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La carta

Como todos los medios días, llamo a casa a ver cómo ha ido la recogida del cole, los deberes que tenemos, las peleas entre hermanas que hay que castigar… Lo normal es que sea mi santa la que me atiende el teléfono, habitualmente con voz de hartazgo mientras el personal pasa de ella y no colaboran como debieran, o se entretienen en pelearse en lugar de quitarse y colgar los uniformes…

Esta vez es mi hija mayor quien descuelga: «Hola papi, yo ya he recogido lo mío, ¿eh? Y vamos a comer. ¡Y tienes una carta!» «¿Una carta? ¿Y quien me envía una carta?» «Pone que es de Cajasol.»

Sonrío y le pido que la deje por ahí. Cuando cuelgo no puedo evitar echar la mente atrás, muy atrás, unos 25 ó 30 años atrás. Y ese ritual de abrir el buzón y rebuscar esa carta entre las del banco, de la compañía de la luz, de la del agua… La mayoría de las veces para no encontrar nada. Las menos, para adivinar entre sobres alargados, ventanillas transparentes y letras mecánicas, una carta más cuadrada, una dirección escrita a mano, un remite que evocara las vacaciones, un oasis entre el eterno curso, en esa inmensidad que transcurría entre el final de unas vacaciones de verano y el inicio de las siguientes.

Recordé las desilusiones sentidas cuando, a punto de rasgar la solapa, descubría que no era mi nombre el que aparecía en el sobre, sino el de alguna de mis hermanas. Recordé la ilusión que encerraban aquellas pocas líneas garabateadas, que exponían y generaban unos planes para la próxima ocasión que luego raramente se cumplían. Pero daba igual, alentaban las ganas de llegar a la orilla del 23 de junio.

Y evoqué aquella ilusión ante la rugosidad del basto papel, descifrando alguna palabra garabateada o ignorando algún tachón, riendo ante lo anotado al margen, comprobando los días transcurridos entre la fecha de la carta, la del matasellos y la del día en que caía en mis manos para ser leída en pocos minutos, una y otra vez, sabiendo siempre a poco pero descubriendo en cada relectura un matiz antes no observado.

Y hoy he querido comparar. Y abro el Thunderbird, el programa que uso para el correo electrónico, y busco los nombres de mis amigos. Y encuentro un reenvío aquí, una cadena allá, una foto de familia enviada de un solo golpe a toda la pandilla con un saludo genérico, con unas frases y preguntas retóricas y repetitivas «¿qué tal la familia?» «¿y el trabajo?» «por aquí vamos tirando» «cuánto tiempo sin vernos» «a ver si coincidimos» «ya me contarás»… Y con hipócrita ilusión contestamos «pues los niños muy mayores», «precisamente hace unos días me acordé de ti»…

Abro el sobre de Cajasol y recuerdo a mi padre, siempre meticuloso, extrayendo los recibos del banco, trasladando los números a su cuaderno de cuentas, apartando recibos para comprobar los gastos, convocando a los hermanos para mostrar el facturón recibido de telefónica y pedir explicaciones…

Pero yo sólo lo abro, lo hojeo y lo ojeo, lo vuelvo a guardar y lo dejo en el mismo montón de papeles que un día se romperán y tirarán. No tengo que hacer cuadres porque los hice sobre la marcha, a golpe de ratón. Ese golpe de ratón que hace inútil la carta del banco. El mismo que, cruelmente, nos hace olvidar la rugosidad del sobre al ser rasgado, la sensación de estar mirando a los ojos a quien escribe al notar en el cambio de su trazo la alegría o la tristeza, la evidencia del despiste corregido con la nota al margen…

Y mientras pienso todo esto, cojo un curioso mensaje que me envía un amigo al que hace años que no veo para reenviárselo a aquel del que no se nada personal desde que cambió de trabajo hace dos años.

La era de la comunicación, la sociedad de la información, la aldea global. No hay distancias ni trabas a la comunicación. Todos estamos conectados. Permanentemente. Maldita sea.

8 Comments

  1. Te noto un poco nostálgico de otros tiempos. ¿O es que estás un poco harto de vivir, por tu profesión, pegado a una pantalla, un teclado y un ratón? Puede que ambas cosas.

    Es cierto que se echan de menos algunas cosas, algunas ilusiones, pero también es cierto que ahora no escribimos esas cartas de 2 hojas por ambas caras porque tenemos más contacto con la gente y estamos más al día de lo que les pasa. Y sobre aquellos de los que no sabemos nada aún teniendo su correo, no es cuestión de la deshumanización de estos aparatos infernales llamados ordenadores, es porque no nos da la real gana de mantener vivas las amistades que en su día hicimos con gran regocijo para nuestra alma.

    El correo postal aún lo tenemos a nuestra disposición, y es tan sencillo como sentarnos ante un papel y empezar a escribir. Igual que antes teníamos el teléfono de esas personas y no nos llamábamos, ahora también podemos prescindir del teclado y dedicarnos al bolígrafo. El único fallo que yo le encuentro a las comunicaciones a través de cables es que son efímeras, que lo escrito acaba desapareciendo porque nunca imprimimos lo recibido, y al final se pierde. Mientras que la carta se guarda y, pasados los años, podemos releer y recordar cómo éramos y cómo eran nuestros amigos antes.

    martes, febrero 15, 2011 at 16:37 | Permalink
  2. Gonzalo wrote:

    Evidentemente, Interruptor la culpa no la tiene el ratón ni el teclado. No pretendía criticar el correo electrónico, sino los cambios de hábitos y cómo cuando mantener un contacto requería un cierto esfuerzo, se hacía, mientras que cuando se tiene todo tan a mano, a golpe de ratón, de webcam, de teléfono con tarifa plana, la relación es mucho más superficial.

    En lo de nostálgico de otros tiempos, no sé por dónde tomármelo. En cualquiera de las posibles acepciones: Sí, mucho. 🙂

    martes, febrero 15, 2011 at 16:48 | Permalink
  3. Javier wrote:

    Cuando hablas de la ilusión de mirar el buzón para ver si había carta de aquella/as amigas del pueblo, playa… lo recuerdo perfectamente.
    De hecho, todavía conservo algunas.

    jueves, febrero 17, 2011 at 19:03 | Permalink
  4. Pitufa wrote:

    En mi caso era al revés. Yo tengo cartas de las amigas que nos enviábamos durante el verano. Nos íbamos a veranear a sitios ¡que no tenían teléfono en el piso! Y si te ibas a una cabina te gastabas la paga. Por carta podías contar muuuuchas más cosas. Teníamos ganas de que llegara septiembre para vernos otra vez.
    Creo que las «nuevas tecnologías» tienen su lado bueno, ahora vas a mirar el «buzón de entrada» y al menos a mí, me permite estar en contacto con gente que normalmente estaríamos años sin saber nada unos de otros.
    Me da a mí que tú eres un poco antisocial de todas formas y da igual que lo tengas más o menos fácil ;p

    jueves, febrero 17, 2011 at 20:43 | Permalink
  5. Gonzalo wrote:

    Yo las tengo prácticamente todas, Javier.

    Deseando que llegara septiembre… Pitufa, tú siempre has sido un poco rarita… hay evidencias palpables…

    viernes, febrero 18, 2011 at 0:40 | Permalink
  6. Gonzalo wrote:

    A todo esto, Pitufa… No sé si te has percatado pero tú sigues veraneando en un sitio… ¡que no tiene telefono en el piso!

    😛

    viernes, febrero 18, 2011 at 9:38 | Permalink
  7. Pitufa wrote:

    Sí, pero ahora hay móviles… 😉

    viernes, febrero 18, 2011 at 11:48 | Permalink
  8. Kikas wrote:

    Y sin embargo ahora tengo contacto con mis amigos, los que están a muchos kilómetros de distancia, practicamente a diario, y no cada tres meses
    «Espero que al recibo de la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios…»
    Y si quieres releer, te vas a la bandeja de entrada, esa que nunca borras y empiezas a leer desde el 2000, o así, que antes no me acuerdo lo que había

    martes, febrero 22, 2011 at 6:02 | Permalink

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  1. Bitacoras.com on martes, febrero 15, 2011 at 12:59

    Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Como todos los medios días, llamo a casa a ver cómo ha ido la recogida del cole, los deberes que tenemos, las peleas entre hermanas que hay que castigar… Lo normal es que sea mi santa la que me atiende el teléfono, habitua…

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