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Varias preguntas energéticas

Es algo que tenía pensado publicar, pero me termina de empujar a ello la lectura del artículo «La indignante lista de expolíticos metidos a directivos de eléctricas» que leo en El Semanal Digital.

Si alguien supiera contar y sumar en Estepaís se haría varias preguntas.

La primera, cómo unas empresas que dicen arrastrar miles de millones de euros de déficit cada año pueden seguir funcionando e invirtiendo.

La segunda, derivada de la anterior, como pueden seguir contratando gente a la que le paga altos (¡altísimos!) sueldos.

La tercera, derivada de las dos anteriores, cómo puede contratar a gente con altos sueldos para funciones que no son productivas.

La cuarta, después de todas las anteriores, cómo es posible que fichen sistemáticamente a los políticos que dejan de tener reponsabilidades de gobierno si según ellas (las empresas), son los responsables de que tengan que soportar esos déficits angustiosos.

La quinta, claro, es porqué somos tan gilipollas.

Delenda est Hispania… pero hasta cierto punto

Habló Europa, y dijo: «Elimínese la industria productiva de España», y los traidores que en los sucesivos gobiernos (con 3, con 4 y con 2 letras en sus siglas) han sido corrieron a desmantelarla.

Habló la Comunidad Económica Europea y dijo «Que la agricultura productiva española sea arrasada», y los gobernantes cipayos corrieron a echar sal en nuestros campos de cultivo.

Habló la Unión Europea y dijo «Acábese la potencia de la flota pesquera española». Y sus sicarios de Moncloa rasgaron las redes y abrieron vías de agua en cada barco.

Habló Mastrique y ordenó «termínese con cualquier actividad realmente productiva en el sur e instálese allí nuestro recreo». Y los ladrones corrieron a convencernos de lo bueno que era convertirnos en una economía de servicios, o más exactamente en una provincia de putas y camareros.

Dictó Estrasburgo sus disposiciones sobre la política penitenciaria española (chapucera, sí, pero española) y salieron asesinos y violadores a la calle mientras las plañideras simulaban no poder hacer otra cosa que llorar.

Ha hablado Bruselas y ha apuntado a, entre otros, Real Madrid CF y FC Barcelona. Y ahí anda el gobierno, haciendo patria y dispuesto a defender su honra, y con el pueblo angustiado pidiendo al soso solemne que les defienda en este trance.

Porque hay cosas que no se puede consentir que vengan de fuera a tocarnos.

¡Vamos, hombre! ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Una escena dantesca

– A ver, señora, recapitulemos. Entonces dice usted que cuando llegó…

– Pues mire, yo estaba tan tranquila, a mis cosas, y en esto por el rabillo del ojo noté que algo no estaba bien. Y entonces miré, y allí estaba todo, como le he dicho.

– Ya, espere que miro mis notas… dice usted que había un soldado en el fondo del río, un carro de bueyes aplastando a una familia de conejos, un panadero subido en un árbol…

– Y el camión de bomberos, y el camión de bomberos, no se olvide de eso que yo es que me quedé asustada cuando lo vi, ahí volcado en medio del rebaño, de verdad, qué cosa más triste.

– Eh… sí, el camión de bomberos. ¿Nada más?

– Bueno, también lo de la gallina metida en la fuente, y lo de los puestos del mercado uno encima de otro y los mercaderes aparte, en corro.

– Ya. Y… ¿nada más?

– ¡Hombre! ¿Es que le parece a usted poco?

– ¿Por casualidad notó usted si había bastante serrín en el suelo, al lado de la escena?

– ¿Serrín? Huy, pues mire, ahora que lo dice, sí, que cuando me acerqué me di cuenta porque crujía al pisar del montón que había.

– Ya. Y todo esto habiendo un niño en la casa le llama a usted la atención, ¿no? Perdone que le pregunte… usted hasta ahora ha vivido unos advientos muy tristes… ¿verdad?

6 de diciembre, 35 años de acierto

Se cumplen hoy -otros dirán o balarán «celebramos hoy»- 35 años de la aprobación de la llamada Constitución Española, como bien saben. Del inicio oficial (el real es anterior, en varios años) del Régimen del 78. Y he querido titular así esta entrada para resaltar el infinito acierto que rodea a este marco legal. No, no estoy hablando del acierto DE la Constitución, por supuesto. Quiero hablar del acierto total y absoluto de lo que muchos decían hace 35 años que traería este engendro (por mi edad yo lo decía más por repetición que por otra cosa, ciertamente, pero recuerdo perfectamente aquellos avisos y las caras de algunas profesoras del colegio ante el imprevisto brote respondón del larguilucho del fondo). Se avisaba entonces de las evidentes consecuencias: Ruptura, disgregación, fomento y aliento de los nacionalismos, degradación moral del pueblo español, robo a manos llenas por parte de los partidos, oligarquía partitocrática, inseguridad ciudadana, corrupción, destrucción de la familia, asesinato de nuestros propios hijos…

Todo se ha cumplido, indefectiblemente. Incluso más cosas, que se apuntaban quizás más tímidamente (pérdida de soberanía, ruina económica) también se «consiguieron», con la ayuda inestimable en esos casos de la infausta adhesión a la hoy Unión Europea.

Todo se ha cumplido con creces, mientras los traidores que entonces nos señalaban a algunos como agoreros y, por supuesto, fascistas*. Y hoy, aquellos traidores y sus hijos no sólo no piden perdón por su crimen contra la Patria sino que incluso sacan pecho por su participación en ello e incluso hablan de un engendro al que llaman con el estúpido oxímoron de «patriotismo constitucional». Lo que hay es lo que se ha sembrado. De lo que se avisó entonces. Hace 35 años hubo traidores y engañados. El que viendo el panorama siga en su discurso ya no puede ser un pobrecito engañado. Y con los traidores, sin cuartel.

Eso es lo que conmemoramos hoy. La traición de los padres del régimen del 78 (tantos de ellos hijos bien cebados del régimen del 18 de julio) y el insulto y desprecio a los que intentaron resistirse con evidente razón. Y, cómplice siempre necesario, el aplauso del rebaño.

* Conste en acta que tengo claras estas palabras cuando empiezo a escribir la entrada, aunque durante la misma se las leo a López-Diéguez en una columna de La Gaceta.

El silencio culpable

En la página 7 de la edición de hoy, La Gaceta reproduce una columna de D. José Utrera Molina del año 1978:

Por su evidente interés y a instancias de su autor, reproducimos la Tribuna que con excepcional anticipación a la realidad actual de España, José Utrera Molina publicó en el diario ABC el 22 de junio de 1978

Es enormemente interesante fundamentalmente por 3 cuestiones:

Las dos primeras, como dice la entradilla, por su evidente interés en la situación actual y por la evidente anticipación de un escrito de hace 35 años.

La tercera, por algo que muchos venimos diciendo desde hace años: Que nadie invoque constituciones ante la situación, porque la situación actual es hija legítima de esta constitución, y como queda demostrado, algunos lo avisaron desde el principio.

El silencio culpable.
Sala Vip.
José Utrera Molina.

Hay silencios limpios, serenos, honorables. Y hay, por el contrario, mutismos envilecedores, oscuros y serviles. Hay silencios claros, como el que Maragall ponía en el alma de los pastores. Silencios respetuosos, emocionados, pero hay también silencios sombríos y culpables, silencios del alma, silencios escandalosos, capaces de arruinar por sí solos el sentido de toda una vida y de desmentir la autenticidad de muchas de las lealtades que ayer se proclamaban estentóreamente, con risueña comodidad, sin la presencia de adversarios amenazantes.

Callar en esta hora significa no solamente desentenderse por completo de un pasado que, de alguna forma, honrosamente nos obliga, sino también una huida de las exigencias del presente y un volver la espalda al reto del futuro. Se atribuye al viejo filósofo Lao Tse la propiedad de una sentencia tan significativa como sobrecogedora: “Los más graves padecimientos –escribía– que gravitan sobre el corazón del hombre, los constituyen el dolor de la indiferencia y el silencio de la cobardía”.

Creo que somos muchos los españoles que, sin tener el ánimo propicio a pronosticar catástrofe, coincidimos en considerar los momentos que vive hoy nuestra patria como graves y decisivos.

La Constitución española se está elaborando en estos días. En el seno de la Comisión Parlamentaria, constituida al efecto, han pasado por sus preceptos en medio de silencios estruendosos, hurtados, contra todo pronóstico y esperanza, al gran debate nacional. La consecuencia es que la Constitución no sólo no despierta ningún entusiasmo –lo que sería, acaso, bueno, superada felizmente la época romántica del constitucionalismo–, sino que está sumiendo a nuestro pueblo en la confusión y en la perplejidad al ofrecerle ambigüedades sospechosas que, a cambio de oportunistas consensos de hoy, anuncian larvados enfrentamientos de mañana.

Son muchas las cuestiones graves que han quedado así aplazadas a una interpretación más o menos audaz de los Gobiernos y los legisladores venideros. No voy a referirme a temas como el divorcio, la libertad de enseñanza, la estructura del poder judicial y otros que han sido enunciados. Hay uno, sin embargo, que es el que, en estos momentos, como español, más me duele y me preocupa, más me indigna y desasosiega: la sospecha de que esta Constitución pueda ser instrumento liquidador de algo tan sustantivo como nuestra propia identidad nacional. Atentar contra ella supone un crimen sin remisión posible y una traición a nuestra propia naturaleza histórica. Pienso, pues, que la esencialidad española debe quedar siempre al margen de cualquier alternativa y fuera, por tanto, de diferencias ideológicas.

Una Constitución sólo se justifica en el intento de articular la concordia de un pueblo y no propiciar antagonismos y enfrentamientos. Una Constitución ha de estar dotada de un verdadero sincronismo y no acierto a ver en su articulado actual una auténtica confluencia conciliadora; la normativa existente nada tiene que ver con el consenso, porque mientras aquélla se asienta en los principios –acaso pocos, pero imprescindibles– que deben configurar el ser nacional y la voluntad de un proyecto común de futuro, más allá de las opiniones de los partidos, éste se establece sobre la ambigüedad y el travestismo político de las palabra aptas para acoger, bajo su equívoco ropaje, los más escandalosos cambios de sexo. No se pretende la exaltación de la diversidad, sino el puzle. No se busca la necesaria descentralización, sino el mosaico gratuito. Estamos asistiendo a una malversación de fondos históricos.

Tal es el caso del término nacionalidades, auténtica bomba de relojería, situada, consciente o inconscientemente, por los muñidores del consenso, bajo la línea de flotación de la unidad nacional.

No pretendo entrar en disquisiciones semánticas o históricas que, por otra parte, se han hecho ya y se harán –así lo espero– con mucha mayor autoridad. Como político o como simple español de a pie no puedo ver en este término otra cosa que la enquistada pretensión de una explotación futura amparada en su reconocimiento constitucional.

El que afirma que el problema de aceptar o no la voz nacionalidades se reduce a una cuestión terminológica, o no tiene sentido de la política, ni de la Historia, o no obra de buena fe. En política no hay palabras inocuas cuando se pretende con ellas movilizar sentimientos. El término nacionalidad remite a nación o Estado. Cuando alguien dice recientemente que Cataluña es la nación europea, sin Estado, que ha sabido mantener mejor su identidad, resulta muy difícil no ver, por no decir imposible, que se está denunciando una “privación del ser”, que tiende “a ser colmado para alcanzar su perfección”, y preparando una sutil concienciación para reclamar un día ese Estado independiente que la imparable dinámica del concepto de nacionalidad habrá de conducir hábilmente manejada. El propuesto cantonalismo generará la hostilidad entre vecinos, la rencilla aldeana y el despilfarro del común patrimonio. Se está haciendo la artificial desunión de España y, además, sin explicarle al pueblo lo que le van a costar las taifas. Se quiere parcelar lo que está agrupado, malbaratando siglos de Historia. Cuando otros se esfuerzan en aglutinar lo distinto, aquí se pretende desguazar lo aglutinado y cuando se sueña con una Europa unida aquí parece como si persiguiera el establecimiento de pasaportes interiores que habría que mostrar una vez que cruzáramos una región.

Frente a esta peligrosa ambigüedad hay que afirmar, una y mil veces, que la nación española es una y no admite, por tanto, subdividirse en nacionalidades. España creó hace siglos una nueva forma de comunidad humana, basada en una realidad geográfica, cultural e histórica. Fue un hallazgo moderno, con sentido de universalidad. Cambiar el curso de la Historia, incorporando a la nueva Constitución estímulos fragmentadores, es mucho más que un disparate colosal, es alentar hoy la traición de mañana, y me anticipo a negar mi acto de fe con una Constitución que se inicia con esta amenaza.

Creo que hay que robustecer el hecho regional, que hay que descentralizar a ultranza, que hay que armonizar la unidad y la diversidad, pero creo que nadie puede romper la unidad nacional porque eso representaría el secuestro de la libertad de España y la dolorosa hipoteca de su destino.

Pienso, finalmente, que hay quienes tienen derecho a su silencio; hay quienes no pueden, en modo alguno, ser ofendidos por su mutismo; hay quienes pueden callar con humildad y compostura, y hay, también, quienes ya tienen helados sus silencios porque la muerte les acogió sin que conocieran esta posible y próxima desventura; pero creo que los que ayer repitieron hasta la afonía, desde tribunas públicas notorias, la invocación de España una, los que hicieron la fácil retórica de la unidad, los que nos explicaron sus valentías a los que, por razón de edad, no conocimos contiendas ni trincheras, no tienen derecho al silencio. Podrán, tal vez, padecer el dolor de la indiferencia, en cuyo caso son dignos de compasión y de lástima, pero si se callan hoy por miedo o se esconden por utilidad y conveniencia, no encontrarán en los demás justificación posible y, por supuesto, ellos mismos no podrán redimirse del drama íntimo de su autodesprecio.

Callar cuando la unidad de España está en peligro es la peor de las cobardías. Yo, al menos, no quiero dejar de sumar mi voz a las que, con escándalo y alarma, se levantan frente al riesgo clarísimo de perderla. Quiero que se sepa que no todos los españoles estuvimos de acuerdo en quedarnos sin Patria.

*José Utrera Molina es abogado.

Moderación salarial

Me gustaría que esta entrada llegara a gentes de tres grupos principales. El primero, liberales de barrio bien y misa dominical que asienten al mantra de la necesidad de bajar los sueldos para ser más competitivos (y dentro de ese grupo, particularmente a empleadores). El segundo, los que piensan que inventan la pólvora con sus medidas socialdemócratas para detener al liberalismo. Como añadido, un tercero que serían los que están en medio de ambos sosteniendo que es necesario un salario más alto simplemente para con él incentivar el consumo y seguir moviendo la rueda.

A todos, permítanme un sencillo copia-pega:

33. Si el obrero percibe un salario lo suficientemente amplio para sustentarse a sí mismo, a su mujer y a sus hijos, dado que sea prudente, se inclinará fácilmente al ahorro y hará lo que parece aconsejar la misma naturaleza: reducir gastos, al objeto de que quede algo con que ir constituyendo un pequeño patrimonio. Pues ya vimos que la cuestión que tratamos no puede tener una solución eficaz si no es dando por sentado y aceptado que el derecho de propiedad debe considerarse inviolable. Por ello, las leyes deben favorecer este derecho y proveer, en la medida de lo posible, a que la mayor parte de la masa obrera tenga algo en propiedad. Con ello se obtendrían notables ventajas, y en primer lugar, sin duda alguna, una más equitativa distribución de las riquezas.

Innovador, ¿verdad?

Es el punto 33 de la Carta Encíclica Rerum Novarum de Su Santidad León XIII, fechada el 15 de mayo de 1891.

Doctrina Social de la Iglesia. No hay más.

El resto de propuestas son humo. Porque el azufre suelta mucho humo.

Mártires de España

En el día en que medio de los muchos millares que fuisteis recibís el reconocimiento público de la palma por la que ya nuestro Salvador os recibió hace 77 años, os pedimos que sigáis, como entonces, rogando por vuestros enemigos, representados hoy en los que con el desprecio, la infamia y el insulto que rezuma odio, como entonces con las armas, desean volver a torturaros y acallar vuestro grito de VIVA CRISTO REY.

Rogad por ellos y por nosotros. Rogad por España.

¡VIVA CRISTO REY!

12 de Octubre

12 DE OCTUBRE

FIESTA NACIONAL

VIVA ESPAÑA

VIVA LA HISPANIDAD

En la celebración de la Fiesta Nacional de España, felicidades a todos y un abrazo a todas las naciones hermanas con las que también celebramos la fiesta de la Hispanidad y, por supuesto, el día de Nuestra Señora del Pilar.

EpC 3º de ESO (I)

EpC SM 3º ESOQuien tenga la santa paciencia de seguir esta bitácora desde hace tiempo, sabe cual es mi postura frente a la asignatura. Resumiendo mucho: De mis tres hijos, las dos niñas ya han pasado por el primer curso de adoctrinamiento sin asistir a la asignatura. No he presentado recurso, no he pedido amparo a ningún tribunal porque mi defensa del bien de mis hijos está por encima de lo que disponga una ley. Se ha comunicado a la comisaría política al respecto y punto. No somos familia objetora, sino insumisa, por las razones que llevo exponiendo años y que mantengo.

Eso fue en 5º de primaria. Ahora llega un segundo frente, en 3º de la ESO. Mi postura es exactamente la misma, y en mi ánimo no pesa lo más mínimo ningún argumento o amenaza contraria. Sí es cierto que a mi esposa, que en principio coincide conmigo en la postura ante la asignatura, le preocupan algo más las posibles consecuencias puramente académicas (bajada de medias, etc.).

El principio del curso me pilló desterrado en el poblachón manchego, sin poder organizar una reunión. Porque nuestra decisión siempre ha sido transmitida al colegio mediante reuniones y exponiendo el razonamiento que nos lleva a ello, dando la cara y escuchando cuanto argumento contrario se nos quiera mostrar. Siempre con el mismo resultado: Comprensión y aceptación del centro y enfado del personal de la Inspección que se lo expone al colegio pero que nunca han tenido los huevos de llamarnos y decirnos a la cara las veladas amenazas que piden que la directora nos traslade. Donde no hay…

El caso es que, en el mientras tanto, mi hija mayor asistió a la primera clase de la asignatura. Y nos trasladó el planteamiento de la profesora: No habrá exámenes y el trabajo consistirá en ver en casa cada tema durante la semana para llevar el lunes un resumen / extracto de lo que contiene, con participación de los alumnos exponiendo sus conclusiones. Se nos presenta entonces una posibilidad a plantear al centro: Aceptar que nuestra hija entre en clase y participe, siempre bajo la condición de que le dejen exponer lo que durante la semana veamos en casa sobre lo que dice el libro y pueda llevar no la visión sesgada del mismo sino una visión completa y correcta.

Tenemos pendiente la reunión con la tutora, la profesora y la directora, en la que le expondremos esta postura, y si no se nos admite exponer esa visión correcta o si en algún momento a nuestra hija se le coarta de alguna manera la expresión de la misma, dejará de asistir. Y punto. Y que vengan suspensos, bajadas de medias y diez o doce inspectores con amenazas y sanciones. Que serán bienvenidos.

El caso es que entre que sí o que no, el curso ha empezado y llevamos dos sesiones de EpC. Al término de la primera, mi conclusión era clara: El libro de la editorial supuestamente católica SM -que cualquier centro católico defenderá porque «son de los buenos»- es un veneno repugnante. Si su versión de quinto de primaria era un compendio de buenismo sosón y blandurri, este directamente es un tratado de relativismo, eso sí, disimulado entre buenrollismo chachi y molón.

Independientemente del resultado de la reunión pendiente con el colegio, he tomado una decisión, y es la de dar la clase en casa. E ir viendo tema por tema y hacer la exposición correcta de los asuntos tratados y señalar los engaños del libro. Y por si modestamente puedo aportar algo a otros padres en situación parecida, he decidido ir trayendo aquí al menos una parte de lo visto en casa. No sé si se quedará mucho atrás, ya que primero tenemos «la clase», en la que van saliendo las cosas (no las preparo, va surgiendo conforme avanzamos en el tema) y luego intentaré traer aquí parte de lo visto, no sé con qué disponibilidad de tiempo.

También está en mi intención recogerlo todo en un escrito y remitirlo tanto al colegio como a la congregación religiosa de la que depende como a la editorial. Editorial y autor que, en virtud del veneno vertido, paso a catalogar como servidores del Enemigo. Cosa que no debe extrañar a nadie, sabiendo qué tipo de sujetos pululan por ella y firman los libros, siendo expuestos como referentes morales. Ya se sabe que cuando alguien te diga que es de los buenos hay que golpear y huir a toda prisa.

Una última cosa: mi visión de la asignatura y de lo que en ella se pretende enseñar será, evidentemente, desde la óptica de la moral católica. Aquí siempre han sido bienvenidos los comentarios. Serán especialmente bienvenidos los que puedan corregirme en esa misma dirección y óptica.

El opio del pueblo

¿Recuerdan cuando, durante el franquismo, el régimen procuraba que hubiera mucho fútbol para que el pueblo adormecido se mantuviera distraído y no fuera consciente de la realidad?

Qué oscuros y oprobiosos tiempos. Cómo hemos progresado, afortunadamente, gracias a la diosa razón.

Por cierto, hoy es el primer día sin nuestra dosis de fútbol después de 17 días consecutivos con ella. Cuidado esta tarde con el mono.

¡Soma, soma, soma!