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Beato Juan Pablo II

Desde la mañana me asaltaba la duda. ¿Escribir? Para decir… ¿qué?

Aunque tan sólo sea para recordar la fuerza de aquellos ojos azules con los que me encontré un día, saliendo de mi infancia, y que nunca, ni cuando el ambiente y la edad me empujaba a ello, olvidé.

Yo poco más puedo decir que sea interesante.

Ya lo ha dicho el Papa.

Antes de mí, la nada

Nos ofrece hoy Diario de Sevilla el gran privilegio de leer una tribuna de María Jesús Montero, la Consejera de Salud de la Junta de Andalucía. La dedica la Sra. Montero al 25 aniversario de la Ley General de Sanidad. No voy a entrar en la columna auto laudatoria de la Sra. Consejera, ni en lo que significó aquella ley. Me detengo tan sólo en la entrada de la Sra. Montero.

Dice Doña María Jesús: «La salud en Andalucía celebra sus bodas de plata».

Y se queda tan ancha. Y que no me digan que es un lapsus o una interpretación maliciosa por mi parte. No, que ya nos conocemos. El discurso es ese: «Antes de mí no había nada. Yo traje la luz al mundo». Antes del 86 si nos hacíamos una herida jugando en el parque, nos moríamos de tétanos, porque en Andalucía no había médicos, ni hospitales.

Y lo dice la misma consejera, la misma, la misma,  que hace 6 años celebraba el 50º aniversario del Hospital Virgen del Rocío (antes García Morato) y se apuntaba como propio el mérito del medio siglo de existencia.

El problema es que de intentar hacer creer a la peña que antes de ellos no había nada, han acabado por creérselo ellos mismos, cuando la realidad es que será después de ellos cuando no haya nada.

Pero nada de nada.

Obediencia

Había oido algo, pero como no era un tema que yo siguiera mucho, no me había terminado de enterar. Ahora leo a Enrique García-Máiquez sobre el tema y veo que sí, que era lo que parecía, que la tropa está encantada porque la recién esposada con el heredero del heredero de la pérfida corona no iba a incluir el compromiso de «obedecer» a su flamante esposo en los votos matrimoniales.

Y a mí me parece estupendo. Que cambie el voto, digo, o lo que sea. Total, ni reconozco validez a una boda según el rito de los herejes anglos ni mucho menos  me preocupa la vida marital o cornamental de esa familia. El caso es que la tropa está la mar de contenta porque no entendían que la esposa debiera obedecer al esposo.

El asunto me ha hecho recordar -en realidad nunca los he olvidado ni dejado de tener presente- los votos por mí adquiridos libre y voluntariamente: «Te tomo a ti como esposa, y prometo serte fiel, en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida».

Anda, yo tampoco utilicé el verbo «obedecer» en la fórmula empleada. Pero, sinceramente, mis lectores varones y casados… aunque no lo dijéramos expresamente…¿verdad que se sobreentiende?

Cómo ha cambiado el cuento… ¿no?

No le encuentro explicación, pero la verdad es que no me deja de rondar la cabeza un sentimiento. Así que para eso está esta libretilla. Para exponerlo. Y ustedes disimulen si no lo comparten.

La cuestión es… ¡Hay que ver qué malísimo era el franquismo, que tapaba todas las carencias y alienaba a la masa con el fútbol! ¿Verdad? Menos mal que ahí estaban los luchadores por la libertad, para traer un renacer de la cultura y llevar a nuestra juventud al mayor nivel de preparación de nuestra historia y librarle de engaños y atontamientos para la masa.

Y tal.

Y preguntó el lobo: ¿Dónde vas, Caperucita?
A lavarme… al río
¡Leñe, cómo cambian los cuentos…!

Duras tareas paternomusicales

La mediana tiene mañana examen de música. Me pide que atienda mientras toca una canción con la flauta. Termina y, sonriendo, me pregunta qué me parece. Salgo del paso con un «bueno, pero tienes que mejorar un poco» mientras recuerdo el chiste, tan al caso:

Un padre, empeñado en la grandeza artística de su hija, no para de darle la brasa a un productor para que le conceda una audición. Harto, el productor accede y la niña asesina la lírica sobre un escenario. Termina y su padre aplaude extasiado mientras le pregunta al directivo: «¿Qué le parece la ejecución?» A lo que este contesta: «Hombre, para ejecución no, pero una buena paliza sí que merece».

Después me toca tomarle la lección. Dice el libro que la flauta dulce o de pico se llama así por la dulzura de sus sonidos. El que lo escribió no tiene hijos estudiando flauta en el cole, pienso yo.

Regina Coeli, laetare

Quia quem meruisti portare

Resurrexit, sicut dixit

¡Alleluia!

Reflexiones de Semana Santa

De entre todo lo que he escuchado y leído en los días previos a esta Semana Santa, quiero quedarme con tres cosas.

Dos van en el mismo sentido, y las leí una en el nuevo diario gratuito Viva Sevilla, y otra en Diario de Sevilla. En ambos casos en la edición de papel. En el primer caso, una columna sobre la cuaresma llamada «Columna y Azotes» y frimada por «Cangrejero» (cualquier sevillano entenderá el sobrenombre). En el segundo, también en la sección de Cuaresma y Semana Santa pero desgraciadamente no recuerdo el nombre del firmante. Se hacían eco ambas del robo sacrílego de dos copones en la Parroquia de San Bernardo, en Sevilla.

En una columna se denunciaba que el foco se pusiera en que a las imágenes de la cofradía no le hubieran hecho nada, y en otra recordaba el mucho revuelo y los solemnes actos de reparación que se realizaron cuando la imponente imagen del Señor del Gran Poder fue atacada y dañada por un perturbado. En ambas se concluía lamentando y denunciando la poca atención que en comparación recibió el verdadero ataque no a una imagen de Cristo, sino al mismo Cristo, desparramado por el suelo de San Bernardo. Mientras alguno celebraba que al Cristo no le hubiera pasado nada, a nadie parecía preocuparle que a Cristo se le hubiera tirado por el suelo. Y posiblemente a Nuestro Señor le doliera más que esa caída empujada por un pobre hombre, el desprecio de tantos golpes de pecho al pie de una imagen de madera dando la espalda su Carne Viva y Presente.

La tercera cosa con la que me quedo la decía el periodista Paco Robles en su programa «Cómo está Sevilla» de la cadena local TeleSevilla. Reflexionaba sobre cómo el barroco sevillano, en su imaginería cofrade, sirve no para la admiración de la obra sino para la conmoción interior, como una llamada al espectador para que interiorice y sea consciente de los pasajes evangélicos no como espectáculo estético -que evidentemente también lo es- sino como verdadera catequesis. El resumen era: Fiel a Trento, el imaginero no crea para la admiración, sino para remover y conmover: Para evangelizar no sólo en el templo sino en la calle.

Dos patas fundamentales para entender realmente la Semana Santa: Por un lado la espectacular e inmensa belleza y riqueza artística de las imágenes, pero por otro, la raya que debe establecerse sin ninguna duda y con toda contundencia entre el lugar que deben ocupar, el de la catequesis y mensaje evangelizador, y la verdadera adoración a Dios, y sólo a Dios.

En demasiadas ocasiones percibimos actitudes de determinados «cofrades» que cabría -y debería- catalogarse inequívocamente como idólatras. Y es bueno además llamar a las cosas por su nombre: Cuando alguien no venera sino que adora a la imagen, y sólo reconoce divinidad o santidad en esa imagen concreta y no otra, nos encontramos clara e inequívocamente ante un caso de idolatría.

Pero la denuncia de quien hace mal no debe hacernos caer en la generalización y etiquetar de folclórico a todo acto que gire en torno a la estética de las cofradías. Todo en ellas debe abrazarse e interpretarse en su verdadero sentido, y todo en ellas rezuma catequesis y evangelización.

La visión del nazareno silente, que carga con su cirio o con una o varias cruces acompañando a sus Titulares, sin hablar con nadie ni apartar su mirada de la nuca de quien le precede nos debe conmover por la entrega con la que realiza su estación de penitencia, dándole a ésta el pleno sentido de su nombre.

Pero la caricia amable del nazareno de blanco al niño pequeño que recibe boquiabierto sus primeras estampas o sus primeros caramelos no es en cambio laxitud en la penitencia,  sino aproximación del «dejad que se acerquen a Mí». Ambas posturas, ambas maneras me parecen igualmente defendibles. Ahora bien: Siempre que no pierdan de vista que es una estación de penitencia, y que la estampa o el caramelo entregados al niño son una manera de despertar en él una inclinación al cariño no hacia el nazareno sino hacia El Nazareno. Si se sale de ahí, sí me cuesta mucho entenderlo.

Ayer leía a Juan Ruesga en Diario de Sevilla protestar contra quienes reclaman que la Semana Santa debe ser interpretada de manera exclusivamente religiosa.

Bien. Habrá que admitir el evidente factor cultural, artístico e incluso folclórico de la Semana Santa. Pero, admitido esto, y a mi modesto parecer, ¡qué cojo y qué triste quedaría el espectáculo si sólo eso, espectáculo, fuera! ¿Cómo entender, faltos de la perspectiva de lo que es, esa imaginería?

¿Cómo explicar el consuelo que brinda al alma el avance a largas zancadas del rostro herido, llagado y cansado del Señor de Sevilla?

¿Cómo explicar el asomo de sonrisa de la Señora que guarda cinco lágrimas en sus mejillas pero que ya ha cesado su llanto para traernos la Esperanza de la Resurrección, del Triunfo sobre la Muerte?

¿Cómo entender que la mirada clavada en el cielo de Triana de Quien eleva su pecho expirante no es sino la llave que abre para la Humanidad las puertas del Cielo?

¿Cómo, en definitiva, explicar que la emoción que sentimos viendo a Cristo orando al Padre mientras cruza el puente cada Domingo de Ramos no nos la produce la gubia del maestro, sino la grandeza del perdón otorgado como nos evoca el canto de «Al caer la tarde, mirando al Cielo / al Padre rogaba pidiendo perdón / para aquél que prepara el madero / y a golpe de clavo hiere Su Corazón»?..

Todo ello sería imposible sin explicar previamente que esas imágenes fueron creadas para hacernos presente, visible y entendible la crudeza de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor. Para grabar en nuestros corazones cada pasaje del Evangelio. Y que por eso están ahí. Porque si no fuera por eso, algunas estarían en los museos; y las más, jamás hubieran  existido. Porque no es el folclore y el turismo lo que ha labrado nuestra historia ni lo que movió a los genios.

Así que, sí, tengamos presente y en cuenta tanto componente artístico, folclórico, cultural y, cómo no, evocador de la infancia y de tiempos que se fueron. ¡Pero qué absurdo sería, Señor, olvidarnos de Ti para admirar esas imágenes que si no te representaran no serían sino viejos troncos policromados! ¡Y qué pobreza infinita la de aquellos que son capaces de admirarse de esos troncos y no de Tu Gloria!

Es el mercado, estúpido

Estaba escribiendo una entrada sobre el triple asunto de Telefónica, y lo estaba haciendo en plan diálogo de coña. Pero lo he borrado a la mitad. Porque no tiene ni puñetera gracia. Para empezar, supongo que ya todo el mundo conoce los detalles: Telefónica anuncia que ha obtenido el año pasado un beneficio neto de 10.000 millones de euros, un 30% superior al del año anterior. Y en los siguientes días anuncia dos medidas: Que en breve despedirá al 20% de su personal en España, y que va a repartir entre sus directivos bonus por unos 450 millones de euros.

Me van a perdonar pero ya saben que soy muy antiguo y me gusta dejarlo claro: Los beneficios netos son de UN BILLÓN SEISCIENTOS SESENTA Y TRES MIL OCHOCIENTOS SESENTA MILLONES DE PESETAS (1.663.860.000.000 ptas.) y lo que se van a repartir entre los directivos son SETENTA Y CUATRO MIL OCHOCIENTOS SETENTA Y TRES MILLONES SETECIENTAS MIL PESETAS (74.873.700.000). Lo digo por si no ha quedado suficientemente insultantes las cifras al ponerlas en la moneda de la estafa masiva, también denominada euro.

El número de trabajadores a despedir se calcula en cinco mil seiscientos. Cinco mil seiscientas familias que ponemos en la calle porque «sólo» ganamos 1,66 billones de pesetas límpios.

No ha faltado, puesto a decirlo todo, algún sesudo analista financiero que explica que los despidos son sólo en España porque la situación del negocio de Telefónica en España es distinta, y mientras en el mundo la empresa crece mucho, en Estepaís la situación es distinta porque… el beneficio en el periodo indicado ha caído un 17,7% con respecto a 2009. Ojo: El beneficio. Neto. Vamos, que «sólo» han ganado 6.500 millones de Euros (un billoncito y poco de pesetas… vamos, una mierda) y que por tanto hay que tomar medidas.

La gente se indigna, claro. Y se cabrea, y pide la lapidación pública de los responsables de la cosa. Y yo, claro, no te jode. Pero la verdad es que me sigue sorprendiendo la indignación de la gente cuando salen estas cosas.

A ver, chavales… ¿no habíamos quedado en que el capitalismo, el liberalismo, el mercado y todo eso…?

A ver…

¿La culpa es de Aznar porque privatizó el chiringuito? Hombre, pero claro, es que, en el siglo XXI, un monopolio estatal no tiene sentido…

Vaaaale.

¿La culpa es de ZP porque no lo evita? Hombre, pero claro, es que la intervención en la empresa privada por parte del Estado sería inadmisible, y…

Vaaaaale.

¿La culpa es de Alierta, el presidente, que junto con sus directivos sólo atiende a los fríos números y no le valen que sean buenos si cabe la posibilidad de que sean requetebuenos, y 5.600 familias no suman en la columna de la hoja de cálculo? Hombre, pero claro, es que los directivos a lo que atienden es a las cifras de la empresa y…

En resumen: A mí me parece criminal esta medida de Telefónica. Criminal.

Pero porque yo soy muy raro y creo en la finalidad social de la empresa y en el reparto justo de la riqueza y en que la finalidad de una empresa no es generar dinero sino repartirlo.

Pero es que yo creo que la obligación del empresario no es acumular activo sino dar empleo a cuanta más gente mejor, aunque pudieran «optimizar» algunos datos financieros quitando a Pepito de aquí y a Juanito de allá.

Pero es que yo creo en que el trabajador debe participar de los beneficios de la empresa -como también empujar en las malas, ¿eh?- y que el valor de la empresa es el que dice su producción y sus ventas, y no los índices oficiales de especulación.

Pero es que yo ya criticaba que se iniciara en la especulación a mansalva a cada españolito que tuviera unos ahorritos, precisamente a través de Telefónica, hará una docena de años, y no soy de los que ahora se indignan pero entonces todo estaba de puta madre porque pegó un pelotazo con aquella compra de acciones…

Pero es que yo no creo en el capitalismo y el liberalismo económico, y por eso me jode. Lo que no entiendo es por qué quienes sí creen en eso, ahora ponen cara de indignación.

Es el capitalismo. Es el liberalismo. Es el mercado. ¿No les gustaba tanto? Pues en esto consiste. Ni más ni menos.

Renovando el vestuario

Mi cuñado me manda el modelo. Creo que me voy a pedir otra.

Confianza y Providencia

Primero fue Museros, y enseguida Orisson. Animan a rezar por una niña. No sé nada más. Doy por supuesto que es la misma.

Así que por un lado replico el mensaje y animo a unir oraciones como yo uno la mía humildemente. Y por otro, insisto en que sin saber de qué se trata ni nada sobre la situación, reflexiono en mi rincón sobre el pellizco que personalmente siento cuando me llega una petición de oraciones por un niño.

Intento ponerme en la situación de los padres, y pienso en lo dificilísimo que debe resultar aceptar o superar según qué cosas. Qué poco entendible debe resultar para esos padres ese «Dios proveerá», y la confianza en Romanos 8:28.

Añadamos nuestra oración a esas que nos animan. Y pidamos siempre y sobre todo por lo que más convenga a Su Gloria. Aunque en nuestra pequeñez no seamos capaces de entenderlo.

Porque yo no sé por qué. Pero sé que Dios siempre provee. Siempre.