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Los nuevos niños llave

De vez en cuando no me queda más remedio que enterarme de conversaciones que surgen en mi entorno cercano. Reconozco que, será la edad, entro menos al trapo de lo que me gustaría y creo que de lo que debiera. Porque hay cosas que no hay que dejar pasar. Y hablar, y señalarme, y que, otra vez, me acaben dejando por “raro”. En el fondo, para eso estamos.

Esta vez me pilló ocupado, atendiendo a un marrón y, lo que más me maniató, llamando y respondiendo constantemente al cliente por teléfono. Así que ni pude entrar en la conversación ni tampoco seguirla con plena atención.

Se trataba en esta ocasión –como en tantas- de los hijos. Pero no se trataba del típico “mira lo que hace mi niña de dos años”, o “mi niño de quince me tiene hasta el gorro”, o cosas así. Se trataba de una conversación cada vez más habitual y que a mí me sigue aterrando como la primera vez que surgió. Por un lado, un participante declaraba firmemente que su hija se quedaría como hija única para los restos “me corto la coleta, ya he cumplido”. Por otro, otra relataba cómo se encontró inesperadamente con unos mellizos que le hicieron pasar de dos a cuatro sin “tenerlo previsto”. Y una tercera voz terciaba sobre su futuro lejano, ya que a su edad todavía no se planteaba ciertas cosas… lo cual dicho con treinta castañas a mí me sonó a un triste chiste.

El caso es que el hilo de la conversación iba por un camino como decía cada vez más habitual pero que sigo encontrando aterrador. Hablar de los hijos con términos como “buscar”, “planear” y “planificar” a mí me sigue pareciendo inhumano… por más que sólo a los humanos se les ocurra semejante cosa, además socialmente aceptada como “natural”.

El punto álgido de la cuestión es cuando se habla de casos de conocidos, no presentes. Y se relata la historia de esa pareja que tuvo aquellos dos hijos seguidos, o uno muy “descolgado” de su hermano… y se habla con toda naturalidad del “fallo” o incluso “el marrón” que es ese o esos niños.

Y yo me pregunto si esos padres serán tan honestos de mirar a sus hijos a la cara y de decirles, cuando puedan entenderlo, que uno es un fallo, otro fue programado para que le permitiera enganchar la baja con las vacaciones en la playa y el de más allá lo fue con la jubilación del abuelo para que se pudiera quedar con él. Y tú, el de la trona y el potito, un marrón.

Hace años se alertaba, con razón, de que vivíamos una generación de niños llave. Eran esos preadolescentes que tenían llave de su casa y entraban y salían “tranquilamente” porque sus padres eran ambos trabajadores y su jornada laboral les impedía estar con ellos. Hoy miro alrededor y veo una nueva generación de niños llave, pero ahora por otro motivo. Niños que aún son pequeños, y que no entran y salen solos (todavía), pero que realmente son como las llaves, como objetos que tenemos y manejamos. Eso al menos es lo que pienso cuando alguien comenta eso de “mi hermana está buscando el niño, y yo después del verano me voy a poner a buscar la niña”…

Recuerdo cuando anuncié el próximo nacimiento de mi hijo pequeño. Alguien me dijo “ah, ¿pero estabas buscando el niño?” a lo que yo contesté “yo sólo busco las llaves y el móvil… a mis hijos los tengo y los crío”. Aún hoy, cuando Gonzalete tiene tres años, no entienden esa respuesta ni mis “¿cómo lo voy a saber?“ cuando me dicen “tu ya no tendrás más… ¿no?“

Díganme (o no) lo que quieran ahora, de las bondades de la planificación o de las necesidades económicas que obligan a… Por cada argumento suyo yo podría sacar siete.

Pero es que me vale el puro sentido común. Con todos los matices que quieran: A un hijo no se le busca salvo que haya hecho una trastada y se haya escondido para evitar el castigo.

Un hijo no se programa. Eso es el vídeo, y ya ni eso.

Un hijo nunca es un fallo. El fallo es la mentalidad enferma que considera todo eso: Que un hijo pueda ser un fallo, una búsqueda o un programa, convirtiéndolo así en algo material, en un objeto de consumo, con su valoración económica incluida.

Así nos va.

Y usted que mira con esa cara… ¿alguna vez se ha planteado si usted es en realidad un fallo… un error de programación… una molestia no planificada?

¡Campa! ¡Campa!

Todas las noches remolonea. Las dos lo hacen, pero ella se lleva la palma. Hoy además a conciencia. En uno de sus despistes (¿te has lavado los dientes? voooooy. Voy no, ya… ¿has abierto la cama? voooooooooy. Que no me digas voy, que la abras) ha dejado una nota en la mesa de su madre.

Ella, la huraña, a la que le cuesta un mundo regalar un gesto de cariño ha llenado de corazones un papel y ha dejado escrito «Os echaré mucho de menos. Os quiero mucho.»

Se da cuenta de que yo he visto, antes de tiempo, la nota. Duda entre desaparecer o quedarse y finalmente me mete la cabeza en el pecho. No la veo pero sé que está dejando escapar algunas lágrimas.

Dice que se quiere quedar en casa, que no quiere ir. Ayer yo comentaba con su madre «si se hubiera quedado sin plaza lloraría por no poder ir». Mi primer impulso es recordarle su «no a todo» habitual, y reprochárselo. Pero no parece dispuesta a aflojar su abrazo sin encontrar consuelo.

Finalmente escarbo en los recuerdos. Y ejerzo de padre pesado.

Yo también he llorado, hija. Me he pasado noches de campamento en vela pensando en mi casa. He rechinado los dientes en las marchas que me han destrozado los pies. Y he sufrido la convivencia con desconocidos a los que no me apetecía descubrir. Hace ya muchos años de eso. Demasiados.

De casi ninguno de aquellos desconocidos recuerdo ni el nombre. Pero no sé qué daría hoy por volver a pasar una noche helada junto a ellos, o por caer rodando con la mochila por la ladera, o por volver a tirar las botas al río maldiciéndolas mientras intentaba descubrir qué parte de mis pies no eran llagas. Y ¿sabes qué? Que jamás recordaré aquellos nombres ni podré volver a pasar por todo aquello. Piensa además que para ti no hay desconocidos. Que tienes amigos, buenos amigos allí, que tienes unas monitoras en las que confiar y a un páter de primera al que acudir. Así que hazme caso. Aprovecha estos días, vive a fondo esta experiencia, bucea hasta el fondo de lo que vas a vivir… Que no a la vuelta, ni el año que viene, ni dentro de tres. Pero llegará el día en que mires las fotos, la mochila y la boina y desees con toda tu alma volver a vivir esta noche.

Su hermana, mientras tanto, se resiste a meterse en la cama mientras repite risueña «¡Campa! ¡Campa!»

Y yo mañana no estaré tan triste porque ellas se vayan como por no ir yo.

Aborto caritativo

Como respuesta a un comentario que a un artículo colgado por mi santa esposa en FB (no, no me busquen allí que seguramente no me encontrarán, sólo lo uso en casos excepcionales, búsquenme en G+ que uno tiene un nivel) sobre el «aborto caritativo» (ya saben… lo matamos pero es por su bien), dejé otro comentario que traigo ahora aquí:

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Querida Anna, tengo mucho que replicar a tus comentarios y no sé si seré capaz de hacerlo en orden.

Por empezar por algún sitio, diré que el aborto eugenésico (por enfermedad o malformación fetal) se está aplicando desde el año 85 no por las enfermedades extremadamente graves que Inarco y tú estáis poniendo de ejemplo, sino por cualquier mínima “alteración” que se le encuentre, o de la que se indique alguna posibilidad. Ya lo dije en un comentario anterior: Por labio leporino.

Segundo, fundamental para invalidar tu argumento es que falla en su base. Directamente usando tus palabras.

Dices: “lo primero ha de ser el bebé”. Claro que sí. Y el bebé ya está ahí cuando la cuchilla del asesino que lo descuartizará, o el baño salino que lo abrasará acabe inmisericorde con su vida.

¿Puedes acaso decirme que estas imágenes no son de bebés humanos?

(Aviso, las imágenes son muy desagradables, pero las considero de obligada visión para todo legitimador de cualquier tipo de aborto)

Por envenenamiento Salino.

Por succión.

Por dilatación y curetaje.

La consideración de ser humano del bebé me parece fundamental en este debate. Es un individuo de la especia humana, y esto no es cuestión de moral o de religión sino de biología. Lo que sí puede ser sujeto de moral es la consideración de si un ser humano inocente puede ser descuartizado (incluso “por su bien”) o no.

Mi posición es inamovible en este sentido: No, nunca y bajo ningún concepto. Tenga la enfermedad que tenga y suponga la “carga” que suponga. Hay que hacer todo lo posible, y tiene que tener todos los derechos posibles para que el tiempo que tenga que vivir lo haga con la mayor comodidad, bienestar y dignidad. Pero la mayor dignidad será la de vivir, jamás será más digno que sea asesinado, siquiera “por su bien”. La dignidad se tiene por ser persona, no por ser sano, enfermo, guapo, feo, rubio o negro. Discutir esto es compartir un discurso propio de Josef Mengele.

El que alguien, reconociendo la indiscutible condición de humano del feto alegue que hay circunstancias en las que sí es lícito matarle debe ser consciente de que su postura legitima plenamente la de otro que considere que esas circunstancias varíen. Es decir, que si uno considera que alguien es “matable” por su enfermedad, otro puede considerar que lo es por su raza, estatura o características físicas. Uno lo hará “por su bien” y otro “por la mejora de la raza”. Pero en el fondo es LO MISMO.

Y claro, las circunstancias no sólo pueden referirse a la enfermedad o a la raza… también al plazo. Si es un humano y en función de su enfermedad es lícito acabar con su vida… ¿Por qué sólo mientras está en el vientre materno? ¿Por qué no ahora, que a los 5, 10 ó 20 años su vida se hace insoportable… para nosotros? Terrorífico, ¿verdad?

Enfrente puede haber quien considere, contra toda evidencia biológica, que el feto no es un individuo de la especie humana y por tanto no tiene la dignidad de la que hablaba antes, ni los derechos que emanan de esa dignidad (los derechos no los otorga la ley ni los políticos, recordadlo siempre).

Bien, la primera pregunta, evidente es: Biológicamente: ¿A qué especie corresponde? Y sobre todo ¿mediante qué mecanismo biológico un ser vivo se convierte de una especie distinta (quizá prunus pérsica) a homo sapiens sapiens?

En el caso de que este genio de la biología demuestre que efectivamente el feto es un melocotonero, la derivada inmediata es: Entonces ¿por qué poner límites de enfermedades graves? Si no es un humano ¿no sería lógico permitir el aborto absolutamente libre, el “aborto por abortar” que tú decías?

Una última reflexión sobre las gravísimas enfermedades que algunos decís que justifican el matar a un ser humano inocente e indefenso: Cuando se intentaba implantar en España la primera ley del aborto ese era el argumento, el de niños con gravísimas enfermedades incompatibles con la vida. Eso, y las niñas de 8 años violadas que morirían en el parto. Sería una cosa casi caritativa. Miles de cándidos se creyeron semejante falacia, y el resultado es el que es: 130.000 niños exterminados anualmente, con todas las bendiciones legales, una inmensa mayoría de los cuales son perfectamente sanos, de madres perfectamente sanas. Un holocausto sin precedentes.

Podría seguir, durante horas… pero quizá en un comentario aquí colgando no sea el sitio. Para terminar, y aludiendo directamente a esa desesperanza que emana de tus palabras cuando dices que de qué sirve traer al mundo a una niña enferma, te dejo la carta de un padre de una niña con espina bífida (miles de los cuales son exterminados anualmente en virtud de esa caritativa dignidad):

http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/sociedad/carta-abierta-neurocirujano-columna-pais-20120726

Santiago

Santiago Apóstol, Santo Patrón de España

RUEGA POR NOSOTROS

Apertura en festivos

Parece que en un muy breve espacio de tiempo la derecha española conseguirá hacer realidad uno de sus más viejos y ansiados proyectos: La liberalización completa de los horarios comerciales. Algo que ya es una realidad en zonas determinadas (normalmente de alta concentración turística) y con una reglamentación que por otra parte los chinos se han pasado siempre por el forro.

La razón, ya lo saben, es que de esta manera el pobrecito españolito medio podrá alcanzar el sumo placer de ir a comprar el domingo ya que de otra manera le es absolutamente imposible mantener la despensa llena puesto que no hay más días en la semana.

Este argumento, siendo ridículo, es alarmante, ya que muestra a las claras una derivada del asunto de los horarios comerciales, y es que para nuestra derecha de toda la vida lo que no es lógico es que un trabajador tenga siquiera un par de horas libres entre el lunes y el sábado. Independientemente de otras consideraciones, como que además de tener tiempo para comprar habría que tener dinero y minucias por el estilo, esta derivada me causa espanto. «Trabajad, cabrones, que ya compraréis el domingo.» «Oiga,que yo trabajo el domingo, ¿cuándo compro?» «¿Que no tienes tiempo? ¡Andreíta, hija, mira este!» «¡Que se jodan, que se jodan!»

Pintado el panorama, el argumento de defensa ante los muy obsoletos defensores del descanso dominical (entre los cuales, claro, me encuentro) viene siendo el que siempre utilizan los liberales: Es una liberalización, no obliga a nadie, pero otorga la libertad a cada uno de hacerlo sólo si quiere, pero si no, no lo hagas y punto. ¿Les suena? El argumento liberal es lo que tiene, sirve lo mismo para abrir el corte inglés que para todo lo que ellos justifican en nombre de la libertad.

Podríamos entrar ahora en la discusión de si esa libertad es real o de si estamos obligando a un pequeño comercio a defenderse de la ofensiva del gran almacén que le abrirá a 40 metros. Dicen los liberales que esto es bueno, porque tanto uno como otro venderán más y contratarán a más gente. Lo que no explican es cómo venderán más si ellos mismos nos dicen que tienen que abrir el domingo porque yo no puedo comprar el martes, porque tendré que estar trabajando de 8 de la mañana a 10 de la noche. Por lo tanto, no estoy vendiendo más, lo que estoy es vendiendo a otra hora. En cuanto a los puestos de trabajo, como todo el mundo sabe menos los peperos, las grandes superficies contratan al personal por turnos, por lo que lo que pasará será que el mismo currito que hoy trabaja 45 horas de lunes a sábados con disponibilidad total, lo hará 50 horas de lunes a domingo, rotándole el turno como caiga la bolita. Por supuesto, por 700 euros, como antes. Mientras que el autónomo verá como vende lo mismo y tiene que abrir más horas, y su margen no le permite ni pagarle horas a su único empleado ni contratar otro, por lo que encontrará el Valhalla liberal de dejar de trabajar 50 horas a la semana para trabajar 60.

Y una vez dicho todo esto, aumenten la parte proporcional del domingo en el consumo de electricidad, gastos de funcionamiento, etc. Lo que les digo, el Valhalla liberal. ¡Más dinero, es… la libertad!

Dicho todo esto, yo no he venido aquí a discutir los beneficios o no en las cuentas de resultados de las empresas que la apertura en domingo tenga o deje de tener. Porque, sinceramente, a mí eso, estando convencido de ello, me parece un argumento menor.

Lo que me hubiera gustado es elaborar una defensa firme del descanso dominical… pero mucho mejor que yo lo hizo ya en su día Juan Manuel de Prada en su columna «Un tiempo para todo», que ya desde el título es firme y clara. Así que me limitaré a enlazarla y recomendar vivamente su lecura y re-lectura. Y ya que estamos, no nos quedemos sólo en los domingos y recordemos cuando se refirió a las festividades no dominicales que quieren cambiarnos, también con maestría en su «Trasladando fiestas».

Así que, una vez citado quien defenderá las bases mucho mejor que yo, a este pobre infeliz sólo le queda hacer lo que está a su alcance. Que, si todos echamos una mano, no será poco.

Miren ustedes, mi posición es clara: Si cada comerciante tiene la libertad absoluta para elegir qué días abrir y a qué dedicar el domingo, yo tengo la mía. Y (entendiendo las particularidades de la hostelería, de los lugares turísticos, etc.) en este campo consiste en tomar buena nota de aquellos comercios que deciden que con ellos y con sus empleados no va lo del descanso dominical para, a la hora de elegir como consumidor, tener presente los que sí lo hacen.

Hablando en plata: Si todo el que no esté conforme con la apertura de los domingos le concede la suficiente importancia como para elegir el comercio que sí cierra… ya les digo yo a ustedes la elección que la mayoría de ellos tomaría.

No compremos los domingos, y de paso tampoco comparemos el resto de la semana a quien abra los domingos. Es nuestra libertad… ¿no?

Nota final: En el aspecto puramente religioso, no estaría de más repasar algunas notas sobre la santificación de los festivos. A este respecto, recomiendo picar aquí. Sobre todo para mucho liberalillo de misa dominical y golpes en el pecho que defienda esa «libertad» comercial.

Sobre el anuncio de Gallardón

A nadie debiera sorprender lo que dicen que ha dicho Gallardón. Que en la reforma de la ley del aborto que preparan (y que dicen que puede ser que esté para otoño, fíjense lo importante que es para ellos que por el camino dejamos a 120.000 niños exterminados en su primer año de gobierno con la otra ley, PDD aparte) se quitará eso de que una malformación en el feto es motivo para abortar.

Los corifeos se apresuran a aplaudir, oh, victoria, semejante defensa de la vida humana.

Pues miren, lo que esto significa, en plata, es que a partir de esa reforma (si es que se produce), una madre no podrá asesinar a su hijo porque éste tenga un alto índice de probabilidades de tener síndrome de Down… Eso sí, podrá alegar que no es capaz de afrontar esa presión psicológica, y entonces, claro, eso sí será razón suficiente. No me miren así. Es el pepé. El de siempre. ¿O todavía no habían aprendido a distinguir entre los abortistas de la ceja y los de Mayor Oreja?

El aborto es libre en España. Y lo seguirá siendo. Gracias al PSOE y al PP. Y a sus votantes, claro.

Dos conmemoraciones

Reproduzco la columna de Juan Manuel de Prada en ABC. Me parece de obligada lectura.

Dos conmemoraciones.
Juan Manuel de Prada.
ABC, 16 de julio de 2012.

VAYA por delante que abomino de las conmemoraciones históricas (al menos, tal como hoy se celebran), pues sólo son una excusa para el fasto inane y la mamandurria de los «intelectuales» orgánicos. Pero las respectivas conmemoraciones que en este año han merecido dos acontecimientos históricos como son la promulgación de la Constitución de Cádiz y la batalla de las Navas de Tolosa nos sirven para entender un poco mejor el grado de postración y acabamiento en el que se halla inmersa nuestra patria. La Constitución de Cádiz fue celebrada con algarabía pomposa; la batalla de las Navas de Tolosa, por el contrario, ha sido silenciada concienzudamente, como se silencian las enfermedades vergonzantes o las taras hereditarias.

En Cádiz, mientras los patriotas se batían con denuedo contra el invasor francés, los señoritos liberales se juntaron para promulgar una constitución que consagraba las mismas ideas que Napoleón trataba de imponernos con la sangre. Para ello, convocaron unas Cortes fraudulentas, atribuyéndose una representación popular de la que carecían, y orquestaron una feroz campaña de propaganda que incluyó la contratación de una «claque» mercenaria que hizo imposibles las discusiones. De aquel aquelarre rabiosamente antipopular (¡pintado después como un dechado de democracia por sus turiferarios!), en el que hombres eximios como Jovellanos no quisieron participar por considerarlo una pantomima, saldría una constitución que podríamos calificar de nonata, si no fuera porque vista con perspectiva histórica puede considerarse el hito inaugural (mojón, más bien) de los muchos males que a partir de entonces afligirían a nuestra patria: pérdida de las Españas de Ultramar, asonadas de militarotes liberales, guerras civiles urdidas para someter a un pueblo que se negaba a aceptar tesis contrarias a su tradición política, etcétera. Así hasta llegar a nuestros días, en los que disfrutamos opíparamente de los lodos que trajeron aquellos polvos gaditanos en los nacionalismos vasco y catalán, incomprensibles sin el concepto de «autoridad soberana» emanado de las constituciones liberales.

En las Navas de Tolosa, los diversos reinos hispánicos se coaligaron para batallar contra el invasor almohade, atendiendo el llamamiento a la cruzada realizado por el Papa Inocencio III. A este llamamiento acudieron con sus huestes los reyes de Castilla, Aragón y Navarra, acudieron las tropas señoriales, las mesnadas concejiles y las órdenes militares, que solicitaron batallar en vanguardia, junto al vasco Diego López de Haro. Aquella sí fue una empresa colectiva, en la que el pueblo combatió al lado de sus reyes y señores (muy distinta de la traición urdida de espaldas al pueblo por los liberales en Cádiz), que dieron ejemplo de arrojo y valentía, encabezando la carga contra la morisma al grito de «¡Aquí se viene a morir!». En las Navas de Tolosa, donde las tropas almohades duplicaban en número al ejército cristiano, los invasores fueron sin embargo expulsados. Aquella sangre derramada de cristianas venas nos libró de un destino de esclavitud oprobiosa; y fue, seguramente, la batalla más decisiva de nuestra Reconquista.

Hoy aquella empresa colectiva en la que nuestros antepasados repelieron el avance musulmán es silenciada por los mismos que conmemoran con alborozo las cortes de Cádiz, donde cuatro señoritos vendieron la primogenitura de España por un plato de lentejas revolucionarias. Es lógico que así sea: la España reducida a papilla que no se atreve a conmemorar aquella batalla de las Navas de Tolosa tampoco sería capaz de librarla.

Recortando

– La mayoría de los concejales de los pequeños ayuntamientos no cobran.
– En los ayuntamientos, el porcentaje de concejales de partidos distintos a los «grandes» es mucho mayor que en cualquier otra entidad.

Mientras que:

– Todos los diputados nacionales, diputados autonómicos, diputados europeos y senadores cobran. TODOS. Vaya si cobran.
– La práctica totalidad de los diputados (nacionales, autonómicos y europeos) y senadores corresponden a los partidos del régimen.

Ergo:

La gran medida de ahorro es quitar un 30% de los concejales pero ni un diputado nacional, autonómico o europeo, ni senadores.

Es por nuestro bien, chavales. ¿No lo veis?

Las Navas

Mientras los cascos de sus caballos retumbaban en el suelo del campo de batalla haciendo aún más incómodas sus armaduras, los tres reyes galopaban pensando que seguramente esa carga les llevaba a la muerte y a la derrota. Pero galopaban. Pero cargaban. Pero avanzaban.

Alfonso, Pedro y Sancho. Tras ellos, junto a sus caballeros, muchos de los de los dos Alfonsos ausentes. Castilla, Aragón y Navarra con sus coronas. Y cientos de lanzas representando a las de León y de Portugal.

Cierra, España.

La inmensidad del ejército invasor de los almohades, salvajes fanáticos dispuestos a exterminar a todo cristiano que caiga a su alcance, se mantiene y las tropas cristianas empiezan a flaquear. Los reyes de otras tierras y de otras causas quizá hubieran buscado cobijo seguro o negociado la tregua. «Arzobispo, vos y yo aquí muramos», es la sentencia del rey Alfonso ante el ejemplo de la heroica entrega de Vizcaya, que en su Señor Don Diego López de Haro ha acometido junto a su hijo en vanguardia y aún mantiene su acero desde el primer envite sin ceder una pulgada. Los reyes y el arzobispo cargan firmemente contra la prudencia y contra la Historia, a la que asestan un golpe que la cambia para siempre.

La cristiandad, España y Europa se fijan a ella mientras el palenque del Miramamolín es arrasado y el rey Sancho conquista las cadenas que lo guardan para formar su escudo inmortal. La carga de los reyes, la acción conjunta y decidida de las Españas ha sentenciado la batalla. La Reconquista, aunque formalmente aún durará 280 años, está ya decidida. La esencia de España y la seguridad de Europa, también.

De esta batalla, que supone un puntal fundamental de la Historia de España y de Europa, se cumplen estos días 800 años. Se produjo en Andalucía. Marcó la Historia de España. Ni gobierno autonómico ni central han movido un dedo, dejando solo al Ayuntamiento de La Carolina (Jaén) en su afán de conmemoración.

Prefiero no preguntar sobre cuántos de nuestros jóvenes (y no tan jóvenes) sabrán qué es eso de Las Navas de Tolosa ni que pasó un 16 de julio de 1212 cerca de Despeñaperros. A cambio, no me queda más remedio que recordar la casta de los responsables de que esta gesta, como tantas otras, haya quedado arrumbada en un armario, mientras corren a celebrar cualquier gilipollez que encuentren en la agenda que pueda servir para ponerse medallas o para meter en el ojo al del pueblo (o comunidad) de al lado.

Hace 800 años, codo con codo, lanza con lanza, grupa con grupa, los reyes de las Españas se lanzaban, juntos, hacia la victoria o la muerte, ganando nuestra libertad. Hoy los jefezuelos de las Españas nos lanzan a unos contra otros, hacia su fortuna y nuestra esclavitud.

Reflexiones futboleras

Un puñado de reflexiones que me surgen mientras cantamos Campeones, campeones, oe, oe, oe.

1.- La perspectiva: Los mayores celebramos el título, y centramos nuestros comentarios en aquellos negros presagios del «en cuartos a casa» y los años y años de sinsabores. Al lado, la chavalería celebra una vez más un título, algo que llevan celebrando desde que tienen recuerdos de fútbol. En mi memoria, la primera relación entre mis hijos y la selección es el llanto de mi hija mayor, que no llegaba al año, asustada por mi grito celebrando el gol de Alfonsito a ¡Yugoslavia! en la Eurocopa del año 2000, «grandísimo logro» que nos permitía pasar la fase de grupos. Pero ella no recuerda nada más allá de Austria y Suiza 2008, y ya entonces gritaba campeones, campeones. Para ellos lo natural es que España gane. Es lo que ha hecho «siempre». No saben qué es eso de «pasar de cuartos».

2.- Las banderas. Por un lado me sale la vena protestona que me inclina a gritarle a más de uno que dónde tenía la bandera de España cuando no había que celebrar triunfos futboleros. Pero me aguanto, y celebro que una bandera en un balcón no sea ya algo tan raro. Aunque sea por el fútbol. Ya me preguntarán a mí el 18 o el 25 de julio, o el 12 de octubre, que contra quién jugamos por ponerla yo esos días. Pero oiga… cójale el gusto y ondéela algún día que no haya fútbol. Verá como también funciona.

3.- Las otras banderas. Curioso ver cómo algunos recriminaban a Xavi y Piqué que sacaran una senyera catalana mientras nadie decía nada de la riojana de Llorente, la canaria de Pedrito… Al fin y al cabo, la senyera sí es una bandera histórica de España. Que sí, que el uso que se le de pueda ser reivindicativo y excluyente… o no. En todo caso, este andaluz con su 50% de sangre riojana sigue defendiendo antes la histórica bandera de las cuatro barras que los inventos de la verdiblanca o la cuatricolor.

4.- Los abuelos. Las cadenas se centraban desde anoche (ya de antes, pero sobre todo desde anoche) en buscar al abuelo de este jugador o a la tía de aquel otro. O buscaban hablar con tales amigos del pueblo de toda la vida del de más allá. Sé que hay quien ve un espectáculo carpetovetónico y casi chusco, pero a mí ver esa España profunda, esa gente sencilla que habla emocionados de sus nietos, sobrinos e hijos, esas plazas del pueblo donde algún lugareño te habla de su zagal… eso es lo que de verdad me hace sentir que esos millonarios en pantalón corto son «nuestra gente».

A todo esto… es que hemos ganado ¿no se habían enterado?