12 DE OCTUBRE
FIESTA NACIONAL
VIVA ESPAÑA
VIVA LA HISPANIDAD
En la celebración de la Fiesta Nacional de España, felicidades a todos y un abrazo a todas las naciones hermanas con las que también celebramos la fiesta de la Hispanidad.
12 DE OCTUBRE
FIESTA NACIONAL
VIVA ESPAÑA
VIVA LA HISPANIDAD
En la celebración de la Fiesta Nacional de España, felicidades a todos y un abrazo a todas las naciones hermanas con las que también celebramos la fiesta de la Hispanidad.
Sobre las celebraciones para la Fiesta Nacional, tres cositas:
– La primera, no olviden colocar la bandera en el balcón, la terraza, la ventana o la azotea.
– La segunda, copio lo recibido de Foro Sevilla Nuestra informando de lo programado para mañana en Sevilla:
– Programa de Actos del 12 de Octubre de 2010 –
A las 11:30h una representación de diferentes movimientos cívicos y culturales sevillanos depositará una corona de flores con la enseña nacional en la tumba del Almirante Cristóbal Colón de la Metropolitana Catedral Hispalense.
Desde las 12:00h. habrá varias actividades para los más pequeños, se colocarán varias zonas/carpas y la temática de este modelo de animación serán la bandera nacional y sus colores.
– Zona de toreo de salón. Donde las jóvenes promesas del toreo de las escuelas taurinas sevillanas nos regalarán una exhibición con el capote y la muleta.
– Zona de música. Donde estará colocada el equipo de sonido, que se encargará de amenizar la fiesta con música durante toda la duración del acto.
– Carpa Globoflexia: en esta carpa habrá un monitor, que realizará figuras de globos perros, flores, espadas…. Utilizando globos de color rojo y amarillo.
– Carpa pintacara: en esta carpa habrá un monitor que pintará la cara a los niños de muchas temáticas pero utilizando siempre las tonalidades rojas y amarillas, tanto en pinturas como en purpurinas y adornos.
– Carpa taller carabela: en esta carpa habrá un monitor que les enseñará a realizar el barco típico de la época una carabela, que después cada niño se podrá llevar.
Para los más mayores habrá otro tipo de sorpresas, regalos y colorido…
Sobre las 13:00h. habrá algunas intervenciones públicas de diferentes oradores. Este año entre otros temas de actualidad social tocaremos la defensa de la Fiesta Nacional en Cataluña y la situación de recortes sociales, paro y crisis económica que estamos padeciendo los ciudadanos españoles actualmente.
Recordamos también, que gracias a una iniciativa cívico-popular impulsada por FSN y presentada al Pleno del Ayuntamiento de Sevilla, durante toda la jornada del martes 12 de octubre ondeará en el mástil de la glorieta olímpica de Sevilla, una gigante bandera de España con motivo de nuestro Día Nacional.
Este es un día único para celebrar siglos de unidad, respeto , esfuerzo colectivo y fraternidad entre todos los pueblos y personas que formamos parte de esta gran Nación y es un llamamiento a permanecer unidos como una gran familia en tiempos de zozobra social e incertidumbre económico/laboral como en el que nos encontramos actualmente.
¡Muestra tu orgullo nacional sin miedo!, ¡Acude con tu familia!, ¡Acude con tu bandera!.
– La tercera, copia de la carta que entregué la semana pasada a la dirección y jefatura de estudios del colegio de mis hijas (católico concertado):
Sevilla, a 6 de octubre de 2010.
Querida Directora, Sor xxx;
Querida Jefa de Estudios, Srta. xxx:
Desde hace varios años queremos hacer llegar al colegio una reflexión, pero siempre se nos acaba echando encima la fecha: La próxima semana celebraremos el Día de la Fiesta Nacional de España, además de Día de la Hispanidad y de Nuestra Señora del Pilar. En nuestra familia siempre se ha celebrado tal día, al menos izando una bandera nacional en la terraza y teniendo presente que esa, y no otra, es nuestra jornada nacional. Si no asistimos a homenajes a la bandera que se celebren en Sevilla, no falta en la tele el desfile y la ofrenda floral a la Virgen. En esa fecha se celebra la propia existencia de España como nación, además de la gesta del Descubrimiento de América y la hermandad entre los Pueblos Hispanos. Cabe recordar que esa gesta tiene además un fortísimo componente espiritual y sostiene una de las mayores epopeyas de la Iglesia Católica, según recordaba el querido Juan Pablo II. Es el día de nuestro orgullo, de nuestro recuerdo a nuestros antepasados, del homenaje a nuestra estirpe.
Creemos recordar que tan sólo un curso alguna de nuestras hijas han comentado en casa que se haya recordado de alguna manera la efeméride en los días anteriores o inmediatamente posteriores.
El día 6 de diciembre se conmemora la aprobación en referéndum de la vigente Constitución Española, y el 28 de febrero, del Estatuto de Autonomía de Andalucía, ya reformado y superado por la nueva legislación. En ambas fechas son leyes, marcos administrativos, los que se conmemoran. Leyes, además, harto discutibles, como casi todas. Nunca, jamás, en nuestra familia hemos encontrado motivación para festejar esos días, más allá de que recuerden el marco legal en el que vivimos y que nos parece poco digno de celebración.
Todos los años nuestras hijas vienen relatando las muy variadas formas de homenaje que en el colegio han rendido a tales leyes, en forma de redacciones, dibujos, festejos o bailes.
Sería un debate áspero y nos tememos que estéril el solicitar que al menos se atenúen esas celebraciones, y entendemos que seguiremos, en este centro y en otros cuando nuestros hijos deban seguir otros caminos una vez terminada la primaria, necesitando darles explicaciones de porqué en casa no sólo no celebramos esas fechas sino que además consideramos que las leyes a las que se homenajea no son en absoluto queridas por sus padres.
Pero al menos sí nos gustaría que la celebración que está por encima de leyes y decretos políticos, la que está recogida no sólo por el calendario oficial sino por nuestra tradición como festividad nacional, la que nos celebra no a las leyes o a las administraciones, no al Estado sino a la Nación que componemos todos y cada uno de los españoles y a la comunidad que componemos todos y cada uno de los hispanos; la que homenajea lo que en palabras de Juan Pablo II es “un don de Dios” como el inicio de la Evangelización de América, tuviera un protagonismo si no principal, desde luego no residual.
Por ello queremos presentar como sugerencia al centro que en los días cercanos al 12 de octubre se recordara de alguna manera a los alumnos lo que en esa fecha se celebra. Siquiera una oración por la Nación, por sus miembros, por sus gobernantes y por su futuro. Un recuerdo somero a nuestros siglos de historia. Un homenaje breve a una estirpe que a través de dos milenios largos fue forjando, para bien o para mal, lo que hoy somos.
Son pocos los días que quedan para alcanzar la fecha, y por eso mismo sólo pedimos ese breve recuerdo que haga que los niños tengan presente su Fiesta Nacional. Y dejamos ahí la reflexión para, si los responsables del centro tienen a bien, pueda retomarse en cursos venideros con el objeto de organizar alguna celebración menos modesta.
Esperando que estas reflexiones y sugerencias puedan ser tenidas en cuenta, quedamos como siempre a disposición del centro.
Un abrazo,
Publicaba Diario de Sevilla hace un par de días un informe titulado «La educación infantil dispara el número de plazas concertadas«. Desliza el artículo que en la última década se han disparado los conciertos en Andalucía.
El artículo parece hecho con la intención de que el lector que no profundice en el texto -desgraciadamente la amplia mayoría de los usuarios de prensa, que no suelen ser lectores sino meros ojeadores- saque la conclusión de que la política seguida por la Junta en materia de educación en los últimos años ha sido la potenciación de la escuela concertada en lugar de la pública. Sólo así se entiende que diga que las plazas concertadas en segundo ciclo de infantil (de 3 a 6 años) en Sevilla «han pasado de suponer un 0,2% de la oferta educativa a un 18,8%. Los colegios totalmente públicos, sin embargo, sólo han aumentado su representatividad en dicha oferta dos puntos, del 74% al 76%«.
La realidad es que en los años a los que inicia la supuesta comparación no existía la enseñanza concertada entre los 3 y 6 años salvo, por lo que indica ese 0,2% del que yo no tenía noticia, un único centro en toda la provincia. Es decir, que los colegios concertados tenían 3 cursos (1º, 2º y 3º de Educación Infantil) funcionando de forma privada, recayendo en los padres el coste de las mensualidades. ¿Qué pasaba entonces? Pues que miles de padres llevábamos durante tres años a nuestros hijos al centro elegido, pagado cada mes la mensualidad correspondiente, para que al llegar al primer curso de primaria cruzáramos los dedos y hasta las orejas esperando que saliera cara el día en que la Junta, con sus métodos de asignación de plazas, nos permitiera seguir en el colegio elegido y no nos mandara a buscarnos la vida por ahí llevándonos a nuestro hijo, ya acostumbrado a un colegio y con un grupo de amigos hecho, para que volviera a empezar desde cero, debido a vivir dos calles más allá o a que su apellido empezara por la letra inadecuada.
Cuando hace unos años la Junta decide concertar esas plazas de Educación Infantil, no se están concediendo conciertos a nuevos centros, simplemente se están ampliando los conciertos ya existentes a tres cursos más, por la sencilla razón de que la escuela pública no es capaz de absorber la demanda existente y recurre a la concertación como método más rápido, eficaz y barato. Y tengan por seguro que si hubiera más oferta de plazas concertadas serían cubiertas rápidamente, por lo que además se hace con una opción muy demandada por las familias.
Ahora bien, la ventaja inicial que encontramos los padres, que pasamos a ver cómo la educación de nuestros hijos pasa a ser sostenida con el dinero de nuestros impuestos (oh, qué atrevimiento), debe contraponerse al efecto real que esta medida ha tenido. En un momento del artículo del Diario de Sevilla, se dice que en el crecimiento -aunque mejor sería decir creación- de la oferta de conciertos en Educación Infantil «ha tenido mucho que ver la concienciación por parte de las familias de escolarizar a sus menores con tres años, cuando la Educación es todavía voluntaria, para asegurarse una plaza en el centro deseado cuando llegue la etapa obligatoria«.
Este es un asunto importante. Como queda dicho, este ciclo escolar es voluntario. Pero con esta medida pasa a ser voluntario sólo en teoría. Así, la asignación de plaza que se hace para la entrada del alumno de tres años es definitiva para toda la vida escolar del niño. Ese niño tiene ya plaza en Infantil y en Primaria en ese centro, y en secundaria si ese centro la imparte o en el que le corresponda en caso contrario. Añado: Lógicamente. No tendría sentido que el niño de tres años tuviera que cambiar de cole a los 6, como antes sí sucedía. Pero esto, que es la cara de la moneda, lleva por detrás una cruz: Si un padre quiere plaza concertada para su hijo, deberá pedirla desde los 3 años, ya que si opta por no escolarizarle hasta los 6 -ojo, tal y como permite la ley- a esas alturas las plazas concertadas ya estarán cubiertas y la administración le buscará hueco en donde ella -y no la familia- decida, bien porque exista ese hueco, bien porque por imposición de la Junta se cree ampliando la ratio, lo que en un 99% de los casos sucederá para meterle en un público, independientemente de la preferencia de la familia.
Pueden decirme que, hombre, teta y sopa no cabe en la boca y si las plazas que hay son las que son, pues el primero que llegue que las coja y el que venga detrás que arree. Bueno, no estoy diciendo que la solución sea sencilla, aunque se podrían arbitrar algunas -bajar la ratio en infantil y flexibilizarla en primaria, por ejemplo-. A lo que quiero llegar no es, aunque pueda parecer, a una defensa a ultranza de la libertad para elegir plaza concertada. A lo que quiero llegar es a cómo lo que teóricamente es voluntario -la escolarización a los 3 años- se convierte de facto en algo casi obligatorio, ya que casi ningún padre se queda tranquilo pensando en que, qué bien, cuando cumpla 6 ya me dirán dónde hay un hueco que nadie quiere en primaria.
Si quieren, hagan la misma lectura para los públicos: Hay colegios públicos de una calidad muy reconocida que comparten distrito con otros de calidad harto discutible. Imaginen que a un padre le dicen que si quiere el bueno, que pida ahora porque si espera tres años es seguro que en el bueno no cabe y que lo tiene que mandar al «chungo».
¿Es realmente necesario escolarizar a nuestros hijos desde los 3 años? Yo creo que no. O mejor dicho, creo que depende de muchos factores, entre ellos del carácter del propio niño y lógicamente de las posibilidades de la familia. Y a eso se dirige directamente todo esto: Si el niño está en el cole desde los tres años, queridos galeotes, ¿a qué viene plantearse que uno se quede en casa en lugar de encadenarse al remo y cotizar, cotizar y cotizar, que hay mucha mamandurria que pagar y mucho tenderete capitalista que mantener? Pues convenzamos a los que quedan por entrar en el juego creándoles las condiciones propicias desde los tres años. Y añado: Tres años… de momento. Al tiempo.
Recordaba en la entrada anterior las muchas diferencias entre nuestros juegos infantiles y el «aplatanamiento» -y disimulen ustedes el palabro- de los niños actuales. Ahora bien, esas tardes de juegos en la calle, de carreras, de partidos de fútbol en solares con dos jerseys o dos mochilas del cole haciendo de porterías, esos «poli-ladron» (con el dedo pulgar levantado y el índice extendido «pam, pam, te he matao» «no, porque llevaba chaleco antibalas y luego te he matao yo a tí», «sí pero Pepito me curó», momento en el que Pepito hacía como que tocaba el cuerpo del «muerto» diciendo algo parecido a «chicschiquichíc», más que suficiente para sanar una herida de Magnum 44 disparada a metro y medio)»…
Esas tardes, decía, eran habituales, pero no eran el 100% de nuestro tiempo libre. Había tardes de lluvia -en mi caso pocas- o castigos, o simples casos de flaqueos en las amistades, o desajustes entre la madurez de unos y otros miembros de la pandilla en los últimos años de infancia, que se pasaban en casa, solos, y con aquella eternidad que significaba el espacio entre el final de la programación infantil de TVE -a eso de las 7- y la hora de la cena, o del baño, o de lo que sea. Eternidad que hoy se nos escapa en un sinsentir ¿verdad?
En aquellas tardes era cuándo surgía el ingenio de cada uno y donde realmente cada uno daba lo mejor de sí. La perspectiva de una, dos o tres horas por delante sin saber qué hacer desembocaban en lo evidente: La búsqueda del qué hacer. En un minuto, nuestra habitación era convertida en el escenario de una inmisericorde batalla, un descubrimiento interestelar, una apasionante carrera de bólidos o de la gran final de la más emocionante competición deportiva. En algunos casos la cosa se aderezaba con caros y rebuscados juguetes dispuestos para la ocasión. En los más, cajas de cartón, papeles y lápices constituían material más que sobrado para ello… o ni eso, no hacía falta nada material. En nuestra cabeza estaba todo perfectamente decorado.
Viene esto a cuento porque entre las muchas maneras que mis hijas tienen para tocarme las narices, una de las que con más éxito lo consigue es la que me planteó la mayor la otra noche. Salida de la ducha, mientras se le daba la cena a su hermano pequeño y se preparaba la del resto de la familia, ante la negativa a que se quedara viendo la tele, me miraba con cara de tragedia griega. Temiéndome la respuesta, pregunté:
-¿Qué te pasa?
-Me abuuuuuuuuurro.
Mi primera opción en esos casos suele ser el socorrido «pues cómprate un mono», pero sorprendiéndome a mí mismo, no fue eso lo que le dije, sino un críptico «pues aprovecha» que le descolocó totalmente.
-¿Para qué?
– Para ingeniártelas y no aburrirte más.
En una casa con abundantes libros, juguetes, lápices, papeles y más que suficiente espacio, la reiteración de esa queja me toca las narices. Y precisamente por eso, aunque parezca contradictorio, procuro que mis hijas caigan en algunos momentos de aburrimiento en el día. A ver si así se las ingenian.
Los padres modernos hemos cometido el terrible error de temer como a una vara verde que nuestros hijos caigan en algo tan natural como el aburrimiento. No les hemos dejado aburrirse. Ahí estábamos para procurarles toda clase de juguetes, programas de televisión, películas en deuvedé, actividades extraescolares, consolas, ordenadores… Así, los niños no tienen tiempo de aburrirse, y muchos padres consideran esto un acierto, un triunfo, una satisfacción. Error. Enorme error. En realidad se les está privando de una herramienta fundamental. Dice el refrán que el hambre agudiza el ingenio. Es cierto. La necesidad impulsa al individuo a buscar soluciones, mientras que el desconocimiento de esa necesidad hace que cuándo esta llega sea una auténtica tragedia.
Recuerdo que una tarde de aburrimiento en mi cuarto me llevó a elaborar un sencillo juego en el que utilizaba una hoja cuadriculada y un lápiz. Ese sencillo juego se convirtió en mi entretenimiento preferido para los ratos muertos durante años y años de mi vida. Si aquella tarde mis padres hubieran exclamado «Cielos, Gonzalete está aburrido, no podemos consentirlo, apuntémosle a clases de laúd acústico o de calceta coreana», no sólo me hubiera quedado sin inventarme aquel juego, sino que en lugar de pararme a pensar «qué puedo hacer con lo que tengo», hubiera aprendido a pensar «a ver si me ponen algo por delante que me entretenga».
Aburrimiento. A nuestros hijos les hace falta aburrimiento. Mucha falta. Y, a ser posible, el suelo de una habitación, o una mesa, un cajón con piezas sueltas de viejos juegos, aparentemente inservibles, lápices, botones o canutillos de bolis bic. Un rollo de papel celo, un bote de cola, papeles viejos… Tecnología punta, en suma. Paciencia para que fracasen varias veces en sus intentos. Una buena papelera y vista gorda para las huellas del desastre. Y alguien que les diga: «Cómprate un mono… o ingéniatelas». Quizá así el día de mañana sean capaces, cuando se encuentren con que no tienen lo que ellos esperaban, de aprovechar lo que haya disponible y tirar p’alante con ingenio y alegría, en lugar de quedar paralizados esperando que alguien venga a allanarles el camino.
Los de mi quinta tenemos muy presente, y ya he hablado aquí de ello en alguna ocasión, la enorme diferencia entre nuestra infancia y la de nuestros hijos. Nuestro cuarto de juegos era la calle, nuestra consola, una pelota o una simple lata. Nuestro parque temático, un árbol con ramas fuertes para sostenernos. Nuestra red social, los vecinos del barrio. Nuestro móvil, una voz desde la ventana.
Sabemos, qué remedio, que esos tiempos pasaron y que es difícil -pero no imposible- reproducir el mismo ambiente y sobre todo la misma tranquilidad para los padres en las calles de ahora. Eso sería otra discusión, y dependería muy mucho del entorno en el que vivimos cada uno, y de otras variables que harían más profundo el análisis y que espero retomar en otra ocasión.
Bien, esta realidad me venía a la cabeza hace unos días cuando en todos los medios se hablaba de los casos de obesidad infantil y del fomento que como solución se quiere hacer de una alimentación sana y equilibrada en los niños. Me parece perfecto que se promocione la alimentación sana, y si las hamburguesas son insanas, en vez de vender humo que sancionen a los que las venden, pero esa es otra. A nadie se la ha ocurrido pensar que en nuestros tiempos, cuando éramos niños, aparte de los de chorizo o de mortadela, nos clavábamos unos bocatas de chocolate, de nocilla o de margarina de tamaño considerable. Y como se suele decir, no había obesos. Si acaso había gordos, tan felices como todos los demás. El caso, que me pierdo, es que nadie nos venía a decirnos «niño, deja el chocolate y el tulipán y no olvides tomar fruta y verdura. Y dile a tu madre que no te ponga cosas fritas… que todo a la plancha».
No. Posiblemente a mediodía y en la cena comiéramos de manera algo más sana que ahora, pero más por la elaboración natural de los platos -esto también daría para otra entrada- que por otra cosa, porque no me creo yo que nuestras madres midieran el trozo de tocino que echar al potaje en función de las recomendaciones de la OMS sobre el consumo máximo diario de grasas. Pero yo veo a los niños de ahora y ni de lejos meriendan lo que nosotros éramos capaces de engullir, porque tras el consabido bocata, que nadie diga que antes no había bollería porque los Bony, Tigretón, Pantera Rosa, etc. que nos hemos metido en el cuerpo desde luego no eran ajetes rehogados. Eso sí, nos comíamos un buey relleno de pajaritos entre carrera y carrera, entre juego y juego, entre salto y salto. Si nosotros hubiéramos crecido yendo del aula a la tele, de la tele a la «actividad extraescolar», de la «extra» a la consola, de la consola al messenger… seguramente los que sobreviviéramos pasaríamos tranquilamente de los 150 kilos.
Pero no veo yo a un ministerio haciendo campaña para garantizar la seguridad en las calles y llamando a los padres a dedicar sus tardes a llevar a sus hijos no a piano, ni a informática, ni a inglés ni a papiroflexia, sino al parque o a la plaza a jugar.
Claro que para eso, los niños tendrían que saber qué hacer sin un botón que pulsar y con juguetes sin pilas tan complicados como un pañuelo, unas canicas o una lima. Y además, los padres saber que esos seres que habitan en sus casas necesitan no sólo su dinero y su tutela legal, sino su atención y cariño. ¿Se imaginan ustedes que un estudio pagado con fondos públicos propusiera tal cosa, poniendo en riesgo el modelo del chiringuito? Pues eso.
La culpa es de Orisson que me ha provocado. Escribe una entrada sobre la formación del juicio y cómo lo que debería ser una búsqueda de la verdad, a menudo se queda en la utilización acrítica del juicio emitido por otro sujeto al que por el motivo que sea se le atribuye legitimidad para decir cualquier cosa sobre cualquier asunto. Y el personal responde «amén» sin molestarse en reflexionar sobre si lo dicho es respaldable o una gilipollez.
El caso es que como decía, Orisson me (nos) provoca porque pide que se le comente al respecto. Y así lo he hecho. Le he comentado allí, por supuesto, pero dejo aquí copia de mi mensaje:
Lo primero que se me ocurre, además de convenir contigo, es que se trata de un reflejo -otro más- de los tiempos que vivimos.
Ya nadie hace nada, todo se compra hecho. Ya todo es «externalizado», en el palabro que nos han endosado para que parezca moderno y bueno lo que no es más que la conversión de la existencia humana en un paso concreto de un proceso perfectamente diseñado y estructurado.
Pues de la misma manera que ya no se cultiva, sino que se compra una producción. De la misma manera que no se programa, sino que se contratan servicios informáticos. De la misma manera que no se invierte el dinero para producir, sino que se contrata a quien lo maree en mercados especulativos para que milagrosamente se multiplique. De la misma manera que no se convive en familia, sino que se contratan servicios de empaquetamiento de niños llamados actividades extraescolares o guarderías. De la misma manera que no se crea nada nuevo sino que se reutiliza una y otra vez lo mismo cambiándole la etiqueta…
Pues eso, que ya nadie toma decisiones, sino que contrata asesores para que las tomen por él. Y a menor nivel, se nos venden los paquetes hechos. Existen paquetes para todo. Mejor dicho, existen paquetes sobre todo: Sobre economía, sobre justicia, sobre modelo de estado, sobre ecología… Y en lugar por tallas, se venden separados por etiquetas muy generales: Versión progresista, conservadora, liberal o mediopensionista. Uno elige la etiqueta que más le encaja, o que le han dicho que más le encaja, y ya tiene su opinión sobre cualquier asunto que en el mundo sea.
Por supuesto, aunque los directores de proyecto del paquete progresista y del paquete conservador son distintos, la empresa que los comercializa al final es la misma, por lo que al final importa un carajo que compremos uno u otro. Si rascas el barniz, la madera es la misma.
Los paquetes se van mejorando, dado que las primera versiones tenían fallos muy importantes que daban lugar a que el comprador no quedara satisfecho y optara por avanzar en la opinión por su cuenta y riesgo. Una vez detectado este problema, las versiones se van ampliando abarcando más y más mercado.
Además las versiones se interrelacionan entre ellas, de manera que si algún cliente no quedara totalmente satisfecho con la comprada, no necesite salirse del sistema por completo, sino que se le suministren parches derivados de otras versiones para que alcance la satisfacción.
Ahí queda eso. Para que vuelvas a provocar preguntando nuestra opinión.
P.D. Para el paquete «Palabra de Dios» los comerciales del asunto también comercializan versiones y, sobre todo, sub-versiones. Y utilice usted el guión como le plazca.
El miércoles, jueves y viernes, Miki & Duarte publicaron estas tres viñetas en el Diario de Sevilla y resto de periódicos del grupo Joly. En el enlace que se abre al picar en ellas pueden verlas a mayor tamaño.
De lo ocurrido con los «Roms» (gitanos rumanos) en Francia en las últimas semanas, me quedo con las reacciones de la gente y los medios, y cómo se pronuncian siempre en función de quién haga algo, y no de qué sea lo que se hace. Intento encontrar el equilibrio para terminar de formar una opinión.
Ayer tarde entraba en un pequeño -muy pequeño- comercio sito en el pueblo en el que vivo. Encuentro la puerta cerrada y la pequeña ventanilla abierta para despachar por ella, como últimamente suele ocurrir en horas en las que no hay mucho tránsito de gente. Recuerdo lo raro que se me hizo, hará uno o dos años, cuando instalaron el sistema en un local que hasta entonces era como una casa abierta a todo el que pasaba, en la que se montaban no pocas tertulias.
La encargada -que no dueña- hace punto al fondo del local. Yo me agacho para ponerme a la altura del ventanuco y doy las buenas tardes. Ella me ve, me sonríe, coge las llaves, abre la puerta y la vuelve a cerrar tras de mí. Se mete en el mostrador tras el que lleva muchísimos de sus cincuenta y bastantes años. Me pregunta por la familia mientras me atiende, me cuenta alguna cosa algún achaque, sobre sus nietos, sobre cómo era antes el pueblo, recuerda en voz alta su infancia y juventud dentro de una familia humilde del pueblo… Más o menos lo de casi siempre que soy el único cliente en el local que frecuento semanalmente desde hace 10 años.
Llegan dos señoras y una niña, también clientas habituales, que intentan abrir la puerta y no pueden. Damos por terminada mi compra y la charla, y me despide mientras coge sus llaves y hace por salir del mostrador para abrir la puerta para que yo salga y ellas entren cuando en esto se suman otros clientes en el zaguán.
Tres varones de ventitantos años facilmente reconocibles como gitanos rumanos. La encargada suelta un «ay, coño» mientras se queda a medio camino de donde estaba, como sin saber qué hacer. Fingiendo normalidad y sin levantar la voz más de lo necesario, me dice «Gonzalo, pasa al fondo y espera un poquito, hazme el favor». Por el ventanuco atiende primero a la cliente conocida y luego a los recién llegados. Termina la venta y, ahora sí, toma las llaves y sale del mostrador. Yo no hago ningún comentario. Ella me mira y, con gesto a medio camino entre la tristeza y el enfado, relata: «Cada vez que vienen, uno se pone a pedirme cosas, rectificando y cambiando constantemente, y los otros se ponen a moverse por aquí, sin estarse quietos ni un momento y queriendo entrar hasta la cocina. Siempre igual. Nunca vienen de uno en uno y de frente. Siempre enredando. Están aquí por la aceituna. A ver si terminan ya y se van a su país, coño.»
Me encarga dar recuerdos en casa y vuelve a cerrar la puerta tras mi salida. Yo me alejo sabiendo que acabo de tocar la España real. No digo buena o mala. Real.
Soy gafotas cuatroojos desde los 9 años. Durante mucho tiempo he usado también lentillas, pero el ojo se cansa y la edad no perdona, y mantener la vista en un monitor durante 8 horas al día hace mucho más cómodo y recomendable la gafa, aunque sea de culo de vaso.
De un tiempo a esta parte me llama la atención una moda bastante extendida entre los gafotas miopes como yo. Y es esa manía de que las gafas ahora tienen el cristal muy estrechito, la montura muy ancha y a ser posible de colorines. En lo de los colorines, allá los gustos, pero lo que me choca es lo de que sean estrechas. Por ser más exactos, que sean tan bajas. Lo más incómodo para un gafotas miope como yo es cuando sube o baja el ojo si mover la cabeza, el llegar al final del cristal de la gafa y de repente dejar de ver con nitidez, obligándole a mover toda la cabeza. Por eso los miopes solemos -o solíamos- tener las gafas más bien grandes.
Distinto es los cegatos con vista cansada y las conocidas gafas para leer, que siempre han sido estrechas para que el usuario pueda dirigir la vista hacia el papel bajo sus ojos pero tenga franca la visión al frente, para la que no necesita lentes.
En las bifocales y progresivas ya no entro. El caso es que de los pocos miopes que vamos quedando sin pasar por el quirófano para que se le queden los ojos de recién levantado que tanto se ven ahora, cada vez son más los que llevan esas gafas estrechitas, de montura de pasta gruesa y vistosa.
A estas alturas ya no pretendo comprender las modas, ni mucho menos adoptarlas. Pero me sigue chocando ver tanta gafita estrecha. Y esta mañana, ojeando el periódico, lo he entendido. Ahí, en las páginas de internacional, un fulano me miraba con muy mal color y unas gafitas de esas estrechas. Pero él tenía espacio de sobra entre los párpados y el borde superior e inferior de la gafa.
Acabáramos. Eso es. Ahora lo entiendo. Con el Made in China llegamos al Chinese Design y pasan estas cosas.
Hemos señalado ya dos caras del problema: El Estado que rebaja por inutilidad o maldad el nivel de la educación, y cientos de miles de padres cuya única aspiración es que sus niños tengan un expediente oficialmente inmaculado, importándoles un carajo -dándoseles una higa, digamos en castellano clásico ya que hablamos de enseñanza y educación- la preparación y cultura real adquiridas por sus cachorritos. Ante esto, una medida se hace necesaria, como ya hemos dicho, y es la recuperación y potenciación del nivel de exigencia y excelencia en la escuela.
Pero en la escuela pública, por supuesto. Porque otra pata del problema es que progresivamente se ha dejado que los mayores niveles de excelencia y/o exigencia recaigan en la escuela privada y en menor medida en la concertada. Es un lavado de manos inadmisible por parte de los poderes públicos, que parecen contentarse con no complicarse la vida en el colegio público y si alguien quiere más, que se lo pague, o busque plaza en un concertado al que a la vez le ponemos zancadillas para no reconocer nuestro fracaso. Total, las familias del régimen podrán pagar los Liceos Franceses, Colegios Británicos o Alemanes o la escolarización en el extranjero de sus herederos.
Por supuesto que la prioridad ABSOLUTA debe ser la profunda mejora de la escuela pública. Es responsabilidad del Estado que los primeros puestos de todos los estudios comparativos que se hagan estén ocupados por centros públicos: Para eso tienen más recursos, para eso son más caros, para eso responden -o deberían responder- a una función pública fundamental, pilar de la sociedad. Además, todos esos centros deben tener un funcionamiento y nivel homogéneo EN TODA LA NACIÓN e independientemente de las áreas en las que estén enclavados. Si por razón que fuere un centro tiene un porcentaje significativo de alumnos con problemas sociales o educativos, ese centro concreto deberá contar con los medios pertinentes para que esos alumnos sean atendidos según las necesidades, pero nunca, bajo ningún concepto, a costa del avance del resto de sus compañeros. Hay que igualar, sí, pero siempre por arriba, nunca por abajo. Si un alumno necesita un empujón y se le puede dar, se le dará. No se frenará al que no lo necesita para esperar al que viene por detrás. Si este principio básico no es entendido y atendido por la Autoridad, no sigan trabajando en ello: Cualquier reforma educativa que omita este principio fracasará.
Esta escuela pública de calidad puede -y yo diría que debe- ser completada con oferta de iniciativa social que sea también sostenida con fondos públicos siempre que no suponga un coste superior a la escuela pública. Esta enseñanza concertada estaría sujeta a unas normas elementales: Los centros deben cumplir con los mismos requisitos funcionales, sanitarios, de seguridad, etc. que los centros públicos y deben tener libertad ABSOLUTA tanto en sus fórmulas pedagógicas, como en el ideario -no solo en cuanto a confesionalidad- propio como en el nivel educativo a ofertar siempre que cubra el mínimo establecido por ley. Con una particularidad radicalmente distinta a la situación actual de la enseñanza concertada: El centro tendrá derecho a participar en la selección de los alumnos, y capacidad para pedir al Estado la reubicación de un alumno en un centro público si el niño o su familia no comparten y el ideario o los métodos del centro. Coherencia máxima. Si a tu niño le vas a contar que los p… curas y las p… monjas son malos malísimos y que la Iglesia es un cuento, mandas a tu niño a un colegio no confesional. Desde mañana mismo. Y punto.
No es admisible que un centro con ideario tenga que comerse a quien se mea en ese ideario a diario porque así se lo imponen los métodos de distribución de alumnos de la Junta de Andalucía mientras que cientos de niños de familias que desean esos métodos y ese ideario tienen que cursar sus estudios en colegios públicos porque así lo decide el Estado.
Hemos hablado de centros públicos y concertados. Pero es irrenunciable otra opción más: La educación en familia. El artículo 27 de la Constitución del 78 fija varias generalidades acerca de la educación. Indica que la básica -sin más aclaraciones- es obligatoria, que debe ser gratuita y que se reconoce la libertad de enseñanza. Además, dice que el Estado ayudará a todos los centros docentes que cumplan lo fijado por la ley. Dese por ley al hogar, por tanto, rango de centro docente. El niño que siga este método de enseñanza estará sujeto a los mismos, exactamente los mismos, exámenes periódicos que todos los niños de todos los centros -públicos, concertados y privados- de la nación. Y todos ellos estarán sujetos a las mismas exigencias, derechos y deberes en virtud de los resultados de esas pruebas, que servirán para dirimir si se superan o no cursos o niveles, otorgar las becas que se puedan destinar a los alumnos más brillantes, la revisión de conciertos a centros o la suspensión de la autorización dada a un alumno para educarse en casa.
A todos los alumnos, estudien en los colegios que estudien y vivan en el entorno social que vivan, se les medirá exactamente con el mismo nivel, y no sólo para el acceso a la Universidad, sino periódicamente durante toda la vida escolar del alumno. Esto actuará como filtro real de la calidad de los centros, sean privados, públicos o concertados.
Todos los alumnos y sus familias tendrán derecho a solicitar plaza en el centro que deseen independientemente de la cercanía o no del centro a su domicilio. El limitar al domicilio el criterio para obtener plaza en un centro es un atentado a la libertad de enseñanza, al menos mientras no haya todas las opciones posibles en todos los distritos. Si en un barrio conflictivo sólo hay un colegio, con alumnos conflictivos, y unos padres del barrio quieren llevar al niño a otro colegio en un barrio tranquilo, pero no tienen domicilio laboral fuera del mismo, actualmente estamos condenando al hijo a seguir metido en un ambiente conflictivo. Eso es un atentado inadmisible a la libertad del niño y de toda la familia.
Evidentemente nada de esto es posible ni defendible si no se empieza por el principio: La mejora profunda de la red de colegios públicos. Porque ahora mismo, visto lo que hay, si hubiera libertad real de elección, habría 200 solicitudes de plaza en colegio concertado por cada una en colegio público. Decir esto no es estar contra la Pública. Al contrario. Es denunciar el impresentable estado en que se encuentra -con contadas excepciones- para que se corrija.
Decía Ciudadano Amfortas en un comentario anterior que él reivindicaba la excelencia de la Pública pero renegaba de la Libertad de Enseñanza por ser un «camelo clasista». A mí el camelo clasista me lo parece la situación actual de abandono total de la Pública. Una vez que la pública se potencie, no puede haber clasismo en la existencia de la concertada. Pero es más: No hay libertad de enseñanza sin una Pública fuerte. Una vez que se consiga esa red pública basada en la excelencia, será posible la libertad real que no existe cuando una opción es muy inferior a otra.
Nos faltaría un aspecto fundamental para recuperar o alcanzar un nivel educativo del que sentirnos orgullosos, verdadera base del progreso de la Nación: Una vez potenciada la enseñanza elemental, definir claramente las distintas posibilidades de la media y la superior. Y esto pasa, evidentemente, por subir igualmente el nivel de exigencia en la Universidad. Pero también tenemos que recuperar de manera urgente la Formación Profesional de calidad. Y paralelo a esta recuperación, una rebaja en los rangos de edad de la enseñanza común obligatoria. Es absurdo mantener en el colegio o instituto hasta los 17 a un chaval que no quiere estudiar. Antes, sobre los 15, tiene que tener la posibilidad de orientarse hacia un sector específico y especializado, el que sea, cursando la Formación Profesional, que debe buscar un aprendizaje profundo y especializado, basado en la práctica, dirigido a posibilitar una salida laboral rápida y digna para el alumno al alcanzar la mayoría de edad, e incluso el acceso a las prácticas durante su formación. Todo eso sin llegar al abandono total de una formación cultural básica durante esos años. Y posibilitando después un acceso a Formación Universitaria en áreas similares a la que se curse la FP, recuperando así tantas y tantas vocaciones que no se manifestaron durante la enseñanza obligatoria pero que se han descubierto durante la FP o en el principio de la vida laboral.
Lo que pretendía ser una entrada a raiz del suceso del Colegio Buen Pastor ha ido creciendo, y no estoy seguro de que lo haya hecho en el orden y proporción adecuados. Pero sirvan estas tres entregas -quizá enmarañadas, quizá con una presentación poco y mal elaborada- para presentar unos humildes apuntes sobre un modelo para la recuperación de la Enseñanza en España. Que falta hace.