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Gilipollez 2.0

Ayer estaba pensando en hacer un llamamiento a la resistencia intelectual. Ante la ola de gilipollez que nos invade, es hora de ponerle coto, de responder en voz alta a las tontunas tan enormes que nos acosan. Como ejemplo les iba a poner mi respuesta a una compañera cordobesa que me envió un correo electrónico para que votase por la capitalidad cultural de Córdoba para el 2016. El correo empezaba con un «Estimad@s compañer@s». Le respondí sobre la marcha diciéndole que si no me mandaba el correo corregido, votaría por Santander. Es un ejemplo muy tonto, lo sé. Pero por lo menos esta mujer no me ha vuelto a mandar esas giliexpresiones en ningún correo.

Pero mientras pensaba en animar a esta resistencia activa, veo que el enemigo es muchísimo más imbécil de lo que sospechaba. Leo que existe un software que previene el uso de lenguaje sexista. Que incluso ya hay un gobierno autonómico (el de Cantabria) que dispone de presupuesto suficiente para dedicarlo a tan importantísima y perentoria necesidad. Con la que está cayendo. Y me encuentro con que en la web de la empresa del software de marras ofrecen la posibilidad de analizar online una dirección de internet. No me puedo contener y meto la de esta bitácora. El resultado, es demoledor: Con semejante grado de estupidez, definitivamente esta sociedad sólo puede esperar el ahogarse en su propia hez. Todavía me estoy pensando qué escribirles a mis colegas (joder, qué profesión) de Themis. Ahí ando, a ver cómo les mando un mensaje que no me rebote porque no incluya las expresiones gilipollos o imbécilas.O si felicitarles por ser capaces de aprovecharse de semejante erial intelectual.

No duden en probar. Se encontrarán cosas como estas:

Término: Amigo Nº Apariciones: 2

Sustitutos:
El amigo y la amiga Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Amigos y amigas Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Amigo o amiga Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Quien tiene amistad Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Amigos Para referirnos exclusivamente a varones.
Persona que tiene amistad Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Amiga Para referirnos a una mujer.
Amistades Para referirse al colectivo, y no a personas individuales.
Las amigas y los amigos Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
La o el amigo Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
La amiga o el amigo Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Amigas Para referirnos a varias mujeres.
Amigo Para referirnos exclusivamente a un varón.
Las y los amigos Para referirnos por igual a mujeres y hombres.

Término: Anciano Nº Apariciones: 3

Sustitutos:
Persona anciana Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Anciana Para referirnos a una mujer.
La anciana o el anciano Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
La o el anciano Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Ancianos Para referirnos exclusivamente a varones.
Persona que tiene mucha edad Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
El anciano y la anciana Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Ancianas Para referirnos a varias mujeres.
Las y los ancianos Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Personas mayores Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Ancianos y ancianas Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Anciano Para referirnos exclusivamente a un varón.
Las ancianas y los ancianos Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Anciano o anciana Para referirnos por igual a mujeres y hombres.

Término: Campeón Nº Apariciones: 1

Sustitutos:
El campeón y la campeona Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Persona campeona Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Persona que ha ganado Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Las y los campeones Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
La o el campeón Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Campeones Para referirnos exclusivamente a varones.
Campeones y campeonas Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
La campeona o el campeón Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Las campeonas y los campeones Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Campeón o campeona Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Campeonas Para referirnos a varias mujeres.
Campeón Para referirnos exclusivamente a un varón.
Campeona Para referirnos a una mujer.
Quien ha ganado Para referirnos por igual a mujeres y hombres.

Término: Cuarentón Nº Apariciones: 1

Sustitutos:
Persona que tiene sobre los cuarenta años Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Las y los cuarentones Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
La cuarentona o el cuarentón Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Cuarentona Para referirnos a una mujer.
Las cuarentonas y los cuarentones Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Persona cuarentona Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
La o el cuarentón Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Cuarentón o cuarentona Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Quien tiene sobre los cuarenta años Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
El cuarentón y la cuarentona Para referirnos por igual a mujeres y hombres.
Cuarentonas Para referirnos a varias mujeres.
Cuarentón Para referirnos exclusivamente a un varón.
Cuarentones Para referirnos exclusivamente a varones.
Cuarentones y cuarentonas Para referirnos por igual a mujeres y hombres.

Esto es sólo un ejemplo. Corran. Prueben. Y luego no se quejen si le quedan palpitaciones. O si intentan mear y no echan ni gota. Esto es lo que hay.

Apuntes sobre la Objeción

En la última entrada de el Diario de un Padre Objetor (a Educación para la Ciudadanía) dejo un comentario que, por lo extenso, reproduzco también aquí, como aclaración sobre mi postura respecto a la Objeción de Conciencia a la asignatura.

Y de paso, sería bueno reiterar lo que creo que algunos pierden de vista: El tema de la EpC no es un problema de PP o PSOE, sino de admitir la invasión del Estado o no. Que los peperos lo hacen exactamente igual que los zetaperos.

Con todo el respeto y el aprecio a los padres objetores que optan por la vía de los tribunales, tengo que discrepar con una frase que recoge esta entrada y que está presente en muchos de las declaraciones de los padres objetores.

Es ese párrafo en el que dices que «Pero, además de ejercer la objeción de conciencia, recurrimos a los tribunales porque consideramos que es un derecho y un deber de nuestra condición ciudadana.»

Vamos a ver: Mi hija mayor, de 10 años y en quinto de primaria, es la única niña de todo su distrito educativo -en un barrio pepero, por cierto- que en la hora de EpC abandona el aula. Pero no hemos recurrido a los tribunales ni pensamos hacerlo.

Los tribunales, efectivamente, están para reclamar el amparo de los derechos y la ejecución de los deberes que tenemos como ciudadanos. Pero esos derechos y deberes CIUDADANOS están fijados por la ley. La que haya en ese momento.

Aún estando de acuerdo en que esta situación tiene amparo legal, el fiar nuestra reivindicación al amparo de un tribunal y de una ley puede conllevar el que mañana esa ley que hoy nos ampara puede ser modificada o derogada y sustituida por otra que haga todo lo contrario y nos obligue a ir a EpC hasta a los padres cuarentones.

Mi reivindicación es de un derecho mucho mayor que los que tengo como ciudadano, y es el de mi derecho como PADRE, lo cual para mí está por encima de cualquier amparo de cualquier tribunal y de cualquier objeción.

Supongo que es un caso más de desobediencia civil o incluso de insumisión que de objeción. Y sinceramente, y reiterando mi respeto y aprecio por todo el movimiento de padres objetores, creo que es hacia el lugar hacia el que habría que girar. Nuestros niños no entrarán, tengan o no amparo, nos de o nos niegue la razón un tribunal, lo diga o lo niegue la ley.

Bajo ningún concepto y bajo el mandato de ningún partido. Sin dar un paso atrás. Pero porque somos PADRES, antes que ciudadanos.

Saludos.

Contestación a la Junta de Andalucía

Hace varias semanas me dirigí a la Junta de Andalucía anunciando que no toleraría que a ninguno de mis hijos se les haga llegar una guía sobre sexualidad que se reparte en centros de secundaria, es decir, a niños desde los 11 años. Ya hice público mi aviso aquí.

Un par de semanas después me llega un correo electrónico en el que desde el área de atención al ciudadano de la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía me remiten un documento firmado por Jefa de Gabinete de la Consejera y, según dice, remitido por indicación de la propia Consejera. Pueden ustedes leer el documento, del que sólo he eliminado mis datos identificativos. El caso es que la misma contestación que remito al área para que remita a la jefa de gabinete para que remita a la Consejera, les dejo aquí:

Estimada Sra. Paneque:

Recibo su escrito de fecha 7 de mayo referente a mi protesta sobre la Guía de Sexualidad que esa Consejería reparte entre alumnos desde 11 años y, francamente, quedo más preocupado incluso que en mi primera impresión.

Si preocupante me parece que en una falta de cuidado impresentable, este folleto se pudiera entregar a preadolescentes de 11 años, sus palabras que reproduzco literalmente indicando que este reparto «nunca es arbitraria e indiscriminada, sino que obedece a una planificación, objetivos y contenidos educativos previamente programados» directamente me espanta y me reafirma en mi idea de que el problema no es que desde las distintas administraciones del Estado se hagan mal las cosas, sino que se realizan siguiendo un plan estrictamente malvado e inadmisible. Que el problema no es de ineptitud sino de maldad, a secas.

Pretende usted amparar la bondad de que ese reparto sea legítimo en que esté amparado por el Consejo Escolar, que según usted representa a los padres (y madres, añade innecesariamente). Es evidente que el Consejo Escolar de un centro tiene las atribuciones que tiene y sus representantes son elegidos por los padres. Eso puede hacerlos representantes de los padres en cuestiones varias del funcionamiento del centro, pero nunca, bajo ningún concepto y de ninguna manera puede sustituir la voluntad de los padres cuando afecta a inclusión de los hijos en programas que están estrictamente apartados del contenido curricular o de las actividades propias del centro educativo, y muchísimo menos cuando esos programas contemplan valoraciones morales subjetivas, como es el caso.

Existe además otro problema añadido, y es que el Consejo Escolar de un centro pudiera acercarse algo más a una representatividad real de los padres si estos pudieran efectivamente elegir entre varios centros posibles. Pero esto, evidentemente, no se da en Andalucía, ni prácticamente en ningún lugar de España. La demostración la tiene en los datos de Educación, con cientos de familias que no obtienen plaza en centros con ideario acorde a sus planteamientos, porque por encima de ellos prima para el Estado el que se viva a un lado u otro de una calle.

Me dice usted, finalmente, y vuelvo a rescatar textualmente sus palabras, que «En el caso de que sus hijos cursen sus estudios en un centro que desarrolla el Programa Forma Joven y no desea que se beneficien de este programa, que aborda estas y otras materias relacionadas con estilos de vida de los adolescentes en relación a su salud, debe comunicarlo a la dirección del centro y/o al tutor del alumno. La dirección del centro dará cuenta de esta incidencia al Consejo Escolar sin menoscabo de que lo comunique, además, a los representantes de las familias en dicho Consejo». ¿Es usted consciente de lo que está diciendo, Sra. Paneque?

¿Qué medidas ha tomado la Junta de Andalucía para asegurarse de que todos y cada uno de los padres de alumnos de esos centros adscritos a ese «Programa Forma Joven! están plenamente informados de los contenidos que en virtud del acogimiento a ese programa van a ser impartidos a sus hijos? ¿Alguien de la administración del Estado se ha tomado la molestia de avisar de que entre ellos hay contenidos una indiscutible inculcación de valores no elegidos por los padre? Observe que no le estoy diciendo que sean contrarios a los de los padres. Estoy diciendo simplemente que no son elegidos libre y conscientemente por ellos.

En el supuesto -inexistente en la práctica- de que la Junta de Andalucía hubiera facilitado esa información a los padres, quien debiera pedir el explícito consentimiento para dar a los niños una formación moral no elegida por los padres, sería el propio centro, desde su dirección o su consejo, o incluso las administraciones responsables del programa. Si además ese dato es desconocido por la práctica totalidad de los padres, la invasión inadmisible de la Junta de Andalucía en la libertad de los padres es aberrante.

Jamás puede pretender obligar a unos padres a dar por buenos los contenidos de un programa salvo que específicamente vayan a rechazarlo. Ustedes no intenten imbuir sus principios morales en niños inocentes. Ni en los míos, ni en los de nadie que no lo solicite explícitamente. Y si lo hacen, no se extrañen si algunos padres, ante semejante invasión y aplastamiento de nuestros derechos, respondemos con los medios que tengamos en nuestras manos movidos por la defensa de nuestra familia, que no dude cualquier padre con dos dedos de frente situará, siempre, por encima de cualquier disposición que esa administración se invente y pretenda imponerme, en el colmo del sarcasmo, como un plan de desarrollo integral de la persona.

Insisto: Bajo ningún concepto admitiré que ningún tipo de formación moral no solicitada por mi esposa o por mí, sea la que sea, le sea impuesta a ninguno de mis hijos. Y para eso no puede usted exigirme comunicaciones ni excepciones de ningún tipo. Estén en el colegio o instituto que estén. Y si lo intentan, me encargaré personalmente de que a los responsables nunca más se les ocurra semejante disparate.

Atentamente,

La equis

Iba a contarles lo que veo todos los días al pasar por la puerta de un comedor de la Hijas de la Caridad en Triana. De los andrajos y rostros sucios que veía antes, y de los padres de familia, como usted y como yo, que veo ahora. Del milagro que se produce para que aquellas pocas hermanas sigan siendo capaces de dispensar tanta ayuda. De la sonrisa inmutable que asoma siempre en el rostro de la que abre la puerta con la esperanza de no ser ya necesaria y la constatación de que lo es cada día más.

De eso iba a hablarles. Pero ¿saben qué? Que sencillamente les voy a copiar y pegar, tal cual,  una entrada de hace un año por estas fechas. Y ustedes sacan sus propias conclusiones. A ser posible, pensando en ese comedor.

—–

Ahora que empieza la campaña de la Renta, sería bueno pensar sobre eso, sobre nuestros impuestos.

Con sus impuestos van a pagarse viajes a todo plan para políticos que viven del cuento. Con sus impuestos van a pagarse subvenciones a productoras cinematográficas incapaces de realizar un producto rentable. Con sus impuestos van a inundarse de subvenciones a los sindicatos que a cambio callarán como meretrices cuando el gobierno siga demostrando su incapacidad para sostener el empleo y la economía. Con sus impuestos van a pagarse los coches oficiales que forman una de las flotas más numerosas del mundo. Con sus impuestos van a mantenerse cargos de designación directa (a dedo) que cobran un suculento sueldo por no hacer absolutamente nada útil salvo palmear la espalda de su amigo/familiar/socio que le elige. Con sus impuestos va a seguir manteniéndose un engendro como el Parlamento Europeo, que nadie sabe muy bien para lo que vale, pero que paga solamente en dietas a cada europarlamentario más de lo que usted y yo juntos vamos a ganar en varios años. Con sus impuestos van a mantenerse emitiendo televisiones que dilapidan miles de millones de euros en propaganda política y cutreríos varios. Con sus impuestos se darán subvenciones a vividores varios pertenecientes a organizaciones afines al repartidor de turno. Con sus impuestos se mantendrá la elefantiásica infraestructura de unos partidos políticos completamente alejados de la realidad, les haya usted votado o no.

Todo eso, y mucho más, se hará con sus impuestos. Y con los míos. Y si no nos gusta, ajo y agua. Esto es lo que hay. Impepinable. No hay más que hablar.

De esos impuestos puede usted decir que en lugar de a esas cosas, una mínima, mínima, mínima parte, se destine a una organización que gracias a esa mínima parte puede hacer, por poner algunos ejemplos, cosas como ahorrar al Estado la mitad del coste de la educación de 1,4 millones de alumnos. O mantener abiertos centros sociales que atienden a 200.000 inmigrantes. O que 50.000 niños y jóvenes puedan recibir la educación especial que necesitan. O que sean cuidados 25.000 huérfanos y 57.000 ancianos. O tal vez sufragar gran parte del coste de 200 centros hospitalarios, o de 876 casas para ancianos, minusválidos y enfermos crónicos, o 900 orfanatos, o 300 garderías, 365 centros de educación especial o reeducación, 144 centros de caridad, 300 consultorios y centros de defensa de la vida y la familia… Y también, porqué no, ayudar al mantenimiento de 18.000 misioneros repartidos por 147 países del mundo.

Todo esto, digo, es voluntario. Lo otro no. Lo otro es obligatorio. Pero claro, los que maman de la teta de lo obligatorio le dirán a usted que no se le vaya a ocurrir decir que una parte de lo que tenemos que apoquinar se lo lleve una Cáritas Diocesana. Noooo. Eso hay que quitarlo… no vaya a ser que no quede para coches oficiales.

– Pero oiga… es que yo no soy católico.
– Ya. Pues… ¿sabe qué? Que a los miles de personas que se atienden en todos esos sitios que le digo, no se les pregunta si lo son para atenderles. Así que descuide, que si un día necesita que una monja cuide su enfermedad o que un comedor de Cáritas le entregue algo de comida para su familia, esté tranquilo: Les dará igual que usted sea católico o que no haya puesto la cruz. Le ayudarán igual. Porque para la Iglesia, hermanos somos todos.

Que alguien llame a Palacio

¿Ha llamado alguien a Palacio? ¿Han llamado desde allí? ¿Se sabe algo? ¿El habitual estado sedado del Rey es ahora por prescripción facultativa y por tanto más intenso? Ya que la convalecencia del padre le aparta de sus múltiples y duras obligaciones, ¿podría decirle alguien al hijo que le estamos esperando?

Ni una palabra, ni un gesto, ni una filtración. Como siempre. Cuando hay té moruno, en Zarzuela huele a Borbón cagado.

Si los que se supone que son los primeros de entre nosotros siguen llamando hermano, primo o sobrino al hijo de camella que viene a tocarnos las narices, ¿es cuestión de defendernos por nuestros medios, o es cuestión de añadir al enemigo a quien por connivencia con el hijo de camella acaba siéndolo por hermandad o «sobrinidad»?

Borbón: Seguimos esperando a que alguien se decida a dejarle las cosas claras a tu querido amigo, el ladrón asesino instalado en el trono de Rabat. ¿Lo harás, por fin? La decisión debería tomarse antes de volver a medicarle según la costumbre, en vaso alto y con mucho hielo. Que luego se lía, se lía, y acaba comiéndole la oreja al moro, otra vez.

Y como recomendación particular a los lectores: Revisen las direcciones de la embajada o consulados marroquíes más cercanos: La defensa de Ceuta y Melilla, y por tanto de toda España, puede empezar allí mismo.

Abriendo el diálogo, claro. Allí mismo.

Piedad

Hace unos meses, incluí en la página principal de esta bitácora una imagen de la Piedad al pie de la Cruz de los Caídos. La única motivación que tenía era la de que una Cruz presidiera la entrada, y mi especial predilección por la representación de la Piedad -la del Valle, la del Baratillo, la de Miguel Ángel, cuya visión amortiza un viaje a Roma nadando…- me hizo coger una foto que tenía en mi disco, limpiarla y colocarla ahí.

Poco tiempo después, una entrada del Embajador mostraba la evolución de las costumbres de según qué gentes, que pasaban del fusil a los martillos, y alertaba de que se hacía real el aviso que varias voces venían lanzando sobre el plan existente para la destrucción del Valle de los Caídos.

Hace pocos días, la contemplación cruda de la espalda de la Virgen mutilada a martillazos -en el colmo del sarcasmo, dicen que están cuidando por el monumento- y la descripción del plan, que sigue por la decapitación de la imagen, removió en mí una mezcla de tristeza, rabia e impotencia.

No se conforman con decretar, 50 años después, que el Valle es lo contrario de aquello para lo que se proyectó -se levantó como homenaje a los caídos por ambos bandos y a la reconciliación, y ahora se quiere convertir en la exaltación de un bando y la demonización del otro- sino que además se quiere acabar con todo lo que recoge ese espíritu de reconciliación.

Y el inicio no puede ser más representativo: Acabar, a martillazos, con saña, con mentiras, con auténtico odio con la Piedad. Con la Piedad y con la piedad. Con el amor y la reconciliación. Con el amor de una Madre que recoge a su Hijo muerto por los demás. Qué mayor y mejor símbolo de reconciliación. Que mayor y mejor símbolo de una madre, España, que recoge a sus hijos en su regazo y sólo quiere paz para ellos. Qué mayor y mejor objetivo para el odio y el sectarismo.

¿Debiéramos ahora plantearnos obeceder ciegamente sus deseos? Voto por que sí: Que no encuentren piedad ante los martillazos.

Llanto

Fernando, María, Fernando, María Isabel… Un beso enorme y mis oraciones a ese angelito que tenéis en el Cielo.

Fútbol y televisión

Tiene bemoles… cuando por fin vamos a ser Campeones del Mundo, nos va a tocar aguantar a este tipo al micro… ¿Y la moza? ¿Por qué se dedica a posar y hacer caritas en lugar de de entrevistar, que es lo que se supone que tiene que hacer?

En fin… podría ser todavía peor. Igual los de la cadena amiga ponían a la Esteban al inalámbrico y al otro JJ haciendo el previo…

Niño… no des ideas… que las carga el Diablo.

Asomando la patita

Mientras preparaba la mesa para la cena, el informativo de la noche se hace eco del 50 aniversario de la píldora anticonceptiva. El momento de máximo énfasis de la voz en off, por fin, asoma la patita y deja ver la verdad de todo ello: La extensión de este producto «permitió a la mujer incorporarse en masa al mercado laboral». Le faltó decir «y no estar en casa con los putos niños de los cojones».

Una gran liberación. Un gran avance. Para el capitalismo, claro. Enhorabuena a los premiados.

Miradas y arrugas

Cuando paseo por un pueblo procuro observarlos a una distancia prudente, para no parecer grosero. Pero me parece un espectáculo sublime. Allí, en la puerta de la casa, o del casino, o en un banco de la plaza, con la mirada enmarcada en un mar de arrugas, la piel curtida, casi gastada por tantas décadas de vivencias, las manos descansando en el nudoso y viejo bastón y la cabeza cubierta, depende de la latitud, por boina o gorra de cuadros de la que asoman mechones todavía fuertes de pelo canoso. Pocas cosas hay más penetrantes que esas miradas. Al forastero nos examinarán intentando averiguar qué coño hacemos nosotros allí, en su territorio. A la quinta vez que nos encuentren, el examen será más profundo, si cabe, ya que rebuscarán en su memoria intentando encontrar un parecido que explique nuestra presencia prolongada.

A veces la mirada penetrante se perderá en los campos o en el cielo, y tras unos minutos de análisis, sabrán con certeza cómo se dará la temporada y qué cultivos serán más ventajosos. En algunas tardes de primavera, cuando más radiante esté el sol, observarán con cuidado el vuelo de algún pájaro, o el sonido de algún batir de hojas de los árboles y nos sorprenderán levantándose y avisando de que van a buscar refugio ante la inminente tromba de agua. Y mientras los ignorantes ciudadanos de la modernidad comentemos las cosas de estos viejos, qué ocurrencia más tonta, de repente todo se oscurecerá y anchos goterones nos harán salir corriendo. Cada domingo coparán las mismas filas de bancos de la vieja iglesia, y con la arrugada boina en la mano darán ejemplo de compostura y respeto ante la presencia de Cristo. Cada día, con puntualidad de novela de intriga inglesa, rodearán la misma mesa vieja y la rayarán un poco más barajando las fichas del dominó. Y al abrigo de unos chatos e ignorantes de las disposiciones de las ministras de turno, colgarán un pitillo del extremo de sus labios.

Todos actuarán como mecánicamente, y sólo al final, apurando el tercer chato, uno de ellos romperá la rutina monocorde exclamando «Chaval, ponme otro, a la salud de Sebastián». Unos segundos de silencio incómodo en los que sus compañeros de partida cruzarán sus miradas y, tras ellos, levantarán levemente sus vasos y beberán de un trago el resto de sus chatos. Sebastián, el mejor jugador de dominó que jamás habitó en ese casino y al que un día sus hijos recogieron en un coche y se llevaron a la capital, porque «está muy mayor y allí podremos atenderle mejor». Prometió volver, pero nunca lo hizo. Ni llamó. Ni envió noticias.

He dejado el coche de cualquier manera y llego a la gran avenida dónde está la oficina del cliente. Como casi toda la gente con quien comparto acera, voy apretando el paso al máximo. La reunión era hace 10 minutos. Siempre igual. Maldito tráfico, malditas prisas, maldita ciudad.

Me salgo de los soportales para adelantar. Y me lo encuentro de frente. Hacía unos meses que no me lo cruzaba, y parece que el tiempo no hubiera pasado por él. O mejor dicho, parece que por fin ha dejado de pasar. Porque sus profundas arrugas y su piel blanquecina siguen igual que la última vez, aquella en la que pensé que no lo volvería  a ver. Y tampoco sus ojos han cambiado. Ahí están, mirando hacia mí. Mejor dicho, mirando hacia el lugar en el que yo estoy. Porque a él parece importarle muy poco que yo esté aquí o que aquí estuviera una papelera. Todo le es ajeno. El bullicio de la gente andando acelerada, cada uno a lo suyo. El espantoso mobiliario urbano. Los vehículos que pasan a pocos metros dejando al pasar su ruido y su peste.

Qué más da. El no ve nada de eso. Difícilmente esa mirada pudiera estar más vacía, más triste, más perdida. Clavada en un punto lejano de la avenida, vencida e hinchada. Tras él, empujando su silla, la misma cara de siempre. Morena, nariz achatada, ojos rasgados y otra tristeza, distinta a la del viejo, en ellos. Se para un momento a hablar con otra persona, con rasgos parecidos a los suyos, posiblemente de su mismo país, en su misma circunstancia. Mis prisas han desaparecido y disfruto del canturreo agradable de su acento. Le oigo comentar de las noticias que ha recibido de su gente, que con el dinero que ella envía han podido pagar la obra de su casa, el médico de su madre o los juguetes de sus hijos. Lo cuenta con orgullo, con la satisfacción de estar sacando adelante, en condiciones tan difíciles, a toda su familia. Pero a la vez puede tocarse la angustia que flota en esa voz y medirse los meses y los años que hace que besó por última vez la cara churretosa de sus hijos. Las dos mujeres se despiden y la silla se mueve unos centímetros. Con ella, el objetivo de la mirada del anciano, que ignora el movimiento y sigue fija en el infinito. La mujer, con extremo cuidado y cariño, le cierra la chaqueta, puesto que el aire de la mañana es fresco. Y disimulando la mueca de tristeza que tenía hace unos instantes, forzando una sonrisa, le dedica unas palabras al viejo. «Ya verá usted, que uno de estos días van a venir sus hijos a verle, Don Sebastián».

Se van. Y por primera vez tengo la ligerísima impresión de que la mirada del viejo ha cambiado. Y ahora brilla un poco.