De vez en cuando no me queda más remedio que enterarme de conversaciones que surgen en mi entorno cercano. Reconozco que, será la edad, entro menos al trapo de lo que me gustaría y creo que de lo que debiera. Porque hay cosas que no hay que dejar pasar. Y hablar, y señalarme, y que, otra vez, me acaben dejando por “raro”. En el fondo, para eso estamos.
Esta vez me pilló ocupado, atendiendo a un marrón y, lo que más me maniató, llamando y respondiendo constantemente al cliente por teléfono. Así que ni pude entrar en la conversación ni tampoco seguirla con plena atención.
Se trataba en esta ocasión –como en tantas- de los hijos. Pero no se trataba del típico “mira lo que hace mi niña de dos años”, o “mi niño de quince me tiene hasta el gorro”, o cosas así. Se trataba de una conversación cada vez más habitual y que a mí me sigue aterrando como la primera vez que surgió. Por un lado, un participante declaraba firmemente que su hija se quedaría como hija única para los restos “me corto la coleta, ya he cumplido”. Por otro, otra relataba cómo se encontró inesperadamente con unos mellizos que le hicieron pasar de dos a cuatro sin “tenerlo previsto”. Y una tercera voz terciaba sobre su futuro lejano, ya que a su edad todavía no se planteaba ciertas cosas… lo cual dicho con treinta castañas a mí me sonó a un triste chiste.
El caso es que el hilo de la conversación iba por un camino como decía cada vez más habitual pero que sigo encontrando aterrador. Hablar de los hijos con términos como “buscar”, “planear” y “planificar” a mí me sigue pareciendo inhumano… por más que sólo a los humanos se les ocurra semejante cosa, además socialmente aceptada como “natural”.
El punto álgido de la cuestión es cuando se habla de casos de conocidos, no presentes. Y se relata la historia de esa pareja que tuvo aquellos dos hijos seguidos, o uno muy “descolgado” de su hermano… y se habla con toda naturalidad del “fallo” o incluso “el marrón” que es ese o esos niños.
Y yo me pregunto si esos padres serán tan honestos de mirar a sus hijos a la cara y de decirles, cuando puedan entenderlo, que uno es un fallo, otro fue programado para que le permitiera enganchar la baja con las vacaciones en la playa y el de más allá lo fue con la jubilación del abuelo para que se pudiera quedar con él. Y tú, el de la trona y el potito, un marrón.
Hace años se alertaba, con razón, de que vivíamos una generación de niños llave. Eran esos preadolescentes que tenían llave de su casa y entraban y salían “tranquilamente” porque sus padres eran ambos trabajadores y su jornada laboral les impedía estar con ellos. Hoy miro alrededor y veo una nueva generación de niños llave, pero ahora por otro motivo. Niños que aún son pequeños, y que no entran y salen solos (todavía), pero que realmente son como las llaves, como objetos que tenemos y manejamos. Eso al menos es lo que pienso cuando alguien comenta eso de “mi hermana está buscando el niño, y yo después del verano me voy a poner a buscar la niña”…
Recuerdo cuando anuncié el próximo nacimiento de mi hijo pequeño. Alguien me dijo “ah, ¿pero estabas buscando el niño?” a lo que yo contesté “yo sólo busco las llaves y el móvil… a mis hijos los tengo y los crío”. Aún hoy, cuando Gonzalete tiene tres años, no entienden esa respuesta ni mis “¿cómo lo voy a saber?“ cuando me dicen “tu ya no tendrás más… ¿no?“
Díganme (o no) lo que quieran ahora, de las bondades de la planificación o de las necesidades económicas que obligan a… Por cada argumento suyo yo podría sacar siete.
Pero es que me vale el puro sentido común. Con todos los matices que quieran: A un hijo no se le busca salvo que haya hecho una trastada y se haya escondido para evitar el castigo.
Un hijo no se programa. Eso es el vídeo, y ya ni eso.
Un hijo nunca es un fallo. El fallo es la mentalidad enferma que considera todo eso: Que un hijo pueda ser un fallo, una búsqueda o un programa, convirtiéndolo así en algo material, en un objeto de consumo, con su valoración económica incluida.
Así nos va.
Y usted que mira con esa cara… ¿alguna vez se ha planteado si usted es en realidad un fallo… un error de programación… una molestia no planificada?