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Robando en el súper

Hace ya bastantes años de aquello. Yo estaba soltero, y caminaba junto a mi entonces novia por Triana. En la puerta de una tienda de alimentación, un hombre joven, de aspecto desaliñado, adoptaba una postura imposible, en cuclillas, alargando el brazo de manera increíble y retorciendo el cuerpo para quedar oculto al tendero. Así se hizo con un trozo de queso y no recuerdo qué más, también de comer. Cuando se incorporó y se disponía a huir, se topó conmigo, cerrándole el paso. «Eso no es tuyo», le dije. «Devuélvelo». Me miró con una tristeza que me hizo creer sus palabras. «Es comida para mi familia. Por favor». Dudé un momento, pero me aparté, y con un gesto le dije que se marchara con la comida.

Durante unos pasos pensé que había hecho lo correcto. Durante el resto de mi vida, desde entonces hasta ahora, y así seguirá, me arrepiento de mi mala acción. De mi complicidad con aquel hurto, de mi falsedad y de mi hipocresía.

¿Que por qué? ¿Por haber dejado que aquel hombre se llevara la comida? No. Aquel hombre obró mal, pero forzado por una situación desesperada. No soy quien para juzgarlo. Quien peor actuó aquella tarde fui yo.

Porque mientras lavaba mi conciencia pensando en que había dejado a ese hombre llevar comida a su casa, disfrutaba tranquilamente de aquella velada, con mi novia, tomando algo por ahí. No sé qué tomé, o si fuimos a comprar algo. ¿Qué pude gastar? ¿Mil? ¿Dos mil pesetas? Si yo hubiera actuado bien, aquellas mil o dos mil pesetas no las hubiera gastado en salir por ahí o en comprar algo. Mi obligación era la de parar a aquel hombre, pedirle que devolviera lo robado y una vez hecho eso sacar esas mil o dos mil pesetas y decirle al tendero «póngale a este hombre lo que le pida por este dinero». Y después, seguir mi paseo con mi novia, quedándome ese día sin tomar aquella cerveza, o aquella copa, o aquella tapa.

Cuando en estos días veo a mucha gente aplaudir la acción violenta de un grupo de sicarios de uno de los mayores mafiosos de esta tierra, que a su desvergüenza habitual suma el pretender aparecer ahora como mártir por los necesitados, mientras mantiene su bien nutrida cartera a salvo de esos mismos necesitados, imagino que lo que yo hice aquél día les parecerá mal, porque mi obligación, para ellos, era haber entrado en la tienda y darle un buen palo al malvadísimo agente de la plutocracia neoliberal en forma de tendero para que aquel hombre se llevara no ya un queso, sino un par de jamones. Pero yo sigo pensando que obré mal, y además doblemente. Primero, por permitir el hurto. Y segundo, por disfrutar de aquellas dos mil cochinas pesetas mientras lavaba mi conciencia. Y eso, sin duda, era (y es) lo peor.

El camarada Sánchez seguirá mamando de su red mafiosa, pero lo hará «por el bien de los necesitados». Pero a la hora de la verdad, a estos les mandará un piquete de apoyo, en lugar de, siquiera, dos mil pesetas. Esas, a la saca.

2 Comments

  1. Kikas wrote:

    Espero que hayan pasado mas de 20 años, que si no, no ha prescrito, so cómplice…

    jueves, agosto 9, 2012 at 16:57 | Permalink
  2. Javier wrote:

    Como decía Bertolt Brecht «las revoluciones nacen en los callejones sin salida» y hay muchas familias que están en un callejón sin salida… el problema es que se «use» estas situaciones para justificar actos vandálicos contra quien se gana el «jornal» con el sudor de su frente y no contra los especuladores y ladrones de guante blanco.
    Dicen que quien roba a un ladrón tiene 100 de perdón, pero dudo mucho que alguien pueda llamar ladrón al empresario que más trabajo crea en este país y para el que sus trabajadores sólo tiene buenas palabras.
    Un abrazo

    viernes, agosto 10, 2012 at 13:53 | Permalink

One Trackback/Pingback

  1. Bitacoras.com on jueves, agosto 9, 2012 at 15:14

    Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Hace ya bastantes años de aquello. Yo estaba soltero, y caminaba junto a mi entonces novia por Triana. En la puerta de una tienda de alimentación, un hombre joven, de aspecto desaliñado, adoptaba una postura imposible, en cu…

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