fachas! (con perdón) 😉

    lunes, enero 10, 2011 at 22:18 | Permalink
  2. Gonzalo wrote:

    ¡Huy! ¡Ha dicho facha!

    A la Leire vas. Que ya sabes que de aquí a nada tendrás que demostrar que no lo has dicho con retintín (ella diría rintintín)

    martes, enero 11, 2011 at 1:20 | Permalink
  3. Kikas wrote:

    No es huy, Gonzalo…que es ¡uy!
    😉

    martes, enero 11, 2011 at 15:05 | Permalink
  4. Gonzalo wrote:

    Te veo muy moderno.

    Huy

    Huy

    Uy

    Me quedé en la vigésimo segunda edición.

    martes, enero 11, 2011 at 15:13 | Permalink

One Trackback/Pingback

  1. Bitacoras.com on lunes, enero 10, 2011 at 16:37

    Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Hay que ir terminando, que el tema no es ni de lejos tan importante como para darle tanta bola. Pero no quiero abandonarlo sin dedicarle lo suyo a la Pajín. Esta tipa -que merecerá nuevas entradas merced a su nuevo proyecto t…

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