Carta enviada hace unos minutos al Diario de Sevilla.
Sr. Director:
Quisiera comentar algunas cosas sobre el editorial del 14 de marzo titulado «Soledad no ha hecho nada malo» en el que hacen una encendida defensa del procedimiento seguido en el caso de Javier, el niño seleccionado entre sus hermanos desechados para donar su cordón umbilical para la salvación de su hermano enfermo.
Primero, apelan a la posición de la madre. No creo que sea lícito juzgar este proceso desde la óptica de una madre angustiada ante la enfermedad de un hijo. Después, centran el asunto en la feliz curación de Andrés, el hermano mayor, de la que evidentemente todos nos alegramos. En tercer lugar, señalan que el debate sobre la selección del pequeño Javier sólo surgió por parte de la Iglesia y que no había discusión entre científicos, lo cual es absolutamente falso. Y para terminar, ponen como premisa central del editorial el supuesto de que se trataba de elegir entre dos vidas o ninguna, demoledora falsedad en la que sustentan toda su posición. El problema no es que Javier naciera ni que se cure a Andrés. El problema es que en el camino se eliminaron 20 embriones por no «servir». Y esos 20 embriones, Sr. Director, son vidas humanas, no porque lo diga la Conferencia Episcopal o el vecino del quinto, sino porque es un hecho biológico incontestable. La discusión no está entre 2 vidas o ninguna.
La discusión está en que los que defienden esa práctica se arrogan la capacidad de decidir cuándo es válido eliminar una vida humana. En su caso, cuando tiene unos días de vida. En el de otros que se arrogan el mismo derecho, cuando tiene un defecto físico. En el de otros muy conocidos, cuando el color de su piel no coincide con su patrón ideal. La posición es la misma: Creerse con derecho a dar y quitar a una vida humana el derecho a ser vivida.
Enfrente no es que esté la Conferencia Episcopal o tal o cual asociación. Enfrente está, o estamos, los que pensamos que toda vida humana debe ser respetada, sea joven, anciana, sana, enferma, blanca, negra, cristiana, judía, de izquierdas o derechas. Sin medias tintas. Sin excusas. Sin condiciones.
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