Skip to content

Dignidad y publicidad

Archisabido es que cuando un giliprogre (sea de izquierdas o derechas, da igual) expele una estupidez, su mayor excusa suele estar en que es un nuevo derecho, o responde a su preocupación por la dignidad de tal colectivo o de la humanidad en general, o que la sociedad no puede avanzar sin su ocurrencia, o alguna prestigiosa gilipollez del estilo.

Al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, al que algunos malvados nos referimos se refieren como “El Repelente Niño Vicente”, se le ha ocurrido –a él sólo, ojo, fíjense que poderío- que hay que prohibir los hombres anuncio en sus dominios porque esa actividad “es denigrante y ataca a la dignidad de la persona” [1]. Bueno… suponemos que el Sr. Alcalde, o alguien de su equipo, habrá hablado con algún hombre anuncio para llegar a esa conclusión y de esa manera poder mandarle al paro para salvaguardar su dignidad como persona.

Harto discutible, sin duda, es la medida. Pero seguro que hay quien la defiende con fervor. Y como siempre, las prohibiciones hay que evaluarlas comparándolas con lo que no se prohíbe dentro de actividades parecidas. Y me pongo como ejemplo dos casos que puedo ver moviéndome tranquilamente por Sevilla, sabiendo que los mismos o muy similares casos los hay en la Capital del Reino.

Cuando una persona se pone una tabla en la que pone “compro oro” –por usar el ejemplo de la foto que “nos presta” el ABC- resulta que es denigrante y contrario a la dignidad de la persona. Vale.

Cuando vemos una enorme valla publicitaria en la que una hermosa joven desnuda a la que dos estrellas tapan únicamente las areolas de sus pechos, invitándonos a “disfrutar” de los servicios prestados en un club de alterne “a 100 metros”, según se indica en el cartel… Eso es un buen uso de la persona en la publicidad urbana. Vale.

O cuando en una columna de un soportal de una calle de muchísimo tránsito peatonal vemos una foto de tamaño natural de una chica, a la que vemos de cintura para arriba y desnuda, con cara medio de asombro medio de disfrute mientras un joven –negro por más señas, supongo que simplemente por el contraste con la lechosa palidez de la muchacha- situado detrás de ella le rodea con sus fuertes brazos sujetándole los pechos, mientras en la parte baja del cartel se nos recuerda la marca del perfume que debemos comprar. También es un ejemplo de dignidad de la persona en la publicidad.

Vale.

Se me ocurre qué hacer con las tablas que los “hombres anuncio” ya no usarán. Con las tablas y con algunas cabezas pensantes.

Editado el 25/10: Deshabilito la opción de comentar esta entrada porque por alguna razón no dejan de llegar mensajes de spam.

One Comment

  1. Pitufa wrote:

    Una vez más de acuerdo contigo.

    viernes, octubre 10, 2008 at 17:46 | Permalink