«…y alegres cantando el himno glorioso,
de aquellos que ostentan noble cicatríz,
terminemos siempre nuestro canto honroso,
con un ¡viva Velarde! y un ¡viva Daoiz!…»
Más que vena artillera era la conjunción de una cierta vena militar con la vena montañera y la cercanía del abuelo (qepd)de mi compadre. Él nos contaba batallitas (en el pleno sentido de la palabra) en primera persona de la Cruzada y de la División, cuando siendo un joven oficial artillero llevaba obuses en mulas, de cómo Líster se le escapó por un pelo a sus cañonazos, o de cómo dormían en el suelo y con correajes en los pueblos rusos en los que los liberados les ofrecían camas limpias a las que no eran capaces de re-acostumbrarse.
También nos hablaba de la academia de suboficiales de artillería de montaña en Lérida (la que va a cerrar el pepé para agradar a Artur Mas), único sitio donde seguían instruyendo con mulas. Y mi compadre y yo, con 15 años que tendríamos, nos veíamos subiendo y bajando el pirineo obús arriba, obús abajo.
La vena militar se me fue cuando serenamente concluí que jamás juraría fidelidad a la constitución ni a Juan Carlos.
Con ello, y unido a que mi compadre fue declarado no apto (le decíamos inútil, claro, que era más divertido) para la mili, la vena artillera se fue diluyendo también
“¿Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción su Bandera, obedecer y respetar al Rey a vuestros Jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre?”
Un tema peliagudo el que mencionas, sin duda.
¿Por qué se exige un juramento de fidelidad a los militares, y no, por ejemplo, a los inspectores de hacienda o a los jueces, que están también al servicio de la Patria? ¿Si se menciona expresamente al Rey, jefe del estado, eso significa que en el caso de modificarse la estructura del estado hacia una república, los militares quedarían eximidos de su juramento? Por no hablar del tema de la integridad territorial y el ordenamiento constitucional. ¿Cada vez que se modifica la constitución, como el año pasado, el juramento queda afectado?
Por eso el juramento de fidelidad a la bandera va más allá de su fórmula, tiene una significación mucho más profunda, e implica en todo caso cuestiones de conciencia que atañen a lo más profundo de cada militar.
¿Faltaron a su juramento los militares que combatieron en la Cruzada de Liberación Nacional de 1936 en las filas nacionales? ¿Y los que lo hicieron en el otro bando? Sólo Dios y sus conciencias pueden juzgar a cada uno.
De todos modos el juramento dice “al Rey”, se entiende al Rey de España, pero no dice “Juan Carlos”, “Felipe”, ni ningún otro nombre, dinastía o familia.
Lo único diáfanamente claro es que un militar no puede ser considerado como un “funcionario” más, pues se ha comprometido libre y públicamente a llegar hasta la muerte en defensa de la Patria, con todo el profundo significado del término. Seguro que muchos otros también estarían dispuestos a hacerlo, no lo dudo, pero el militar lo ha jurado.
Hubo miembros de mi familia en ambos bandos en 1936, en la División Azul, y hace menos tiempo, también miembros de mi familia se plantearon profundas reflexiones de conciencia y responsabilidad un 23 de febrero. Ni yo ni nadie tenemos derechos a juzgarlos, a ninguno, porque actuaron de acuerdo a su conciencia y honor, sufriendo mejor o peor suerte, y afrontando con responsabilidad las consecuencias de sus decisiones y actos.
Para entender lo que significa ser militar español, no hay como el famoso poema de Calderón de la Barca: “Este ejército que ves / vago al yelo y al calor, / la república mejor / y más política es / del mundo, en que nadie espere / que ser preferido pueda / por la nobleza que hereda, / sino por la que él adquiere; / porque aquí a la sangre excede / el lugar que uno se hace / y sin mirar cómo nace / se mira cómo procede. / Aquí la necesidad / no es infamia; y si es honrado, / pobre y desnudo un soldado / tiene mejor cualidad / que el más galán y lucido; / porque aquí a lo que sospecho / no adorna el vestido el pecho, / que el pecho adorna al vestido. / Y así, de modestia llenos, / a los más viejos verás / tratando de ser lo más / y de aparentar lo menos. / Aquí la más principal / hazaña es obedecer, / y el modo cómo ha de ser / es ni pedir ni rehusar. / Aquí, en fin, la cortesía, / el buen trato, la verdad, / la firmeza, la lealtad, / el honor, la bizarría, / el crédito, la opinión, / la constancia, la paciencia, / la humildad y la obediencia, / fama, honor y vida son / caudal de pobres soldados; / que en buena o mala fortuna / la milicia no es más que una / religión de hombres honrados.”
Sin entrar en profundidades sobre el juramento (en las que, por otra parte, estaríamos de acuerdo), me ha venido a la memoria una anécdota de un amigo.
Durante un tiempo trabajó como funcionario de prisiones y, al menos entonces, les hacían jurar o prometer la constitución.
Le preguntaron qué fórmula prefería y él eligió promesa.
La pregunta fue «¿promete guardar y hacer guardar la constitución^?», a lo que él respondió «prometo».
Iniciada la jornada, tenía junto a él un ejemplar impreso de la C78 y le dijo a su compañero más cercano: «Hazme un favor, mete esto en aquel cajón». Una vez que su compañero lo hizo, mi amigo comentó en voz alta: «Ea, ya se la he hecho guardar a éste. Luego la guardo yo y listos».
Imposible olvidarlo, Kikas. Como tampoco podemos olvidar que mientras los españoles de bien se debatían por defender la Patria de una invasión, liberales y masones se dedicaban a hacer de las suyas en Cádiz, pergeñando su panfleto «constitucional» ilégitimo.
La cuestión no era (sólo) Fernando VII. La cuestión era la invasión o la independencia. La cuestión era los defectos propios o recibir con los brazos abiertos a una tropa de asesinos que arrasaron con todo lo que pudieron.
La ilustración y la cultura, dicen que nos traían. Debe ser que eso consiste en profanar iglesias y robar museos.
[…] 2 de Mayo me voy a permitir no repetir la entrada de casi todos los años. Ya anoche lancé mi homenaje a los héroes en g+, y por supuesto lo tengo […]
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Pues que sirva como homenaje y tributo.
Un abrazo
«…y alegres cantando el himno glorioso,
de aquellos que ostentan noble cicatríz,
terminemos siempre nuestro canto honroso,
con un ¡viva Velarde! y un ¡viva Daoiz!…»
Un premio al que sepa de qué canción es el fragmento…
Bueno, Alphonse, yo no participaré que durante años mis planes pasaban por pasar por la academia de artillería…
Aprovecharé para echarle la culpa a mi compadre, que abandonó el plan. A ver si se asoma y lo reconoce públicamente.
Gracias Javier. Otro abrazo.
Bueno, pues queda desierto el premio.
Ya nos contarás de dónde te viene la vena artillera, estamos en ascuas.
Más que vena artillera era la conjunción de una cierta vena militar con la vena montañera y la cercanía del abuelo (qepd)de mi compadre. Él nos contaba batallitas (en el pleno sentido de la palabra) en primera persona de la Cruzada y de la División, cuando siendo un joven oficial artillero llevaba obuses en mulas, de cómo Líster se le escapó por un pelo a sus cañonazos, o de cómo dormían en el suelo y con correajes en los pueblos rusos en los que los liberados les ofrecían camas limpias a las que no eran capaces de re-acostumbrarse.
También nos hablaba de la academia de suboficiales de artillería de montaña en Lérida (la que va a cerrar el pepé para agradar a Artur Mas), único sitio donde seguían instruyendo con mulas. Y mi compadre y yo, con 15 años que tendríamos, nos veíamos subiendo y bajando el pirineo obús arriba, obús abajo.
La vena militar se me fue cuando serenamente concluí que jamás juraría fidelidad a la constitución ni a Juan Carlos.
Con ello, y unido a que mi compadre fue declarado no apto (le decíamos inútil, claro, que era más divertido) para la mili, la vena artillera se fue diluyendo también
“¿Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción su Bandera, obedecer y respetar al Rey a vuestros Jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre?”
Un tema peliagudo el que mencionas, sin duda.
¿Por qué se exige un juramento de fidelidad a los militares, y no, por ejemplo, a los inspectores de hacienda o a los jueces, que están también al servicio de la Patria? ¿Si se menciona expresamente al Rey, jefe del estado, eso significa que en el caso de modificarse la estructura del estado hacia una república, los militares quedarían eximidos de su juramento? Por no hablar del tema de la integridad territorial y el ordenamiento constitucional. ¿Cada vez que se modifica la constitución, como el año pasado, el juramento queda afectado?
Por eso el juramento de fidelidad a la bandera va más allá de su fórmula, tiene una significación mucho más profunda, e implica en todo caso cuestiones de conciencia que atañen a lo más profundo de cada militar.
¿Faltaron a su juramento los militares que combatieron en la Cruzada de Liberación Nacional de 1936 en las filas nacionales? ¿Y los que lo hicieron en el otro bando? Sólo Dios y sus conciencias pueden juzgar a cada uno.
De todos modos el juramento dice “al Rey”, se entiende al Rey de España, pero no dice “Juan Carlos”, “Felipe”, ni ningún otro nombre, dinastía o familia.
Lo único diáfanamente claro es que un militar no puede ser considerado como un “funcionario” más, pues se ha comprometido libre y públicamente a llegar hasta la muerte en defensa de la Patria, con todo el profundo significado del término. Seguro que muchos otros también estarían dispuestos a hacerlo, no lo dudo, pero el militar lo ha jurado.
Hubo miembros de mi familia en ambos bandos en 1936, en la División Azul, y hace menos tiempo, también miembros de mi familia se plantearon profundas reflexiones de conciencia y responsabilidad un 23 de febrero. Ni yo ni nadie tenemos derechos a juzgarlos, a ninguno, porque actuaron de acuerdo a su conciencia y honor, sufriendo mejor o peor suerte, y afrontando con responsabilidad las consecuencias de sus decisiones y actos.
Para entender lo que significa ser militar español, no hay como el famoso poema de Calderón de la Barca: “Este ejército que ves / vago al yelo y al calor, / la república mejor / y más política es / del mundo, en que nadie espere / que ser preferido pueda / por la nobleza que hereda, / sino por la que él adquiere; / porque aquí a la sangre excede / el lugar que uno se hace / y sin mirar cómo nace / se mira cómo procede. / Aquí la necesidad / no es infamia; y si es honrado, / pobre y desnudo un soldado / tiene mejor cualidad / que el más galán y lucido; / porque aquí a lo que sospecho / no adorna el vestido el pecho, / que el pecho adorna al vestido. / Y así, de modestia llenos, / a los más viejos verás / tratando de ser lo más / y de aparentar lo menos. / Aquí la más principal / hazaña es obedecer, / y el modo cómo ha de ser / es ni pedir ni rehusar. / Aquí, en fin, la cortesía, / el buen trato, la verdad, / la firmeza, la lealtad, / el honor, la bizarría, / el crédito, la opinión, / la constancia, la paciencia, / la humildad y la obediencia, / fama, honor y vida son / caudal de pobres soldados; / que en buena o mala fortuna / la milicia no es más que una / religión de hombres honrados.”
Daoiz y Velarde son héroes nacionales, precisamente por incumplir las órdenes recibidas.
Sin entrar en profundidades sobre el juramento (en las que, por otra parte, estaríamos de acuerdo), me ha venido a la memoria una anécdota de un amigo.
Durante un tiempo trabajó como funcionario de prisiones y, al menos entonces, les hacían jurar o prometer la constitución.
Le preguntaron qué fórmula prefería y él eligió promesa.
La pregunta fue «¿promete guardar y hacer guardar la constitución^?», a lo que él respondió «prometo».
Iniciada la jornada, tenía junto a él un ejemplar impreso de la C78 y le dijo a su compañero más cercano: «Hazme un favor, mete esto en aquel cajón». Una vez que su compañero lo hizo, mi amigo comentó en voz alta: «Ea, ya se la he hecho guardar a éste. Luego la guardo yo y listos».
Y todo esto para que volviese Fernando VII, no nos olvidemos…
Imposible olvidarlo, Kikas. Como tampoco podemos olvidar que mientras los españoles de bien se debatían por defender la Patria de una invasión, liberales y masones se dedicaban a hacer de las suyas en Cádiz, pergeñando su panfleto «constitucional» ilégitimo.
La cuestión no era (sólo) Fernando VII. La cuestión era la invasión o la independencia. La cuestión era los defectos propios o recibir con los brazos abiertos a una tropa de asesinos que arrasaron con todo lo que pudieron.
La ilustración y la cultura, dicen que nos traían. Debe ser que eso consiste en profanar iglesias y robar museos.
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