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El nivel (II)

Decía que continuaría con el tema hablando de los porqués de el bajo nivel de la Educación en España. Una de las caras de esa moneda la señala acertadamente Museros en su comentario a la entrega anterior: Los padres lo que quieren es un currículo que aparente, independientemente de la formación que en realidad reciban. Como le contestaba allí, siendo eso cierto, tiene la gravedad relativa de que es lo que un padre quiere para su hijo. Esta, digo, es una cara de la moneda. La menos importante, posiblemente, pero ¡ojo! sin la cual no existiría la otra. Esos padres juegan el papel no de principal autor pero sí de colaborador necesario. Y como tales merecen ser señalados, acusados y perseguidos.

Orisson también apuntaba en esa dirección, pero además con el ejemplo que pone (¿Recuerdas la peli «Memorias de África»? En esa peli, el jefe de una tribu se negaba a que los niños más altos que su cintura aprendiesen en el colegio. Y se negaba porque los más altos podrían quitarle su puesto de jefe), descubre en parte la otra cara de la moneda. Vamos a ella: ¿Por qué el Estado sistemáticamente rebaja el nivel y la exigencia? De todas las reformas educativas que yo he vivido, desde la de 1970 y la EGB, no ha habido ni tan siquiera una que mejore mínimamente lo anterior. Ni una.

Hay varias explicaciones posibles:

1.- Una clase política que sufre una degeneración galopante durante el último medio siglo -y lo que queda-, lo que hace que aunque estas reformas tuvieran intenciones reales de una justa regulación de la enseñanza, al final las leyes son reflejo de los legisladores y por tanto en aquellas recae y se evidencia la decadencia de éstos.Tan simple y tan triste como eso.

2.- Bajan el nivel intencionadamente porque confunden lo cualitativo y lo cuantitativo en los resultados académicos. Creen que lo importante no es saber, sino tener un certificado que dice que sabes. Evidentemente esto es un disparate: Consiguen que todo el mundo salga con buenas notas lo que deprecia sustancialmente al que tiene condiciones para sobresalir, y aborrega al que es capaz de más pero no encuentra sentido a esforzarse más si le van a dar lo mismo que al cenutrio del pupitre de al lado.

Además tiene una derivada tremendamente perversa: Al bajar tanto el nivel de la enseñanza primaria y media, cuando llegan a la Universidad lo hacen sin el nivel mínimo exigible para ello. Pero como hay que tener unos niveles escolares rimbombantes, y además no podemos saturar los primeros cursos a los que guiamos a chavales que en condiciones normales no estarían allí, acaban superando cursos -mediante presión estatal, en muchos casos, a profesores universitarios que intentan resistirse- y logrando que las facultades sean expendedoras de títulos inservibles.

Esta situación provoca que la Universidad Pública, que por su calidad había logrado la práctica eliminación de barreras clasistas en la formación de los jóvenes, pase a ser considerada «de segunda» por el mercado a la hora de evaluar un currículo, con lo que las familias que pueden y quieren permitírselo siempre tendrán el recurso de la privada, y quien no pueda permitírselo, que se jorobe.

Y 3.- Exactamente lo que cuenta Orisson del jefe de la tribu: Señores, hay que aborregar lo más posible a la masa para que nos mantengan el chiringuito. Una sociedad deficientemente formada es una sociedad que no tiene libertad. Es una manada de bueyes. Es una sociedad capada que seguirá indefinidamente a la zanahoria sin preguntarse si no sería más rentable pararse y quitarle el palo al arriero. Esta posibilidad muchos la creen propia de conspiranoicos. Yo creo que cuando un tonto actúa con buena intención, por probabilidades alguna vez hará algo bien. Que todos los gobernantes -últimos del franquismo, ucedistas, socialistas, peperos…- sin excepción lo hayan hecho tan rematadamente mal indica que tiene que haber una malvada intención en ello. Es su manera de encadenarnos al remo. Para siempre.

Volviendo al tema que da origen a todo: Si la Junta de Andalucía obliga a un colegio a poner la misma nota al que sólo conoce el Guadalquivir que al que conoce todos los ríos de España y los principales de Europa y América, acabará haciendo inútil el que ese Colegio pregunte por el Danubio o el Orinoco. Le obligará a no dar más formación a sus alumnos que la estrictamente indicada por el Estado. Salpimentemos luego con los mensajes y el ejemplo que los alumnos reciben de los medios y listo, el animal de tiro está listo para que se le muestre la zanahoria.

¿Debe, por tanto, elevarse el nivel exigible? Sí. Sin duda alguna. Pero, volvamos atrás, esa no es la única medida a adoptar. Porque no debemos contentarnos con subir el máximo exigible, sino el mínimo. Pero volveremos a dejarlo para una próxima entrada.

Antes, un apunte: Decía Ciudadano Amfortas en su comentario: «Exigencia, enseñanza, responsabilidad y excelencia. Señas que un día fueron los anhelos de la clase obrera y de la izquieda y que hoy yacen pisoteadas por pedagogos de mierda…» Es cierto. La muy secundable reivindicación que hacía -parece que de boquilla- la izquierda y a la que aspiraba sinceramente la clase obrera en este sentido era: «Por una escuela pública y de calidad». Hoy la han cambiado a «Por una escuela pública, laica y plural». ¿Captan ustedes la diferencia?

Lo dicho, seguiremos con ello.

El nivel (I)

Hace unos días salió la noticia de que los padres de un alumno de un colegio concertado de Sevilla habían recurrido ante la Junta de Andalucía su suspenso en la asignatura de Ciencias Sociales, Geografía e Historia de 3º de la ESO. Mejor dicho, la noticia no era el recurso, sino la resolución del mismo a su favor -y por tanto en contra del colegio- dando la Consejería de Educación de la Junta la razón a los padres del alumno que protestaban porque el examen suspenso excedía el nivel que fija la legislación educativa autonómica.

Lean la noticia completa.

Yo personalmente no tenía noticia de ese colegio hasta que hace unos meses me enteré de que en él cursa la primaria la hija de mi compadre. «Pues es el mejor o de los mejores de España», me dijo mi santa esposa. Precisamente este verano salió el tema y mi compadre nos contaba que en la clase de su hija «dan más cosas que las que dan por ahí, que ahora por lo visto ni salen de Andalucía ni dan historia de España ni nada, pero ella sí. Vamos, que dan lo que dábamos nosotros». Ya saben, esas cosas tan absurdas para una niña sevillana, como que el Ebro nace en Fontibre y desemboca en Tortosa, o que limitamos al norte con el mar Cantábrico, Francia y Andorra en lugar de con Extremadura, Castilla-La Mancha y Murcia. Vamos, lo que la oprobiosa dictadura nos obligaba a aprender en una demostración de su maldad.

El caso es que la Junta de Andalucía considera que un alumno de 3º de la ESO no tiene por qué saber qué coño es un peristilo. Y a raíz de este caso, la crítica a la Junta se ha centrado en que sus currículos escolares deberían tener un nivel superior. Evidentemente estoy de acuerdo con esa petición, y con que un chaval de 15 años sepa, si no la lista de los 33, qué es eso de los Reyes Godos, o que el gótico no es vestirse de negro en la Casa Blanca, o que la casa de Alba es algo más que una señora mayor que sale en las revistas o que un coñá.

Pero si nos quedamos en esa reivindicación, a mi entender, estamos quedándonos cortos -muy, muy, muy cortos- en lo que habría que exigir al Estado en cuando a la Educación. La cuestión no es sólo que se suba el nivel de lo exigido por la Junta para equipararlo con el que imparte el Colegio Buen Pastor. Eso sería deseable, pero insuficiente. Lo verdaderamente importante de la cuestión es que el Estado, en este caso a través de la Junta de Andalucía, lo que está imponiendo no son mínimos sino máximos, está limitando la capacidad de un centro para dar clases al nivel que estime conveniente.

Por otra parte, dice el padre en cuestión que el problema está en que los colegios concertados se ponen a competir por el nivel para así tener más aprobados en Selectividad y acaban convirtiendo en víctimas a los alumnos.

Señor padre del niño aprobado en los despachos: Omite usted un detalle en su análisis que es una de las patas del problema de la Educación en España. De ese problema que radica en que en España en general y en Andalucía muy en particular no existe la libertad de enseñanza.

Suponiendo que lo que denuncia usted, señor padre de la criatura, sea cierto: ¿Por qué usted pidió plaza para su hijo en un colegio concertado concreto, con un ideario propio y unos métodos de enseñanza propios y reconocidos -que yo no lo conociera es una cosa y otra es que lo ignorara un padre que pide que su hijo se pase ahí 13 años de su vida, ¿no?- para después exigir por vía administrativa que a su hijo se le mida como en otro centro al que usted no quiso mandar al niño? ¿Por qué si su hijo lleva varios años en el centro no ha pedido usted que se cambie el nivel exigido hasta que ha llegado el suspenso? ¿Por qué no buscó una opción -pública, privada o concertada- que se adaptara mejor al nivel que usted desea para su hijo?

Y sobre todo… ¿por qué mantuvo ocupada una plaza en un colegio cuyos métodos no comparte mientras hay cientos de padres sufriendo al ver cómo ese colegio que ellos desean para sus hijos quedan fuera de su alcance siendo obligados a mandarlos a centros de menor nivel, no escogidos por los padres, o en su defecto, pagar un pastón por una enseñanza privada, como si un hijo de Consejero o Ministro fuese?

El bajo nivel al que nuestros queridos próceres sitúan la educación de nuestros hijos es más que un problema, un auténtico drama. Pero mucho más grave lo hace el colaboracionismo infame de miles de padres.

El porqué de ese nivel y las necesarias medidas para reformar nuestro sistema educativo, en la siguiente entrada.

Vejadas

En mi temeridad, no tuve bastante con las tonterías de Rafael Velasco y su propuesta de «más deuda, que la pagan otros» y seguí con Canal Sur Radio sintonizado. Después del cani de los ricitos dieron paso a otro, este sí que sigo sin saber quien era, mientras explicaban que la Junta de Andalucía, como tiene todavía margen para gastar dinero en cosas importantísimas y fundamentales, se dispone a liberar una partida presupuestaria destinada a indemnizar a «aquellas mujeres que hubieran sido vejadas durante la guerra civil y el franquismo».

El individuo en cuestión del que ponen las declaraciones grabadas, se explica: «que hubieran sido sometidas a vejaciones, como que se les rapara la cabeza o que fueran obligadas a beber aceite de ricino».

Mil ochocientos euros por cabeza. Rapada. Ole. Se admitirán como pruebas declaraciones juradas y testimonios de terceros.

Pensando en cómo podríamos administrar 20 ó 30 litros de aceite de ricino al baranda en cuestión estaba, cuando me entero de porqué se lanzan estas indemnizaciones a las mujeres vejadas. Y es que de las anteriores indemnizaciones entregadas por la Junta a supuestos represaliados por el franquismo, el 95% habían recaído en varones. Y claro, eso había que corregirlo.

Mil ochocientos pavos. Ole. Andalucía, imparable.

Pagando a escote

Volvía a casa en coche ayer por la tarde, y las discusiones en la radio sobre el juego del Madrid, la lesión de Messi, la sanción a Ujfalusi y la colonia de Guardiola me tenían hasta el moño. Así que me puse a zapear. En Canal Sur Radio tenían algo parecido a un informativo y ahí me quedé. No le estaba prestando mucha atención, y no me enteré de a quién pertenecía la voz que en un momento dado se asomó a mi coche a decir que iban a solicitar al Gobierno Central que las Comunidades Autónomas «solventes» pudieran seguir endeudándose. El pájaro ponía como ejemplo, claro, a Andalucía, y proclamaba que la deuda andaluza es inferior a la media y que «cada andaluz sólo debe 1.300 euros», enfrentándolos a los más de 2.000 y 3.000 que deben en otras regiones como Valencia, Cataluña, Baleares…

Independientemente de que en esas otras regiones la cosa no es de juzgado de guardia sino de pelotón al alba, el tipo se recreaba con descaro en el «sólo» con que acompañaba a los 1.300 euros. Y yo pensaba, leñe, en que eso es por cabeza, por lo que mi casa debe «sólo» 6.500 euros de la cuenta de la Junta de Andalucía. Y eso reconocido por el pollo en cuestión, que por cierto hoy ya me entero de que se trataba de Rafael Velasco (ya saben, el tocahuevos), y que no son 1.300 por cabeza sino 1.384, que puede parecer poca diferencia pero multiplicando por los más de 8 millones de cabezas…

Que Rafael Velasco reconozca que mi casa tiene que pagar de los gastos de su gente más de un millón de pesetas seguramente significa que serán dos o dos y medio los que se deben. Pero además Velasco omite datos adicionales. Y es que eso es lo que debe cada andaluz en concepto de pufo de la Junta. A lo que hay que añadir el correspondiente pufo municipal, el de la Diputación, el estatal y el europedo.

Y eso es lo que al amigo Velasco le parece que hay que calificar como «sólo». Le parece poco. Deberíamos endeudarnos todavía más. Lo que no dijo es para qué.

Preferí no echar muchas cuentas, no fuera a ser que me tocara a mí pagar como si comprara la colonia de Guardiola y el tobillo de Messi. Aunque creo que casi lo preferiría.

¿Cuándo se j… orobó España?

Reproduzco un artículo recogido de Solidaridad.net y firmado por Roberto Centeno. Que lo disfruten:

POLITICA
¿Cuándo se jodió España?

Es evidente que la incompetencia oceánica, el sectarismo radical, y la carencia absoluta de sentido del Estado de Jose Luis Rodríguez Zapatero han acelerado el proceso, pero no es el único culpable. Nuestra ruina comenzó mucho antes.

Aunque la mayoría prefiera las ilusiones falsas a la realidad, España se desliza hacia un desastre económico y social sin precedentes, cuyo momento culminante será la quiebra de las cuentas públicas, a partir de la cual nos espera, en palabras del economista jefe de Bloomberg para Europa, “un largo valle de sombras”, donde van a hacer agua todas las grandes conquistas sociales de los últimos 50 años, desde la clase media, al sistema de pensiones, pasando por sistema nacional de salud y las prestaciones a los parados.

Y entonces, ¿cuándo se jodió España? El origen es claro e inequívoco: el pactismo, la frivolidad y la mediocridad de los padres de la Transición, plasmados en la locura colectiva del ‘café para todos’, que dio paso a un modelo de Estado económica y políticamente inviable, en el que se inventaron 17 autonomías, contrarias en su mayoría a la realidad histórica y objetiva de España; a una partitocracia totalitaria que impide la separación de poderes y somete al Ejecutivo el resto de poderes del Estado; y a un sistema electoral no representativo de listas cerradas, que prima a las minorías nacionalistas, y permite a las oligarquías partidistas, confiscar la soberanía nacional y expoliar a los ciudadanos sin que estos tengan posibilidad de defenderse.

Lo que la Transición heredó y destruyó.

El periodo 1959-1975 fue el de mayor crecimiento económico de nuestra Historia, y con el mejor reparto de la riqueza creada jamás conseguido. En solo unos años, un reducido grupo de economistas, sin más ayuda que su inteligencia, convertirían un país atrasado en un país industrial. La cifra clave para demostrar ésta afirmación es el grado de convergencia con el grupo de nueve países que entonces constituían la CEE. De un 58,3% del PIB per cápita español en porcentaje del PIB medio de estos nueve países en 1959, pasaría al 81,4% en 1975, el mayor nivel de convergencia jamás alcanzado. Y en cuanto al reparto de la riqueza creada, la parte del trabajo alcanzaría el 56% del PIB, frente al 45% hoy, y un cambio social sin precedentes, la clase media pasaría del 19,8% en 1935 al 45,3% en 1975.

Pues bien, el desastre de la Transición, hundiría la convergencia hasta el 70,8% en 1985, y 32 años después, en 2007, el año de máxima convergencia posterior, no había podido superar la cifra de 1975, es decir, sería el 78,6% de los nueve países centrales, y probablemente no lo superará tampoco en los próximos 32 años. Por supuesto hemos crecido en riqueza absoluta, todo el mundo lo ha hecho, pero solo la convergencia, el crecer más que los demás, permite valorar la realidad.

En cifras absolutas, el colapso fue tal que de un crecimiento del 7,5% en el periodo 60-75, pasaríamos al 0,8% en 1975-85; el paro del 6% en 1974 al 36% en 1977; la inflación del 7% al 44% a mediados del 77, y la deuda externa superaría en tres veces las reservas del BdE. En solo dos años colocarían España al borde del colapso, evitado “in extremis” por Fuentes Quintana con los Pactos de la Moncloa, que dimitiría poco después por la irresponsabilidad de Oliart, siempre al servicio del poder, opuesto a racionalizar el sistema eléctrico. Otra cifra representativa: en 1975, España e Irlanda tenían la misma renta per cápita, 10.000 dólares. Hoy incluso con la crisis, la de Irlanda es un 40% superior a la española y la segunda de la UE.

La época de Aznar.

No es posible en tan breve espacio mencionar siquiera muchos hechos clave y, para centrar las cuestiones de hoy, tengo que prescindir de Felipe González, una persona llena de luces y sombras, con gran sentido del Estado al contrario que Zapatero, pero que en lo económico cometió errores esenciales, la negociación de entrada en la UE por unas prisas que, aunque comprensibles, fue un desastre para España. Hubiéramos entrado igual sin ceder nada, como también fue un desastre la reconversión industrial, y la utilización de los excedentes de la Seguridad Social para financiar al Estado, 220.000 millones de euros entre 1982-96. En 1996, Solbes, un funcionario sin ideas y poco trabajador, dejaría España sumida en una grave crisis y el Estado casi quebrado.

Fue la hora de Aznar, que se encontraba en el sitio adecuado en el momento adecuado, unos cuantos tijeretazos al gasto, pero sobre todo la venta de las joyas de la corona, la privatización de las grandes empresas públicas, le permiten ordenar las cuentas y entrar en el euro, y a partir de ahí el ciclo alcista de la economía mundial nos llevaría en volandas: crédito ilimitado, bajos tipos de interés, y el inicio del boom inmobiliario garantizarían un crecimiento muy rápido. Por eso, cuando uno oye hoy al PP decir que ellos sacaron a España de una crisis y que lo volverán a hacer, uno no sabe si reírse o llorar, hasta Bibiana Aído hubiera pasado por un genio de las finanzas. Tanto es así que los dos mayores inútiles de nuestra historia económica, Solbes y Zapatero, consiguieron sin despeinarse crecimientos mayores aún en la parte final del ciclo alcista.

¿Supieron Aznar y su equipo gestionar la riqueza y la mayoría absoluta, y tomar las decisiones esenciales para garantizar un crecimiento sostenible y regenerar España? La respuesta es un no rotundo. Los defectos estructurales fueron tapados por la burbuja inmobiliaria, y no sólo no se abordaron, sino que resultaron amplificados y consolidados. El desbarajuste autonómico, en vez de ordenarse y limitarse, creció sin freno, y hasta el cupo vasco, en una negociación errónea y disparatada del ministro Rato, quedó reducido a menos de la mitad de lo que correspondía. Los monopolios públicos con precios regulados pasarían a monopolios privados con precios libres. Ni contención del empleo público, ni reforma del mercado de trabajo, ni reformas estructurales, ni nada de nada. Y en cuanto a regenerar España, ni siquiera lo intentaron, y hoy el PP con un líder sin convicciones, pusilánime e incapaz se encuentran en proceso de degeneración acelerado.

La época de Zapatero.

El programa con el que Zapatero ganó las elecciones era correcto. Señalaba los problemas y abogaba por el cambio de un modelo económico insostenible. Pero una vez en el poder, un Solbes abúlico y sin ganas de meterse en problemas, que por otra parte desconocía, veía cómo la economía crecía sin saber por qué, mientras sesteaba y hacia sudokus, pero le daba igual, como el que la desigualdad creciera exponencialmente y el 10% más rico se apropiara del 70% de la riqueza; y no digamos Zapatero, dedicado a tiempo completo a la involución de España, a enfrentar a los españoles, a fomentar la homosexualidad y el aborto, al ataque sin tregua al cristianismo utilizando para ello el islamismo que aspira reconquistar Al-Andalus, a destruir el sistema de enseñanza pública que ha dejado de ser el ascensor social que fue en el pasado, y a la liquidación, en suma, de la nación española, “algo discutido y discutible”.

Pero como era obvio, todo ha llegado a su fin, acelerado por la crisis mundial y por la delirante reacción de Zapatero ante la misma. Primero negó la crisis, después que estamos a punto de salir de ella, y su estrategia actual entra en el terreno de la demencia: para retomar el crecimiento, la chapuza de Zurbano y el cochecito eléctrico; para arreglar el déficit, acuerdo de austeridad con las CCAA, en 1.975 millones de euros, lo que gastan en cafés; para ocultar la quiebra de bancos y cajas, modificación de la Ley del Suelo; para ocultar la quiebra de las grandes constructoras y el hundimiento de la inversión pública, plan de infraestructuras absurdo, el 70% se invertirá en líneas AVE, una ruina económica y solo unos miles empleos en su construcción, e hipotecando al Estado durante 30 años en condiciones leoninas. ¡Eso sí que es dinero de verdad y no el de los chorizos de medio pelo de Gürtel!

Y así las cosas, los indicadores de oferta, consumo de las familias y mercado laboral del primer trimestre, en lugar de estabilizarse, muestran nuevos retrocesos, y en julio se culminará la mayor subida de impuestos de nuestra historia, cuyo efecto negativo sobre el PIB, como demuestran la evidencia empírica y los modelos teóricos, será tres veces mayor consecuencia del multiplicador -¿sabrá la Sra. Salgado qué es eso?–, lo que nos hundirá de nuevo en una profunda recesión, que ya no podremos arreglar emitiendo más deuda o con menores tipos de interés. En unos meses estaremos como Grecia, pero con el doble de tasa de paro, más del doble de funcionarios por mil habitantes, el sistema financiero quebrado y unas cuentas públicas desbocadas, un 70% fuera del control del gobierno. Da igual lo que digan el gobierno y sus secuaces, o que muchos cierren los ojos esperando un milagro. No habrá milagro alguno. El futuro llegará inexorable, mientras la mayoría silenciosa está más silenciosa que nunca, contemplando cómo destruyen su futuro, el de sus hijos y el de las próximas generaciones.

Autor: Roberto Centeno

Juerga General el próximo 29

Durante los años que llevo de vida laboral nuestros queridos vividores sindicales me han convocado a la huelga en varias ocasiones. Como otras, tampoco secundaré la invitación que ahora nos cursan para el próximo día 29. Dicho esto, déjenme que me desmarque de otras negativas a la huelga que se oyen por ahí.

Dicen algunos que esta huelga está mal dirigida por los Sindicatos, porque ponen como objetivo de ella a la oposición y a la banca en lugar de al Gobierno. En principio la crítica es cierta, pero en el fondo los que la lanzan lo que piden es, una vez más, movilizaciones única y exclusivamente contra el gobierno zetaperista. Evidentemente al gobierno de inútiles hay que darles con la mano abierta y hacerles centro de las protestas. Pero eso no debe quitar ni un ápice de fuerza al golpe que hay que darle a la oposición y a la banca, culpables en la misma medida que el gobierno de la situación que tenemos. Y por supuesto, metan en el destino del golpe, y estos sí con dosis extra de contundencia, a los propios sindicatos que convocan la jornada, panda de parásitos que se dedican a vivir a costa de los trabajadores y que han estado aplaudiendo con las orejas mientras la espiral que nos llevaba a esta situación aceleraba y aceleraba sin que cupiesen dudas sobre el negro futuro laboral de millones de personas, engordando a los Méndez y Toxos de turno, cebados por los miles de millones de pesetas robados a los trabajadores con que el Estado les pagaba por lo que son: Sus meretrices.

Dicen algunos que éste no es el momento para una huelga y que lo que hay que hacer es trabajar para levantar el país. Es cierto que una huelga en este momento puede hacer mucho daño a muchas pequeñas empresas que no tienen culpa de nada. A las grandes empresas, a la Banca y al Estado les importa un carajo: Su trabajo externalizado tiene fecha de entrega y si no se llega, quien perderá será la pequeña empresa o directamente el currito. Pero el seguir trabajando como si nada pasara no arreglará el país, sino que lo dirigirá hacia el mismo sitio en el que estaba antes del batacazo: La galera.

España, Occidente, y si me apuran el planeta entero claro que necesitan que se haga algo por ellos, y desde luego no volver a remar como si nada con el único objetivo de que el crédito vuelva a permitirnos vivir, como en los últimos años, en una falsedad insostenible. A España, a Europa y a todo el planeta le vendría magníficamente bien una Huelga. Pero una Huelga de verdad. Una negativa firme a volver a encadenarnos al remo de la galera hasta que hayamos pasado a cuchillo a los que nos condenaron a ella y a los que disfrutan del viaje en el castillo de popa. Y, ojo, empezar entonces a vivir en la realidad: Por mucho que nos disguste, los asalariados medios no podemos irnos todos los años al Caribe, ni tener televisores de dos mil pavos, ni dos coches de alta gama con sus plazas de garaje que cuestan lo que hace 15 años un buen piso. Si no comprenden esto, olviden todo esto que les digo y sigan repitiendo las consignas que su sindicato o partido de cabecera les dictan. Al fin y al cabo, eso es lo que parece querer el personal: Volver a la absurda y suicida situación de hace unos pocos años.

No se engañen. La jornada de huelga convocada, en caso de triunfar, sólo servirá para debilitar aún más a este gobierno. ¿Ese es un objetivo? Quizá para quien en su cortedad de miras estén dispuestos a todo por quitar a Zetapeitor para poner a los suyos. Y dentro de unos años intercambiaremos los papeles y seguiremos clamando por los derechos de los trabajadores mientras gracias a todos los fundamentos del sistema con el que todos estamos superencantadosdelamuerte, desde la banca hasta los sindicatos pasando por los partidos políticos, seguiremos encadenados al remo con la única diferencia de que ya no remaremos sentados sino agachados y puestos en pompa, en una muestra del imparable progreso de nuestro Estado Social y de Derecho. Nada cambiará en lo sustancial. Al menos a mejor. Seguiremos siendo la carne de cañón.

¿Y si fracasa? Dicen algunos optimistas que podría suponer un golpe mortal para las grandes mafias sindicales. No. Servirá para que el Gobierno saque pecho ante sus amos internacionales y siga como hasta ahora, es decir, haciendo el imbécil. Pero los sindicatos lamerán bien a gusto sus heridas revolcados entre fajos de billetes robados a usted y a mí.

Así que si alguno de ustedes piensa montar una auténtica jornada de defensa de nuestros derechos, que pase por un asalto al Parlamento (a cualquiera de los 18) sin intención de hacer prisioneros, probar los sistemas antiincendio de cuanta oficina o sede bancaria quede cerca, y entretenerse cazando en el camino a cuanto piquete, delegado o cualquier rango de la mafia sindical se encuentre, que me avise que igual me apunto.

Pero para hacerle el juego a unos o a otros, perder un día de sueldo y cotización para que otros justifiquen que el resto de los días yo cotice para cebarlos… conmigo que no cuenten.

Hawking

Estando de vacaciones fue cuando leí que Stephen Hawking había descartado a Dios para explicar la creación del Universo. Mi primera reacción fue mirar cuándo iba a salir a la venta un libro suyo. Una vez visto que en breve y que todo cuadraba, pasé la página del periódico y busqué asuntos más serios. Ya de vuelta, por curiosidad, ojeé lo que al respecto decían algunos medios y sobre todo algunos blogueros. Me hizo gracia por un lado ver ensalzar la afirmación de Hawking a los que antes defendían sus estudios silenciando que hace años decía justo lo contrario, y por otro ver a creyentes cayendo en el absurdo de discutir sobre lo dicho por el científico inglés.

Es una cuestión de pura lógica: A día de hoy es total y absolutamente imposible que ningún científico puede demostrar físicamente ni la existencia ni la inexistencia de Dios. No es posible. Ni puñetera falta que hace.

Los científicos analizan lo que ven y extraen conclusiones que plasman en lo que llamamos leyes de la física. Pero las leyes físicas no son las que marcan el funcionamiento del Universo, sino que son las conclusiones extraídas de aquellos que observan el Universo. Por tanto sirven sólo para trabajar sobre lo material, lo visible y tangible, proponiendo el cómo va a funcionar tal sujeto en tal escenario en función de cómo funcionaron otros sujetos iguales en otros escenarios iguales.

Es decir, y es algo tan evidente -y exento de consideraciones religiosas- que chirría que tantas veces se pierda de vista: El Universo no funciona así porque lo digan las leyes físicas, sino al contrario: Las leyes de la física dicen lo que dicen porque el Universo funciona así.

Las leyes de la física son la conclusión del estudio, no el sujeto a estudiar. El sujeto ya está ahí. Pero para lo que había antes de ese origen no existen mediciones que plasmar, no hay análisis posible, ni pruebas de laboratorio, por lo que no puede redactarse una ley que lo pruebe que sea fruto de la observación.

Y bajo la lógica de que todo debe ser medido, palpado y probado, ese científico no podrá creer en algo que está por encima de lo observado, medido y analizado. O mejor dicho, no podrá probarlo. Ni, decía, puñetera falta que hace.

¿Confuso? Yo creo que es elemental, querido Stephen. Quede usted con Dios.

Trabajar ¿para el enemigo?

Con el inicio del curso, nuestro jefe nos cita a todo el personal para contarnos cómo están las cosas, perspectivas, posibles cambios, etc. Después, como otras veces, bajamos a tomar una cerveza. Puede parecer una tontería, pero el tomar con él una cerveza charlando animadamente marca muchas diferencias con otros jefes, con otras empresas.

En un momento dado, y tras empujar sin éxito a Juanubis a que le plantee un plan para ver si lo jubilamos ya, le comento al jefe, más como deseo que como algo real, que el día que termine de pagar la hipoteca me gustaría cancelar todas mis cuentas, tarjetas y demás, y pasar a cobrar en mano, y si es posible sin ningún papel -ni impuesto- de por medio.

El jefe primero sonríe y luego me contesta: «Gonzalo, en otros tiempos te hubiera mandado al carajo. No digo que no te vaya a mandar, pero la verdad es que te entiendo porque yo cada día tengo más tentaciones de declararme insumiso. Mira, hace unos meses hice cuentas. Del total de negocio que movemos, contando desde el IVA que paga el cliente, los impuestos de actividad, las retenciones de vuestras nóminas… al final ¿sabes lo que se lleva el Estado? Se lleva el 60% del total. El 60% de lo que cuesta cada trabajo que hacemos es para el Estado. Y eso antes de la subida del IVA. ¿Qué te parece?»

Pienso la respuesta: «Pues me parece que en otros tiempos yo te hubiera hablado del bien común, de las necesidades sociales, de la inversión en servicios públicos… pero que ahora, veo a lo que va ese 60% y digo… ¿y para esto?».

Mi jefe me mira, guarda silencio durante unos segundos, sonríe, respira profundamente y finalmente, con cara de resignación, sentencia: «Pues eso es lo que hay».

De la barra nos pasan un plato de chorizo a la sidra. Mira, hablando de la Hacienda Pública…

De las vacaciones (III): Político de guardia

Haciendo la compra en un supermercado de la Costa del Sol. Acabamos de llegar y por delante dos semanas. El carro me empieza a dar miedo y busco huecos disponibles dónde acomodar provisiones para cinco. En esto, mientras hablo con mi mujer para pedirle detalles sobre algún elemento desconocido que figura en la lista, me cruzo con otro comprador.

De inmediato reconozco sus rizos y su mirada. Es Rafael Velasco, vicesecretario general de PSOE de Andalucía. Paso por su lado y dejo transcurrir unos segundos para darme la vuelta y confirmar que es él, además de marujearle el contenido de su cesta de la compra. Mientras, le voy informando a la jefa del encuentro. Al volverme, él se ha girado y lleva mi misma dirección, apenas a 2 ó 3 metros de mi espalda. Me cruzo con él la mirada –ya no hay duda de que es él- e instintivamente comento por el móvil “leñe, que viene p’acá” en tono perfectamente audible a esa distancia.

Durante un instante elucubro sobre qué hace aquí, en qué hotel estará, ¿estará en el centro residencial dependiente de la Junta que hay al otro lado de la carretera obteniendo plaza con enchufe?, ¿estará preparando algún pelotazo?, ¿se irá a reunir con la mafia de la zona…? Todo esto lo voy pensando en voz alta al micrófono del móvil… hasta que ante mis ojos Don Rafael Velasco se manifiesta en toda su grandeza, lo que me hace contarle a mi santa que no, que está ahí pero ejerciendo de político, no de parranda ni de vacaciones, y que está ensimismadamente metido en su papel habitual y en el mandato ciudadano que tiene encomendado. Un político de raza, de casta, auténtico, entregado, firme en sus propósitos y demostrando al mundo entero que él, hasta en el Mercadona, atiende a su trabajo de padre de la patria.

Mi santa me pregunta, extrañada, que porqué digo eso, a lo que le contesto –y ustedes perdonen la expresión, pero era tal cual- describiendo la escena que se produce ante mis ojos: “Porque ahora mismo se ha parado, ha separado un poco las piernas, y se está tocando los huevos con un empeño…”

El pastor hereje y sus fogatas

Hace apenas un par de horas que he oído que el pastor protestante que se ha hecho famoso anunciando una quema de coranes ha anunciado que suspende su espectáculo.

Lo que más me interesa del asunto es todo lo que rodea a la noticia. Periodistas criticando durante días al pastor en cuestión por haber liado tanto follón cuando a sus sermones no iban ni 50 personas. Cachondos, que sois unos cachondos… si sois vosotros, servidores de la información, los que le subís a un pedestal mediático y le dais esa relevancia.

Cientos de organizaciones en todo el mundo denunciando al tipo en cuestión. ¿Por qué? Por las posibles respuestas violentas que esa quema podría «generar» en todo el mundo. En ese mismo mundo que día tras día ve insultada y ridiculizada a la Iglesia Católica sin que ni uno sólo de los soplagaitas que estos días claman contra el hereje pidan que se eviten esos insultos. ¿Por qué? Porque saben de sobra que no se «generarán» reacciones violentas. Entonces sí hay que defender la libertad de expresión.

Oigo que el propio Secretario de Defensa había llamado al pastor informándole de las consecuencias que para los soldados gringos que por el mundo van repartiendo magdalenas y democracia pudiera tener esa quema.

Así, entre soplagaitas y jefes de las tropas de ocupación dibujan el retrato exacto del nuevo Occidente y su Nuevo Orden, que sólo actúan en función del interés y de la consecuencia, no de lo justo o injusto de la acción.

Las aficiones igni-literarias del pastor en cuestión me importan un bledo. Sus creencias heréticas me causan la misma tristeza que las de los musulmanes. Uno y otros lo que necesitan en el plano religioso es un catequista. En lo civil, el pastor necesita unas clases de urbanidad que le enseñen que gritar por la tele que piensa quemar un libro amparado en su cómodo refugio de Florida no es apostolado sino fanfarronada y desprecio por las creencias -falsas, es cierto- de la gente. Y cuando alguien cree en algo falso hay que evangelizarle, no insultarle. Y el musulmán que pueda responder violentamente porque se queme un Corán, deberá ser detenido y puesto a disposición judicial. Sin atenuantes ni palmaditas en la espalda.

Todo lo demás es superficialidad, incongruencia, injusticia y cobardía. Es decir, eso que nos venden como democracia liberal occidental en estado puro.