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En la caja del súper

Sucedió hace ya más de un año, en verano de 2008. Pero me he acordado de ello. Primero les cuento la anécdota -asegurándoles que es cierta- y luego qué la hace reseñable un año después.

Estaba yo en la cola de la caja del supermercado. Hora punta de un sábado abrasador propio del verano sevillano. Mientras aguardo mi turno recorro con la vista la heterogénea masa humana que copa las cajas. Me detengo en una figura conocida, pero me extraño de que esté del otro lado de las cajas sin carro lleno de comida, sino mirando hacia las colas como buscando a alguien.

Como no puede ser de otra manera, de entre todas las cajas he elegido la que tenía la cola más corta, y a partir de situarme en ella empiezan a fallar lectores de códigos de barras, la señora no encuentra la tarjeta, cuando la encuentra le rechaza la operación… Vamos, lo normal.

Así que para pasar el rato, pongo el mode marujo «on» y aprovechando que yo le conozco pero él a mí no, le observo. Siguiendo su mirada localizo a quien supongo su pareja. En la cola de al lado hay una señora con un carro totalmente rebosante. Ya está poniendo cosas en la cinta, aunque todavía no le están cobrando. Sin embargo, el individuo en cuestión no mueve un pelo. Cuando le llega el turno y la cajera empieza a pasar sus artículos, la buena mujer sigue colocando más y más productos de todo tipo en el inicio de la cinta. Los ya escaneados se van acumulando al final de la linea de caja sin que nadie los vaya guardando. El individuo sigue mirando. A esas alturas, entiendo que me he equivocado y que no, no es su pareja sino que le miraba y hacía gestos por otra razón.

En ese momento, observo dos cosas: que la mujer en cuestión ha terminado de poner artículos en la cinta y que a la altura de la cajera han llegado los artículos congelados. De repente, veo que el pollo se agacha, coge del suelo una neverita de estas de playa y se dirige a la caja. La mujer, que estaba empezando a pasar con el carro vacío para empezar a llenarlo se para porque el pollo se pone en medio, le planta la nevera en el carro, la abre y mete dentro los congelados. Hecho esto, la cierra, dejándola en el carro, y se vuelve para atrás. La mujer consigue llegar al final de la línea de cajas y empieza a embolsar apresuradamente. Le dice algo al pollo, éste le contesta manteniendo sus manos a la espalda, ella mete bolsa tras bolsa en el carro y él mira caja tras caja a todos los clientes que hay por allí. Al rato él se acerca otra vez a ella, coge alguna bolsa, se pone a intentar abrirla -joer lo que cuesta abrir una bolsa del supermercado cuando tienes prisa- pero lo hace justo encima de los artículos amontonados al final de la cinta, por lo que ella tiene que dejar de embolsar esperando que él deje de estorbar. Al final mete de cualquier manera tres o cuatro cosas -mezclando droguería con alimentación y con lo que sea- en la bolsa -que por fin se abrió- y la mete en el carro de cualquier manera, casi que tirándola. Ella le dice algo -supongo que un reproche- y él abre las manos como diciendo «vaaale, vaaale, ya te dejooo» y dando un paso atrás, vuelve sus manos a su espalda y su vista a recorrer las cajas.

Mientras -por fin- me están cobrando a mí, les veo salir del súper por la puerta del aparcamiento. Exacto, ya lo imaginan. Ella empuja el carro, y él mira al tendido con las manos en la espalda. Cuando estoy a punto de perderles de vista, veo que ella está intentando meter la cartera en el bolso y que entonces, sólo entonces, y por fin, él coge el carro. Dos minutos después, he terminado de pagar, embolsar y demás, y salgo con mi carro al mismo aparcamiento. Giro a la izquierda en dirección a mi coche y se me escapa «jooooder» con buena dosis de mala leche. Al sofocante sol del mediodía veraniego, ella viene de vuelta empujando el carro. A él no lo veo. Pero lo busco, porque algo me dice que queda lo «mejor». Efectivamente, le localizo, sentado en el interior del coche, al volante y con el aire acondicionado puesto, esperando que ella vuelva a atravesar el aparcamiento completo al sol y entonces suba al coche y salgan de allí. Lo que no pude ver, y hubiera pagado por hacerlo, es la llegada a casa y la descarga de la compra.

Bien, seguro que muchos de ustedes han presenciado cosas parecidas. Y en señores mayores ya ni les cuento. No era el caso. Cuarentón, alto, sin problemas musculares ni de espalda -lo indagué después- y lo mejor de todo… lo que hace que esta historia sea destacable más de un año después: Delegado sindical de la UGT en una importante entidad financiera.

¿No es eso suficiente para hacerlo destacable? Bueno… si le hubieran visto ustedes, con ese aire que tiene esta panda de parásitos liberados de que le debemos la vida y nuestro sueldo,  repartiendo información y garantizando, ahí, con un par de huevos, el cumplimiento del plan de igualdad y contra la discriminación sexista en la entidad,… quizá hubieran recordado, no sé si con risa o con cabreo, esta historia. ¿No?

9 Comments

  1. KIKAS wrote:

    ¡¡¡Puñetera manía tuya de dejarte la cámara de video siempre en casa!!!
    Bien pensado, ni tan mal, como al tertuliano Carmona, el de Intereconomia (Dios, como mis amigos sepan que de vez en cuando veo eso, me echan del club). Este elemento es el que siendo cargo público del Psoe se le ocurrió decir antes de las primeras elecciones de Zapatero que si hacía falta hundían otro Prestige (Grabado) Le hicieron dimitir, pero despues de las elecciones ya se han olvidado todos y otra vez carguito, y encima 300 € diarios por decir bobadas. (O sea, como nosotros pero cobrando)
    Y eso sí, por ese mal entendido compañerismo, ningún compañero de la tertulia se lo afeo una sola vez, que entre bomberos no nos vamos a pisar la manguera

    jueves, septiembre 24, 2009 at 19:25 | Permalink
  2. TERE wrote:

    ¡Caramba! Por un momento pensé que estabas en un supermercado de México. Tristemente me doy cuenta que este tipo de cosas suceden en todas partes del mundo.
    Hubiera estado genial que llegara un verdadero caballero a ayudar a la dama, a ver qué clase de cara o reacción hubiera tenido el patán que la acompañaba.
    En fin …

    jueves, septiembre 24, 2009 at 23:42 | Permalink
  3. Gonzalo wrote:

    Hola Tere, bienvenida.

    Sucede mucho más de lo que yo pensaba. ¿Sabes qué es lo que más me sorprendió del asunto? Pocos días después le contaba la escena a una amiga, empleada de esa entidad financiera. Cuando terminé, me dijo «Gonzalo, ¿sabes lo que más me sorprende? Agradablemente, por supuesto: que un hombre, que tú te sorprendas por esas cosas, porque son habituales y hasta ahora me parecía que a ningún hombre le parecía anormal».

    viernes, septiembre 25, 2009 at 8:48 | Permalink
  4. KIKAS wrote:

    Las mujeres de nuestra generación tambien han de evolucionar un poco, si me permites, porque los hombres de nuestra generación creo que están más en la onda de sorprendernos que en la de que nos parezca normal.
    Y si no, a lo mejor han tenido mala suerte en la vida, que tambien puede ser.
    (O a lo mejor es que vivo en una burbuja)

    viernes, septiembre 25, 2009 at 10:00 | Permalink
  5. Pitufa wrote:

    Nada nada, a cargar. ¿No quieren igualdad para todo? Pues son privilegios que se van perdiendo (ceder el paso, ceder un asiento, coger las cosas de peso…) El defensor de la igualdad y de los derechos a mirar y al aire fresquito. «Pos» eso.

    viernes, septiembre 25, 2009 at 11:11 | Permalink
  6. KIKAS wrote:

    Si pitufa, pero igualdad es cargar a medias, a no ser que este monstruo, al llegar a casa, y como es un hombre que no le importa para nada su imagen pública ya que vive de ayudar a los trabajadores sin que nadie le vea, se coma toda la tarea inversa…pero me da que no va a ser así

    viernes, septiembre 25, 2009 at 13:09 | Permalink
  7. Pues yo no le dejo cargar a mi mujer ni con el periódico. Pero bueno, que ya habíamos quedado que yo soy metrosexual. ¿O eso de no dejar cargar a la mujer con nada es de machistas? La verdad es que tengo un lío…

    Eso sí, cuando me da el ataque de lumbago el que no carga ni con el periódico soy yo. Y como me duele mucho me pongo de mala leche.

    A lo mejor él también tiene lumbago.

    domingo, septiembre 27, 2009 at 22:36 | Permalink
  8. Gonzalo wrote:

    Sobre el machismo de no dejar que una mujer cargue estuve a punto de escribir una vez… a raíz de que Beatriz Gimeno, portavoz de no se qué asociación de lesbianas y transmutantes varios, en su columna de «El Plural» (ejem) decía que Jesús Neira era un machista porque decía que su actuación que le costó un ataque salvaje había sido por «deferencia» a una mujer en apuros. Y que tener una deferencia con una mujer es de machistas. Desde entonces espero encontrarme con la tipa esta cargada de bolsas y con un tobillo hinchado, a ver si le puedo quitar el asiento en el autobús.

    lunes, septiembre 28, 2009 at 0:14 | Permalink
  9. KIKAS wrote:

    Gonzalo, y es que los extremeños se tocan, ya sabes

    lunes, septiembre 28, 2009 at 16:59 | Permalink

One Trackback/Pingback

  1. Bitacoras.com on jueves, septiembre 24, 2009 at 16:27

    Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Sucedió hace ya más de un año, en verano de 2008. Pero me he acordado de ello. Primero les cuento la anécdota -asegurándoles que es cierta- y luego qué la hace reseñable un año después. Estaba yo en la cola de la caja …

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